Pese a la tempestad salió humo blanco

28 febrero, 20233:01 amAutor: Alejandro Zapata PerogordoNoticias Opinion

Hace algunos días, la mirada estuvo puesta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por la gran expectativa que causó renovar su presidencia, ante el enorme escándalo suscitado por las revelaciones de Guillermo Sheridan, relativos a las acusaciones de plagio atribuido a la ministra Yasmín Esquivel, respecto a su tesis para obtener el título de licenciada en derecho, con lo que abrió todo un abanico de especulaciones, al ser considerada una fuerte aspirante a ocupar el cargo.

Un fuerte rumor que rondaba en el ambiente consistía en que contaba con las simpatías del titular del ejecutivo, quien dio pauta para robustecer las suspicacias, al abordar el tema en sus mañaneras, al dar su apoyo a la cuestionada ministra, con evidentes presiones a sus colegas para favorecerla. La conducta injerencista a todas luces fue pública, desaseada e irrespetuosa.

Tales acontecimientos sirvieron para catapultar la fundada molestia en importantes segmentos, más aún cuando se utilizó a la Fiscalía de Justicia de la Ciudad de México, para exculpar a la ministra, acusada de plagio, lo que levantó ámpulas.

Por supuesto, la duda, el sospechosismo y la desconfianza sobre la capacidad de los ministros de mostrar la autonomía e independencia, permeó rápido en el ánimo colectivo, actualizó una estela nebulosa que impedía ver con certeza, posiciones en defensa de la corte.

En sentido contrario, las señales de la ministra cuestionada al continuar en la contienda, mostraban una obcecada actitud de revancha, su postura puso en riesgo la certeza del Poder Judicial de la Federación, lo adecuado era separarse, aunque fuera de manera temporal del cargo, mientras se hacían las indagatorias, pues era obvio que su plumaje se había enlodado y aun así persistió en el afán al poner en entredicho a las instituciones.

Sin embargo, la instancia resistió la embestida, las votaciones de la nueva presidenta, Norma Lucía Piña Hernández, vino a disipar las dudas y poner calma, se inició el año con un positivo acuerdo. Esquivel solo obtuvo un voto en la segunda ronda, seguro el propio.

No obstante, el escándalo siguió adelante. Alcanzó a la UNAM, a la que corresponde determinar lo propio, ya que han surgido hipótesis de posible conflagración, entre algunos de sus académicos, producto de haber quedado demostrado, la existencia de cuando menos un trabajo plagiado.

El tema de fondo se torna más complejo, de lo que en la superficie se aprecia. Las manipulaciones, trampas e impunidad, donde participan personas que ocupan altos cargos, es un lastre que se arrastra desde hace tiempo. En el actual sexenio, los aspectos sobresalientes, que contrastan con el discurso presidencial, son los escándalos donde se justifica lo ilegal con lo leal. Aplican la célebre frase, “no me vengan con que la ley es la leyâ€.

Momentos aciagos

Transitamos por una temporada compleja, donde han confluido una serie de acontecimientos que hacen aún más difícil abrir un camino hacia nuevos y positivos horizontes. Se trata de un episodio sin precedentes.

La circunstancia es más profunda de lo que parece. Para algunos constituye un enorme problema de dimensiones desconocidas. Otros lo consideran un fenómeno de transformaciones donde lo que interesa son los fines.

Donde es más notorio y, en gran medida, fuente de otras crisis, es el área política, ante la inexistencia de una práctica adecuada, sin usar las elementales herramientas: diálogos, reflexiones, intercambio de ideas, búsqueda de consensos, debates, deliberaciones, encuentros con la razón, tolerancia y respeto.

Por el contrario, el clima de confrontaciones y descalificaciones, es el sello de la casa, sin margen de acercamiento y menos entendimiento, quienes detentan el poder, tienen metido en la cabeza que los opositores les estorban y, en consecuencia, hacen todo para retirarlos del camino.

No están dispuestos a convivir de manera armónica en una sociedad plural, al revés, defienden sus posturas en carácter de inamovibles, únicas e incontrovertibles. Se apoderan de una razón de estado, que utilizan como bandera maniquea en su narrativa. Justifican la cerrazón y sus excesos.

En tanto, se han agudizado una serie de problemas que afectan la vida nacional, sin que se les haya prestado la adecuada atención. Usan estrategias y políticas públicas que han evidenciado un total fracaso. Los resultados saltan a la vista, la gente paga los platos rotos.

El daño está hecho, sin embargo, el cuestionamiento que impera en el país, consiste en buscar soluciones que atemperen y nos brinden esperanzas para salir de la crisis, la que, por cierto, no aceptan.

En principio, es pertinente hacer hincapié que el debate social sobre el tema que nos ocupa inició con la marcha y el desfile del 13 y 27 de noviembre pasados, movimientos que pusieron sobre la mesa el cambio o la continuidad.

Una reacción interesante, derivada de un diagnostico que se arrastra desde hace años, fue la protagonizada entre el senador Ricardo Monreal y el diputado federal, Santiago Creel, que retoman el propósito de impulsar la reconciliación nacional, punto toral que tiene algunas vertientes.

Seguir una actitud de respuestas al tono agresivo e irrespetuoso de López Obrador, conduce a continuar el proceso del peleador callejero, donde es su terreno y experto en la materia, cuando es importante concientizar a los ciudadanos.

Hace varios años, México se consideraba entre los países más felices del mundo, con todas las carencias y problemas, veíamos la vida con optimismo, con alegría, sacábamos provecho de lo adverso. La connotación se ha diluido, la fragmentación social, en gran medida auspiciada desde el gobierno, ocasiona un detrimento en la calidad de vida. Es necesario rescatar el ánimo positivo y la unidad en lo esencial.

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