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Gabino Morales podría terminar como barrendero o chofer de López Obrador

Algunas voces le recomendaron al mega delegado Gabino Morales, no hacer la bacanal para festejar su onomástico, hasta el próximo año, cuando ya tuviera pleno control político y económico de Morena. Y entonces sí proyectarse como el candidato invencible para la gubernatura en el 2021. Pero lo aceleró su asesor de cabecera, el Ayatola, el ex presidente estatal del PRI y ex diputado local, Jorge Arreola, que lo empujó al escarnio, al escándalo vil.

Varios meses atrás, Morales era un sujeto insolvente, sin un centavo en el bolsillo. Ahora que se convirtió en la figura central del presidente Andrés Manuel López Obrador en San Luis, se volvió un “sujeto de crédito”. Aunque no tenía los más de 2 millones de pesos para la comprar de comida y vinos que repartió a la clase política y empresarial de San Luis, se pudo “endrogar” por adelantado con voraces contratistas a los que tendrá que pagar el subsidio con las millonarias licitaciones que se avecinan. Ningún cambio importante habrá en el campo de la transparencia y manejo honesto del erario federal.

Otro de los puntos que resaltan los detractores del soberbio funcionario es analizar los que faltaron al polémico banquete. Resalta la inasistencia de los cuatro alcaldes de Morena. Ninguno de los 7 diputados federales de Morena. Al contrario, exigieron su renuncia, por misógino y violento. Solo lo acompañaron 3 de 9 legisladores locales. No asistió el delegado metropolitano de programas integrales, Leonel Serrato. Menos el líder estatal de Morena, Sergio Serrano, con el que tiene diferencias abismales. No lo acompañó el senador Primo Dothé, al que cada rato le pone zancadillas. Tampoco lo respaldó el empresario del ramo automotriz, Antonio Lorca, que representa en la entidad los intereses del coordinador de la bancada de senadores, Ricardo Monreal, que también tiene un pleito a muerte con el conflictivo super delegado.

En síntesis, fue un completo fracaso el acto que sirvió como un ejercicio para mostrar músculo, fuerza, control interno. Hacia afuera, el saldo también resultó desastroso. Otro brazo derecho de López Obrador, César Yáñez, terminó como mayordomo de palacio nacional, por andar de ostentoso al momento de casarse. El destino que se prefigura para Gabino Morales debe ser igual. Suponen que le hará compañía a su símil, tal vez como barrendero, velador, mensajero o chofer de su mecenas.

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Gabino Morales contradice las tesis de gobierno de López Obrador

La invitación al cumpleaños del super delegado federal Gabino Morales circuló profusa en las redes sociales. La bacanal al estilo del llamado “viejo PRI” se realizó en un jardín ubicado en la carretera a Zacatecas 105, colonia Saucito. Se estima que a la comilona fueron más de 300 invitados, que probaron distintos platillos y alcohol de todo tipo. Hasta los colaboradores cercanos al funcionario lo califican de fantoche y megalómano. Y dada su elevada soberbia, no se iba a quedar atrás del ostentoso festín que antes hizo en su boda el ex diputado federal de Morena, César Yáñez. Menos se iba a doblegar ante la masiva boda que organizó su rival político, el senador de Morena, oriundo de Tamazunchale, Primo Dothé.

Morales es el personaje más cercano en el ánimo del presidente Andrés Manuel López Obrador, al que cada rato decepciona y le genera molestos escándalos. Cuando el historiador Pablo Moctezuma lo coló en la nómina de Azcapotzalco, Morales fue denunciado de encabezar en horario de trabajo, en San Luis, grillas palaciegas. Como dirigente de Morena, dilapidó las prerrogativas en pachangas y en negocios con sus allegados. Usó el erario para ahogar cualquier queja de protesta, con lo que logró imponer como candidato a la gubernatura a su otrora mentor, Sergio Serrano, que ahora lo detesta. Ambos se gastaron las canonjías en su propio beneficio. A los demás contendientes, los dejaron en la quinta chilla. En la última contienda donde el tabasqueño arrasó, San Luis, bajo el mando de Morales y Serrano, en lugar de sumar, fueron auténticos estorbos.

Apenas fue designado enlace con el gobierno federal, Morales enseñó el cobre. Viaja constante en avión. En México, se mueve en automóvil del año con chofer las 24 horas para lo que se le antoje. Rápido se ensañó con sus correligionarias que lo encumbraron. Las trata con la punta del pie. Son putas y mal agradecidas. Aplastó y marginó a los que le hacen contrapeso. Como el empresario del ramo automotriz, Antonio Lorca, cercano al senador Ricardo Monreal, que vaticinó la pronta caída de Morales. En lugar de generar un clima de empatía para su jefe, logró que en dos visitas, lo recibieran con reclamos y enojos. Le gritaron que debía correrlo, por corrupto y cizañoso. La agenda del presidente se enrareció por los nulos oficios de su enclave. Pero en su visita a Cedral, ya no subió a su ineficaz ayudante al templete.

En su reciente viaje a Aquismón y Valles, con una cachucha de Morena encima, Morales se quiso hacer el gracioso ante su mecenas, que optó darle la espalda. Lo borró del mapa. Otro signo que anuncia nubarrones para el conflictivo funcionario, que mezcla el trabajo institucional con la politiquería. Está obsesionado en mangonear la bancada de Morena. Busca desplazar de la dirigencia estatal del partido a Serrano, al que le corrió de la oficialía mayor a su recomendada, Marcelina Oviedo. Ostentoso, derrochador, Morales invitó a la clase política a su onomástico. Se tomó fotos al lado del magnate Juan Carlos Valladares.

Por el fenómeno de la capilaridad y la ósmosis, ya hacen equipo en el mismo estrato social. El estilo del dispendio, Morales lo aprendió de su nuevo mentor, su consejero y biógrafo, el ex dirigente estatal del PRI, Jorge Arreola, al que no pudo colar como oficial mayor del poder legislativo. Para compensarlo, ya aceptó como brazo derecho al ex candidato a la alcaldía de Soledad, Carlos Arreola. Morales maneja a distancia a la diputada Paola Arreola, que trató de imponer como oficial mayor a su cuñado, Saúl González, esposo de su hermana, Adoración Arreola, a la que tiene de secretaria particular.

Mientras López Obrador pregona la humildad, frenar el derroche, no mezclar el aspecto gubernamental con las acciones partidistas y electorales, su delfín hace todo lo contrario. Lo pone en ridículo. Sabe que no puede recibir ningún regalo ostentoso y colocó una mesa con la frase recurrente de su patrocinador, Me canso ganso, para que lo compensaran. Hace lo que se antoja porque su padrino lo cubre con el manto de la impunidad. Morales es ya el primer colaborador neo fifí que arroja el mandato de López Obrador.