Al fútbol local se le pude distinguir por la entrega de los aficionados hacia su equipo. A pesar de las épocas amargas, no deja de apoyarlo. Habla José Ibarra García “El Ojitos”, como le dicen sus amigos. Es el claro ejemplo del fiel hincha. Gracias a su trabajo, ha sido espectador y pudo presenciar la larga historia del fútbol potosino, que también ha vivido etapas de gloria.
José Ibarra García se desempeñó como utilero de los equipos de San Luis a nivel profesional. Ahora alejado del cuidado de la grama, se encarga de acondicionar “La Canchita”, un pequeño campo ubicado en Altamirano, en el popular barrio de Santiago, lugar al que denomina semillero de futuras promesas. “Siempre me he dedicado al mantenimiento. Estuve en el estadio Alfonso Lastras y el Plan de San Luis”. Señala que acapara experiencias personales. Mira el deporte en forma distinta por los resultados, alegrías y la euforia de un clásico entre escuadras potosinas. No olvida los tragos amargos de los descensos y las malas épocas. “Recuerdo cuando se metió el gol del milagro, yo estaba en la portería norte. La emoción era inexplicable, pues no se sabían los resultados en la plaza del Veracruz y Sinaloa. Fue un momento cardiaco”.
“Me inicié como utilero en el Santos del San Luis en 1972. Un amigo que trabajaba en el estadio fue quien me metió. Ya dentro conocí a los jugadores, cuerpo técnico y otros utileros. Se dio el dio el caso de que salió uno y me ofrecieron el trabajo, ya que había aprendido de todo”. Su amor por el equipo se arraigó. Recuerda con felicidad al histórico Santos de San Luis, equipo que logró la hazaña de pasar de tercera división al máximo circuito en tres años. Lo considera el más representativo del fútbol potosino. “Fue el primer equipo profesional que hubo. La mejor escuadra de todos los tiempos, fue icónico”. Lo describe con garra, lleno de jóvenes que buscaron representar dignos la localidad.
“Figuró Antonio Carrizales, Marco Antonio Martínez, José Camacho, Vicente Rosca Mala Cara, Rata Muñoz, La Araña Ramírez, Garita Hernández, Martín del Campo. Aún no llegaban extranjeros, eran de los barrios de San Miguelito, Santiago, San Sebastián, Tlaxcala, con gran nivel de competencia. No se dedicaban de lleno a jugar, eran estudiantes, pero tenían sed de triunfo”.
Cuando lograron el ascenso, Ibarra recuerda que a las filas del equipo arribaron los primeros extranjeros para reforzar el proyecto, como Ciro Barbosa, Roberto Matosas y Pedro Araya. Por falta de respaldo financiero a los dos años descendieron. “Los jugadores foráneos sirvieron de refuerzo. Sin embargo, no se dieron los resultados. En segunda división, vino una etapa muy dura”.
Entonces los Pumas de la Universidad de San Luis Potosí, por invitación subieron al principal circuito. “Como ya se tenían en primera a los Pumas, se le cambió el nombre por Atlético Potosino”. La oncena se mantuvo por 8 años en el máximo circuito, ya que tenía el apoyo del empresario Miguel Valladares, dueño y fundador del periódico Pulso. “Había figuras como Hugo Óscar Cossía”.
Cuando el Santos de San Luis estaba la segunda división, apareció el técnico Carlos Miloc quien volvió a meter a la primera liga al equipo a los dos años. “Fue una época de euforia. Al darse los clásicos entre los dos equipos, la ciudad se dividía. Eran partidos muy cerrados. El Plan de San Luis se llenaba a reventar. El primer partido se empató a un gol. En el segundo encuentro, Santos de San Luis salió victorioso dos goles a uno”.
El encanto de tener dos equipos de primera no duró mucho. Los problemas económicos azotaron a los Santos y fueron vendidos al Tampico dónde no pasó mucho para que desapareciera. “Yo laboraba en el Santos cuando la franquicia se fue a Tampico. A Carlos Miloc lo contrató El Tigres. Me dijo que lo acompañara. No pude ir por problemas familiares. Me quedé y me hablaron del Atlético Potosino”.
Al poco tiempo, los Cachorros del Atlético Potosino también tuvieron problemas económicos por lo que son vendidos de nuevo a Tampico. Después se desintegró. Ante la incertidumbre y temor de que el fútbol local se perdiera, entre algunos inversionistas surgió el interés de armar otra oncena que llamaron Tuneros, que jugó en tercera división, con amateurs. “No logró mucho. No se movió de categoría”.
El fútbol alcanzó fuerza cuando los dueños de Mexinox compran la franquicia de la segunda división de Tepatitlán, Jalisco. Le pusieron Los Auriazules. “Se mantuvieron tres años. Entonces vino gente de Televisa y adquirió la franquicia”. García aún prestaba sus servicios a Los Auriazules, que lograron el ascenso en dos años. Luego se convirtieron en Los Gladiadores. “Ya sabemos la historia años después. Se volvió a vender, descendió y desapareció. Volvieron a insistir con empresarios de España”. Relató que en la época actual, el último gran encuentro se dio en la final contra los Tuzos del Pachuca. Lamentó la derrota que se dio de manera infame. “Había jugadores de talento como Ariel González, Chango Moreno, Chacho Coudet, bien dirigidos por Raúl Arias”.
Aunque son muchos los episodios amargos, en segunda o primera división los hinchas siempre apoyan a su equipo, ya que en San Luis, el fútbol parece una religión. “Los aficionados entienden que son varios factores los que ocasionan el deficiente rendimiento. No diría que paga mal el equipo. Pero en las complicadas etapas es donde debe crecer el respaldo. Como seguidor, uno espera que los jugadores se entreguen en la cancha, que por asistentes no pierden”.
“El Ojitos” anhela que con la sangre nueva proveniente del viejo continente, el Atlético San Luis pueda ascender y estar presente para verlo. “Me gustaría un campeonato en primera, es un sueño ver al San Luis coronarse contra otro grande”. Ibarra seguirá al cuidado de las canchas y la utilería deportiva hasta que el cuerpo aguante. La considera “una profesión muy bonita y noble que me ha dejado grandes historias y gratos recuerdos”. Su ejemplo ha inspirado a otras personas para se dediquen a lo mismo, como lo hacen sus sobrinos David, Gustavo y Daniel Alejandro Ibarra, que en la actualidad son los utileros del Atlético San Luis.