La dentista asesinada y menor de edad
2 enero, 201911:51 pmAutor: La NoticiaCapital Municipios Noticias
El femincidio de la dentista Érika Muñoz Villaseñor el 17 de octubre del 2018, sacudió e irritó a los potosinos, se supo que tenía 8 meses de embarazo. El bebé estaba por nacer. Fue ejecutada de cuatro balazos en su consultorio ubicado en la calle San Bonifacio, en el fraccionamiento Juan Pablo, ubicado en la capital. Al principio se dijo que fue ultimada por resistirse al robo, pero no se llevaron nada de sus pertenencias. El subprocurador de procedimientos jurisdiccionales, Aarón Edmundo Castro Sánchez, dijo que se investigó el presunto asalto y entorno personal de la occisa. Ante tantos casos similares, impunes, un ciudadano increpó al gobernador Juan Manuel Carreras, al que reclamó la inseguridad y tener a San Luis en un baño de sangre. Le exigió esclarecer el asesinato de Muñoz.
Ante las presiones de organizaciones feministas nacionales, el gremio de odontólogos y medios informativos, la policía ministerial agilizó las pesquisas. Se supo que el sicario fue un muchacho de 20 años, llamado Cristian Eduardo. Cometió el error de llegar al consultorio a atenderse una supuesta dolencia, en un carro de modelo reciente, que su suegra le había comprado para manejarlo como Uber. La secretaria le dijo que fuera por la tarde. Regresó, la doctora atendía a otro paciente. Le sugirió volver en media hora. Cuando entró, se topó con la persona que salía. Como ya no había más visitas, la víctima cerró el local y se quedó sola con el verdugo.
Los vecinos escucharon varias detonaciones de arma de fuego y llamaron a la policía. Nadie miró que saliera el pistolero, pero fue captado por una cámara cercana donde se grabó la huida en el carro que usó por la mañana. Los agentes encontraron a la profesionista tirada en un charco de sangre. Tenía dos impactos en el vientre. La bolsa, llaves del coche y otros enseres estaban intactas, por lo que se descartó el móvil del asalto.
Los agentes siguieron la ruta del homicida a través de las cámaras de los diversos comercios. Una de alta definición captó las placas de la unidad, que los llevó con la dueña, la suegra del sospechoso, enviado por el autor intelectual, Othón Isaac, que fue paciente de Muñoz, con el que tuvo un romance y resultó embarazada. La víctima se negó a abortar, como le pidió su pareja, con el que tuvo fricciones para que le cubriera las citas al ginecólogo y la clínica del parto. La cesárea se planeó el 22 de octubre, 5 días antes de ser ejecutada.
Se supo que Othón Isaac estudió en el colegio militar y tuvo un alto cargo en la policía turística de Acapulco. Luego llegó a San Luis donde se dedicó a vender productos naturistas para bajar de pesos. Por un interpósito, conoció al gatillero, que cobraría 50 mil pesos por la encomienda. Recibió la mitad como adelanto, el resto consumado el cobarde asesinato. Cuando fue ubicado por los ministeriales, trató de huir por las azoteas vecinas, pero fue capturado.
Otro feminicidio que alteró a los potosinos fue el de la joven de 16 años, Odalis Hipólito que el sábado 10 de marzo del año en curso, le llamó a su hermano José Hipólito, cuando manejaba un auto, acompañado de su madre. Puso el altavoz. La escucharon decir que estaba en el cumpleaños de una amiga. Iba a pasar la noche en casa de una tía. Les sugirió que al día siguiente fueran a comer y al cine, junto con un amigo que les iba a presentar. Les pidió checar la cartelera por internet para elegir la película.
Las crónicas locales relataron que la víctima quería regresar a la preparatoria Lasalle, ubicada en Reforma, que dejó meses antes. Hija de familiares ambulantes y vendedores establecidos, los ayudó de manera ocasional. También colaboró con su mamá en las labores domésticas. Le gustaba escuchar la música de Adán Zapata a todo volumen. Dicen que sabía andar en la calle. Conoció el centro histórico, ya que hizo la primaria y secundaria en la zona. Aunque era una niña, mostró cierta independencia. Vivía con su madre y dos hermanos, solía quedarse con la abuela, en la colonia San Luis o con una de las tías. Siempre dijo dónde andaba. El sábado por la tarde, metió a su mochila dos playeras, un cambio de ropa interior y los audífonos. Partió a la fiesta.
Odalis Hipólito y un primo caminaron por calles oscuras hasta una casa en Valentín Amador, cerca de la antigua estación del Ferrocarril. Los esperaba su amigo Jorge con su madre y la cumpleañera. Las reseñas establecen que no probó el pastel, sólo pidió un vaso de leche. El domicilio era casi familiar, ya que su pariente se metió a una recámara a ver la tele. La víctima siguió la velada con sus conocidos. Al notar que era tarde, pidió prestado un celular para hablar a su casa. Le llamó a su hermano y una prima. Les dijo que pasaría la noche en casa de una tía. “Adiós carnal, te quiero mucho, nos vemos mañana”. Se despidió luego de planear la ida al cine.
El domingo a las 7 de la mañana, José Hipólito recibe otra llamada del mismo número. Le informan que su hermana está muerta. Era la voz era de la mujer que había facilitado el celular. Se imaginó una broma, pero del otro lado de la línea siguió la cruenta historia. La informante narró que otro de sus hijos salió a trabajar temprano y que se encontró con policías y trabajadores funerarios que bajaron el cuerpo de la jovencita de los barrotes.
Uno de los que participaron en las fúnebres tareas, conocía al testigo y Odalis. Le dijo que la occisa era su amiga. Corrió al domicilio a dar la fatal noticia. La madre se comunicó con los familiares de la caída. José Hipólito se cambió rápido para ir al sitio donde estaba su hermana. Luego les informaron que se había ahorcado en el barandal donde se ubica la zona de transferencia del transporte urbano. Todo era confuso y lleno de dolor. Los afectados no alcanzaron a mirar la grotesca escena. La policía llevó el cuerpo al servicio médico legal de la procuraduría.
Algunos agentes y el ministerio público les dijeron que se trataba de un suicidio. Como la muerte ocurrió en la madrugada, se excusaron de no reparar en nada extraño. Ansiosos de recuperar a la niña, padre e hijo dijeron que no requerían más investigaciones. Veloz, en menos de cuatro horas, el fiscal Ángel Francisco Requena Aguirre, la entregó. Cuando vieron las fotografías de la menor en los diarios, sospecharon que no se trataba de un suicidio. Entonces notaron una herida en el mentón y arañazos en sus manos. Mientras velaban cuerpo, el padre, un tío y el hermano, volvieron a la procuraduría para solicitar se investigara la muerte. Les dijeron que volvieran a los tres días, porque estaban muy ocupados.
Molestos por el trato recibido, esperaron al subprocurador Aarón Edmundo Castro, quien remarcó que todo apuntaba al suicidio, ya que no hubo señales de abuso sexual. No les brindó datos de la necropsia ni abrió alguna pesquisa. En el acta de defunción, se consignó muerte por ahorcamiento. Nunca ahondaron sobre lo qué pasó desde la llamada a las 11:30 del sábado a las 2 de la mañana del domingo cuando pereció. La mujer que notificó el deceso y su hijo Jorge acudieron al velorio el domingo por la noche. José Hipólito los interrogó. Entonces supo que el primo se quedó a dormir en la casa.
La muchacha se despidió a la media noche. Jorge la acompañó al sitio de transferencia, donde tomó un taxi. Le preguntaron el número del auto, contestó no haberlo registrado. Los dos se despidieron, desde entonces no han vuelto a hablar. La procuraduría jamás los citó. Los familiares realizaron varias marchas para exigir se aclare el feminicidio. Se sumó el reclamo de la desaparecida hace 9 meses, Silvia Gómez. En cartulinas dijeron que a Odalys fue asesinada. El colectivo Vivas nos queremos, negó el suicidio, resaltó que es feminicidio. Exigieron la renuncia de Edmundo Castro.
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