Bárbara Guerrero “Pachita†nació en Chihuahua en 1900. Abandonada por sus padres, fue criada hasta los 15 años por Charles, un hombre afrodescendiente, quien le enseñó a observar las estrellas, curar con plantas y realizar sanaciones a animales. A una edad muy temprana, Pachita se unió a las tropas de Pancho Villa. Sin embargo, acusada de brujerÃa, desertó, ocultó sus conocimientos y cercanÃa a lo espiritual por un tiempo. Formó una familia, se dedicó a vender boletos de loterÃa, trabajar en los camiones, entre otras actividades para ganarse la vida.
Sus dones de mediumnidad y sanaciones salieron a flote a partir de circunstancias crÃticas en las que se vio en la necesidad de ayudar. Bárbara Guerrero aseguraba que el espÃritu de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, encarnaba en su persona, entraba en trance, recitaba algunos poemas o encantamientos mágicos y es entonces cuando el desencarnado emperador azteca la poseÃa.
Se dice que los tratamientos que realizaba Pachita eran variados, limpias con huevo, infusiones con plantas, cataplasmas de papa, enemas con leche, remedios extraños y en casos extremos, cirugÃas psÃquicas, operaciones de lo más insólitas. Envuelta en un ambiente de misticismo, en un cuarto en penumbras, solo iluminado a la luz de las velas, donde predominaba el olor a alcohol y sangre, tomaba un cuchillo oxidado, el cual decÃa, perteneció al “hermanito Cuauhtémocâ€.
Rasgaba la carne de sus pacientes, vertÃa un litro de alcohol en al área a operar, para luego, con verdaderos actos de psicomagia o prestidigitación, sacar órganos o tejidos dañados, como el corazón, cerebro, hÃgado. Los sustituÃa por otros nuevos, materializados de la nada. Al final, solo pasaba su mano por las heridas que aun sangraban de forma abundante, para no dejar ninguna huella. Luego, el paciente era envuelto en sábanas o vendajes con estrictas indicaciones, quedaba inerte durante 30 minutos. Después, pasado el lapso, habÃa sido sanado de manera milagrosa.
Distintos personajes conocieron de cerca el trabajo de la curandera. Uno fue el cientÃfico mexicano, Jacobo Grinberg Zilberbaum y el cineasta chileno, Alejandro Jodorowsky, de quien hablaremos en otro momento. Decididos a desenmascarar a Pachita, se adentran en el espacio misterioso y mágico de la conciencia humana. Jacobo Grinberg, quien tiempo más tarde se vuelve incluso su ayudante, decide estudiar a la curandera y expone que Pachita era capaz de manipular la Lattice o el espacio, al materializar órganos, objetos y tejidos. Es decir, aparecÃa de la nada, lo que necesitaba para curar a sus pacientes. Según las hipótesis del cientÃfico, sustentadas desde la teorÃa sintérgica, se explica que hay una interacción congruente entre el campo neuronal de Pachita (la mente) y una banda de la Lattice (orbitales de la conciencia, lo que serÃa el espÃritu de Cuauhtémoc). HacÃa que fuera capaz de modificar la realidad, es decir, todo lo que parecÃa ser milagroso, bajo dichas hipótesis, se basa en el mismo mecanismo que nosotros utilizamos para crear nuestros pensamientos.
¿Estamos ante una sugestión colectiva? ¿Una especie de trance hipnótico al que los pacientes de Pachita eran sometidos? ¿Una poderosa manipulación de la mente humana que mediante tal grado de sugestión era capaz de curar o una realidad que no terminamos de comprender?
“Quien desee penetrar a la realidad de las certezas y la sincronicidad consciente, debe adquirir fuerza, de otra forma sobreviene la confusión, la tristeza y el olvidoâ€. Jacobo Grinberg Zilberbaum, Pachita.