La razón principal que los gobiernos dan desde sus secretarías de salud para tenernos arrestados y confinados a toda la humanidad en nuestras casas, es que no quieren que se saturen los hospitales, que se pueden colapsar y no podrían atender la demanda por la enorme cantidad de enfermos y muertos derivados de lo que denominan pandemia por el covid 19. Es decir, los gobiernos confiesan de manera abierta y cínica, su incapacidad para atender a toda la gente, lo que entonces provoca varias preguntas. ¿Dónde está el dinero que nos quitan a todas y todos en impuestos, por concepto de administración para seguridad social, atención médica, hospitalaria y medicinas? Sobre todo a los millones de derechohabientes que somos esquilmados cada semana o quincena, usemos o no los servicios médicos. ¿Para qué nos dicen entonces que se destinan millonadas en prevención, atención e intervención respecto al cuidado de la salud, pues no es cierto? ¿Dónde están los cientos de hospitales con millones de camas? En el momento de la verdad, ahora resulta que se esfumaron.
¿Dónde está el dinero que sin embargo, nos quitaron, nos cobraron ya, de antemano? Es decir, nos la hacen de dos maneras. Primero, ya nos robaron y segunda, ahora somos responsables de lo que nos pueda suceder: contagiarnos, enfermarnos y morirnos a consecuencia del virus. ¿Y ustedes gobernantes? ¿No son responsables de nada? ¿Entonces para qué están? ¿O para qué querían o pretendían querer gobernarnos? ¿No prometieron proteger, defender y garantizar nuestros derechos humanos?. El derecho a la protección de la salud es uno de los principales y primeros. Deriva del derecho humano jerárquico más relevante: el derecho a la vida. Para tenerla, hay que estar sano. La declaración universal de los derechos humanos, los dos pactos internacionales de derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales lo establecen, el derecho humano a la protección de la salud como uno de los incondicionables y obligatorio cumplimiento para los estados.
A nivel regional, el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos lo establece también en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el protocolo de San Salvador hasta señala la obligación de los estados partes de brindar hospitales, camas y medicinas. México, integrante de todos los tratados internacionales, tiene además sus propias reglas en materia de protección a la salud. El artículo 4 constitucional y las leyes federales que regulan al IMSS, ISSSTE, SSA y todas las demás instituciones del ejército y las secretarías de salud estatales, así como entidades públicas y privadas, incluso el Instituto de Salud para el Bienestar, están obligados a garantizar la protección de todas las personas.
¿Qué pasó entonces, todo era una broma, nada era cierto? ¿Por qué la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y las estatales se quedan mudas de pronto? Nadie dice nada, están muy calladitas. ¿Ah, también los derechos humanos son una broma o cómo? Nos tienen encerrados en nuestras casas, porque nos hacen responsables de sus irresponsabilidades y violaciones de los derechos humanos. La omisión de los gobiernos de todo el mundo es lo que causa la masiva violación de nuestros derechos humanos, por no garantizar sistemas públicos eficaces y de cobertura integral para proteger la salud.
Las estadísticas institucionales señalan que la cantidad de contagiados y muertos gira alrededor del 6% poblacional. Lo cual pone en evidencia aún más el atraco. Ni siquiera son capaces de atender entonces al 10%. No cabe duda que el sistema de gobierno ha caducado y está colapsado. Su ineficiente sistema de salud es el que por fin nos deja ver en manos de quienes estamos. Sólo para que nos quede claro su inutilidad total, ya ni para que hurgar en materia de seguridad, educación, vivienda y una larga lista de carencias. Es algo global, abarca a todos los gobiernos y países, nadie se salva. Y todavía no se habla del susodicho nuevo orden mundial.
Asistimos en el 2020 a un circo mediático donde la gente no está de espectadora tras las butacas, somos la carne arrojada a los leones. En el 2004 escuché a un funcionario europeo de la ONU la frase «Dios nos agarre confesados», antes de soltar una larga perorata sobre los planes para eliminar a la población mundial. Fue dentro del Módulo de Derechos Humanos en el Programa de Doctorado que cursé entonces. Decía el tipo que según las teorías de Pearl y Rawls, los seres humanos somos prescindibles, por lo que, los gobiernos y el sistema económico, pueden decidir cuántos deben existir para garantizar el funcionamiento del sistema. Creí que era demencial lo escuchado. Los últimos años se ha evidenciado que el sistema económico, político y social se encamina a tal meta, a masacrar a la ciudadanía. Pero el cinismo descarado rayó en la confesión abierta de la actual encargada del Banco Central Europeo y antes directora del Fondo Monetario internacional, Cristine Lagarde, que decía con desdén, hay demasiados ancianos y que viven demasiado.
Se revela la concepción del sistema globalizado que ejerce el poder. Le cuesta mucho trabajo al capital, aceptar que los jubilados tienen el derecho de recibir beneficios sociales luego de haber sido explotados toda su vida. Les regatean el derecho a la pensión. Sólo para contextualizar a lo que estamos asistiendo, en Italia y España, la mayor cantidad de muertos con motivo del coronavirus, muestran que son ancianos que recibían pensión. En medio de una serie de incoherencias, inconsistencias y abigarradas noticias, el caos informativo y las contradicciones, son lo que impera. Por una parte se nos dice que el coronavirus surge porque en un mercado de China alguien consumió murciélago y fue como infectó al resto del mundo. Al mismo tiempo, en medio de la reelección de Trump, acusa que George Soros, diseñó en su laboratorio, en Wuhan, el virus a partir de una mezcla de influenza H1N1 con VIH. El laboratorio está ubicado en la Gaoxi Road, número 666.
Para darle mayor juego a cuestiones esotéricas, desatadas en los últimos días, en medio de la confusión y el desorden de un supuesto «Nuevo Orden Mundial», lo único que gestan es una grave crisis económica que estallará y se revertirá contra todos los dementes que han agitado acciones que nos afectan ahora sí, a todo mundo, en el mundo. Para variar, en los Estados Unidos se ha impulsado una ley con el mismo número 060606 que autoriza a las entidades de gobierno a ingresar a cualquier domicilio y llevarse a los confinados, a pesar de estar ya encerrados en sus propios hogares, con motivo del coronavirus. Tenemos un activo Bill Gates que de pronto ha renunciado a seguir siendo el CEO de Microsoft y de pronto hace un mes, está dedicado al asunto del Covid 19. ¿O sea cómo?, alguien que no es ni médico, ni virólogo y que fue señalado de haber llevado a cabo el simulacro de una pandemia, denominado acto 201, con la participación de la Universidad John Hopkins y el Foro Económico Mundial, apenas en octubre del 2019.
Amigas, amigos, o es una casualidad o el resto somos muy estúpidos para creer que lo es. Resulta que el señor Gates, Warren Buffet y Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, de pronto han triplicado sus fortunas a partir de la crisis por el coronavirus, mientras el resto, millones de personas, han perdido sus trabajos, han visto disminuidos sus ingresos y quebrado sus negocios. Nos hemos visto inmovilizados, arrestados en los domicilios en contra de nuestra voluntad. Se ha privado a niñas y niños de asistir a la escuela. Se les impide ejercer su derecho a la educación, a jugar y todas las garantías, tanto de la Declaración como de la Convención de los Derechos de las Niñas y Niños. Las contradicciones siguen, se impide a los pequeños negocios laborar, mientras los grandes supermercados están abiertos como Costco, Sams, Aurrera, Elektra. Si una ferretería trabaja, al locatario lo obliga la policía a cerrar, lo golpea, lo somete y lo lleva preso.
¿Desde cuándo emplearse es un delito? Y dónde están las comisiones de derechos humanos alzando la voz? Nadie dice nada, se han vuelto cómplices por ignorancia, confabulación, miedo o contubernio, jueces, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, todo ente de poder, de pronto se volvió alcahuete de una pandilla de vivales que secuestró el planeta. El señor Gates promete una vacuna en 18 meses, ¿quién se la pidió? ¿Cómo sabe que en 18 meses estará? Ahora nos enteramos que su fundación Melisa y Bill Gates patrocina a la Organización Mundial de la Salud. La misma que todos los gobiernos replican como cotorros y justifican el confinamiento de las personas sanas. Por sentido común, quienes debieran estar en cuarentena son los enfermos, no los sanos. No es como se procede en San Luis Potosí, sólo por citar un ejemplo, la millonaria secretaria de salud, ordenó encerrarse a los dos y medio millones de potosinos desde el 23 de marzo a la fecha, mientras que apenas van media docena de muertos.
Es la genialidad de la autoridad sanitaria. Le apuestan a que si el resto de la gente no muere de coronavirus, seguro lo hará de hambre por las consecuencias desastrosas que el cierre económico traerá en breve tiempo. Si la ciudadanía no trabaja, no come. Los que ya padecen la crisis son los vendedores callejeros de semillas y algodones de azúcar. La secretaria de salud, acostumbrada a despedir a los médicos, aún en periodos donde no hay pandemia, no le importará. Menos ahora. Es lo que pasa ahora, una masiva violación de los derechos humanos. Nos quieren ver correctos en términos políticos, pero quedamos como verdaderos imbéciles. Ridículos con bozales, mientras respiramos nuestro propio dióxido de carbono, distanciados y aterrados por un supuesto contagio, impedimos que la inmunidad de rebaño nos proteja ante el supuesto virus.
Ahora resulta que es muy diferente y especial. Es único, no existirá otro similar. Nos dicen que es nuevo, cuando productos de limpieza como el pinol y otros aerosoles, ya lo combatían desde hace años. El gremio médico nos avisa que es muy contagioso, pero también protestan para que no se les exija ser héroes, vaya situación chusca de complicidad en una farsa orquestada desde círculos de élite con ejecución de quienes no movieron un dedo, porque así no perderían privilegios. Terrible y doloroso. Parte de la exhibición del mercantilismo. También afloran las filias políticas. Con tal de justificar la «pandemia», inmoladas partidarias aseguran haber vivido en carne propia los estragos del coronavirus y hasta reclaman no tomar a juego algo tan grave, cuando en realidad lo que protegen es su empleo y el juego de intereses para seguir medrando. Les conviene, aunque todo sea una mentira.
Sea cierto o no, el miedo y la ignorancia hace que los derechos humanos sea violados de forma masiva, se lesiona nuestra dignidad, cumpliéndose lo que hace años descubrí al investigar para mi tesis en derechos humanos, que quien tiene el poder, se olvida para qué sirve. En lugar de usarlo para servir y proteger, abusa, hace todo lo posible para no perderlo, sea económico, político, social, religioso, mediático, militar. Aceptamos estar confinados en nuestras casas, por miedosos e ignorantes. Cada año mueren millones de personas a causa de la gripa, influenza y otros males respiratorios. No nos informamos ni lo sabíamos siquiera. Hoy los servicios de salud nos espantan y por ocultos intereses, de pronto nos ordenan los gobiernos no salir de casa, no tomar el sol, ni fortalecer nuestro sistema inmunológico. No les preocupa nuestra salud, es para no verse exhibidos en su gran atraco, desviación de recursos y promesas incumplidas en un inexistente sistema de salud.
Nos prohíben ir a la playa a tonificarnos con el mar y la ósmosis que nos haría fuertes, nos doblegan impidiendo tocarnos, abrazarnos, saludarnos, comunicarnos de frente, afectando nuestro estado anímico, produciendo miedo, ansiedad, depresión. Irónico, afectan nuestra salud en aras de «nuestra salud». Los suicidios y la violencia familiar dan cuenta del fenómeno. Lo cierto es que las inconsistencias nos muestran que Estados Unidos utilizó a China como su productor esclavo durante años. Ahora quiere mantener su hegemonía y ha demonizado con un virus a China. Independiente de si el virus fue introducido en China por el propio Estados Unidos, el mundo está detenido. China está bloqueada, al resto del mundo nos usa como se le antoja al imperio estadunidense, con gobiernos adictos y sometidos a los intereses del gran capital. Suecia y Japón no paralizaron a su pueblo y no tienen más muertos comparados con ciudades que cerraron todo. Países africanos como Tanzania y Madagascar exhibieron la falsedad de las pruebas de covid 19, papayas, cabras y aceite de carro, dieron positivo…
En China, sólo en Wuhan hubo miles de muertos, en el resto de China o países vecinos no se registran cantidades numerosas de contagiados ni de muertos, como pasó en Rusia, Corea y otras partes asiáticas. Mientras, en países europeos, las tasas de mortalidad se dispararon. ¿Es algo distinto al coronavirus o son cifras falsas como denuncian diputados italianos y químicas? En Sudamérica justo en el momento que caía un muerto de coronavirus, había una cámara de video grabando. ¿Sucede cuando por tomar Coca Cola la gente enferma de diabetes? Decenas de mandatarios usan terminajos esotéricos como la «nueva normalidad». ¿Cuándo la normalidad ha sido «nueva»?
Mientras, se exaltan los retenes policiacos, terrorismo de estado, despidos masivos, endeudamientos internacionales, secuestro y privación de la libertad, asedio psicológico y uso de tecnologías 5G con placas cuya leyenda cita, covid 19. Los derechos humanos surgieron para frenar los abusos de poder. No habrá un final feliz. Tarde o temprano la mentira se va a develar. No se puede mentir todo el tiempo ni se puede engañar a todos al mismo tiempo. Y adicional, de pronto Facebook, Twiter y en general, las redes sociales, bloquean, eliminan y vigilan, para que sólo predomine la versión gubernamental, la que encubre una falsa pandemia que justificará una crisis económica sin precedentes, donde los ladrones se salen con la suya y nos responsabilizan al resto, de extender la «pandemia» y sus consecuencias, como la crisis económica. Mientras, las élites se enriquecen al triplicar sus fortunas, por apostar contra todos los demás.
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