En la conferencia matutina del 12 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló sobre los proveedores predilectos de los anteriores sexenios, donde aún prevalecen estructuras del viejo régimen. En “aras de la honestidad”, ha solicitado a funcionarios que si están en desacuerdo con su doctrina, “ayuden con su renuncia”, pero se resisten a irse. Expuso que son fenómenos vigentes en la Comisión Nacional del Agua, Seguro Social, Comisión Federal de Electricidad y otras dependencias que faltan limpiar. “Vamos a pedir informes para saber si todavía participan y ver si se trata de asuntos legales”.
“Pero también es un tema de moralidad, porque son expertos, como el Maestro Limpio, no dejan ningún cabo suelto. Había un mandatario estatal que era contador. Tenía su despacho y le arreglaba las cuentas a los anteriores que salían. Era el que saneaba todo y luego llegó de otro partido. Imaginen, lo mismo. Se los dejo de tarea, para que investiguen”. Alguien le preguntó el nombre, pero se negó contestar. “Ay, ya quieren ustedes todo. Era un contador que tiene su despacho, le arreglaba las cuentas a los gobernadores de otro partido. Nunca encontraba nada y cuando llegó al cargo, menos. Se las sabía de todas, todas”.
Luego circuló un video en las redes sociales donde se planteó que el trabajo sucio realizado por el contador público, desde su despacho, no se limitó a las cuentas públicas de sus antecesores. Lo hizo para otros gobernadores que luego fueron prófugos de la justicia por su desmedida corrupción. Como fue el caso del ejecutivo de Coahuila, Rogelio Montemayor. Señalaron que en el número 1336 del 9 de junio del 2002, la revista Proceso documentó que el ex funcionario, que estuvo en el cargo de 1993 a 1999, “dejó un reguero de negocios al amparo del poder. El manejo de las finanzas públicas fue tan desaseado que el nuevo tesorero, Eloy Dewey, se horrorizó y presentó su renuncia a los pocos días de ocupar el cargo”.
“Las cuentas alegres de Montemayor, actual prófugo de la justicia, por presunto peculado en perjuicio de Pemex, fueron avaladas por el despacho de Marcelo de los Santos, que fue contratado gracias a su amistad con el entonces contralor Juan Antonio Cedillo, parte de la camarilla de Coahuila que el gobernador se llevó a la paraestatal y que en su mayoría comparten hoy su suerte”. En el documental se afirmó que “el servicio de Maestro Limpio, como ironizó el presidente a costillas del potosino”, lo realizó Marcelo de los Santos para varios de sus predecesores donde figuran Carlos Jonguitud, Florencio Salazar, Leopoldino Ortiz Santos, Gonzalo Toribio Martínez Corbalá, Teófilo Torres Corzo, Horacio Sánchez Unzueta, Fernando Silva Nieto y Fernando Toranzo.
“Las complicidades lo ayudaron a pavimentar su llegada a la gubernatura, donde también fue acusado de corrupción, incluso inhabilitado. Antes fue exhibido por ser uno de los operadores financieros del dinero oscuro e ilegal en la campaña presidencial de Vicente Fox. Y por ser cómplice o encubridor del desfalco a miles de ahorradores en el fraude de la Unión de Crédito Regional, organismo bancario que daba servicios a clientes del centro del país”. En su etapa de comisario de Unicrer, Marcelo de los Santos se coludió con las familias más adineradas de la entidad, donde figuran los Valladares y Torres Corzo, para cometer un gigantesco fraude que superó los 10 mil millones de pesos. En Guanajuato, un juez le giró orden de arresto. Lo salvó de pisar las mazmorras Fernando Silva, que facilitó 200 millones de pesos del erario para desactivar a los gritones que tenían las inversiones más pequeñas.
Marcelo de los Santos se caracterizó por las obras faraónicas, de costos inflados, como el museo Laberinto de las Ciencias y Artes, Centro Estatal de las Artes y el Centro de Convenciones, que superó los 500 millones de pesos. Tuvo de contratista predilecto a su compadre, Leopoldo Stevens Amaro, actual secretario de desarrollo urbano y obras públicas, al que le entregó los trabajos más boyantes del sexenio. A través de su jefa de prensa, María Luisa Paulín, denostó a los integrantes del gabinete, para que no le hicieran la mínima sombra. El ex comandante de la policía judicial, Julio Alfredo Ceballos Alonso, lo acusó de vender la plaza a Los Zetas en una cifra millonaria, por lo que cometieron incontables asesinatos y secuestros sin que sufrieran las mínimas bajas. Antes de irse, solicitó un crédito de mil 500 millones de pesos, sin aclarar su destino. Apenas le dejó a su relevo, al que fuera su secretario de salud, Fernando Toranzo, 49 millones de pesos.
El vengativo cirujano le impuso como castigo, a través del contralor, José Isaac Delgado, una multa de 7 mil 791 millones 300 mil pesos y lo inhabilitó a ocupar un cargo público durante 20 años. La querella se dirimió en los tribunales, donde el astuto contador logró el indulto. Marcelo de los Santos fue el ariete que usó el maximato local, Horacio Sánchez Unzueta, para enterrar en definitiva al otrora líder del llamado Grupo Universidad, Juan Ramiro Robledo Ruiz, que fue senador y diputado federal por el PRI. Junto con Silva Nieto, le tendieron la cama, para que se animara a competir por la alcaldía de la capital. En la contienda interna doblegó al comerciante del ramo eléctrico, Fernando Pérez Espinosa, comodín de Sánchez. En la pelea constitucional, fue doblegado por el sospechoso panista, quien antes recolectó fondos para las campañas del tricolor.
También, gracias al respaldo de Sánchez Unzueta y Silva Nieto, para sortear la complicada aduana, el contador midió fuerzas con el entonces factotum del PAN, José Alejandro Zapata Perogordo, el único que hacía contrapeso a los planes transexenales del jefe político de la entidad. Fue abrumador el acarreo de votantes de los 58 municipios. Se contaron más de 100 autobuses que se estacionaron en un baldío contiguo al hotel María Dolores. Se repartió comida a borbotones. Ni con el respaldo del entonces presidente, Felipe Calderón, Zapata pudo evitar la catastrófica derrota que marcó su devenir político. Después buscó ser alcalde de la capital otra vez, pero fue derrotado por el novato rector de la universidad autónoma, Mario García, impulsado por Sánchez Unzueta y su títere, Fernando Toranzo. Con Marcelo de los Santos se dio la primera alternancia, cuando sus mecenas le ofrecieron en bandeja de plata al bonachón candidato del PRI, Luis García Julián, al que abandonaron antes de las votaciones. Además del vergonzoso tropiezo, se quedó lleno de deudas. Tuvo que vender una casa para saldarlas. Marcelo de los Santos aspiró luego a una senaduría, pero lo traicionó su delfín, el ex presidente estatal del PAN, Xavier Azuara, que torció por Marco Gama.