Brujas. Un miedo explicable

23 noviembre, 20231:44 amAutor: Edmundo DantésCultura

[…] las brujas, teniendo cuentas pendientes con don Carpio, venían a cobrarlas y procurarle males, en pago del que había hecho a cierta moza del rancho, cuya madre, según se susurraba, era una de las más desaforadas hechiceras que podían encontrarse por aquellos contornos […]

Coro de brujas (fragmento).

Cuento de Manuel José Othón.

Una gran mayoría de nosotros solemos pensar en temas de espantos, leyendas, ocultismo o historias de horror en noviembre, época del año en la que convergen, debido a nuestro contexto cultural contemporáneo de carácter híbrido (gracias a nuestra cercanía con los Estados Unidos de Norteamérica), por un lado la festividad del día de muertos, con un origen situado en el sincretismo entre las culturas prehispánica y católico-europea y la del Halloween, de origen anglosajón.

Un tema recurrente, pero que además genera todo tipo de miedos y polémicas, tanto en los relatos, libros o películas, como en series de televisión e incluso en las caricaturas, es el de las brujas. Todos tenemos a alguien que puede contar una anécdota vivida en carne propia o bien agenciada de algún familiar o amigo cercano relacionada con la aparición, intervención, avistamiento o vivencia de algún tipo, que tenga que ver con una o varias brujas.

Pero, ¿de dónde viene nuestro miedo a las brujas?, ¿de dónde la relación inmediata que nuestra mente hace del concepto con lo maligno, lo malo, lo peligroso, lo tenebroso, lo horroroso? Pues bien, el miedo que se ha transmitido de generación en generación se lo debemos a nuestra herencia cultural europea.

El temor a lo desconocido ha sido una característica del ser humano, sin distinción de lugar geográfico, creencia o cultura, puesto que forma parte incluso de la necesidad que hemos tenido, desde los tiempos más remotos, de explicar el origen y destino de nuestra vida, pero también de los fenómenos naturales, como los sucesos y acontecimientos que escapan al entendimiento racional y contexto conocido en la realidad palpable.

Si lo anterior es una realidad hoy en día, imaginemos dicha circunstancia en los siglos XIV y XV, donde se sitúa la proliferación de los miedos y el temor a las prácticas que fueron relacionadas con la hechicería y la brujería. Fue en tal época donde se le dio forma y concepto a las brujas como las imaginamos en la actualidad, es donde proviene la imagen caricaturizada y muchas veces ridiculizada de una mujer “feaâ€, de nariz prominente, con cabello gris, regordeta, vieja, vestida de negro, con sombrero de punta, menea un brebaje en un caldero en la penumbra de la noche. Es de donde provienen también las historias de aquelarres, raptos de niños, maldiciones lanzadas sobre personas y noches en las que debemos resguardarnos de los peligros latentes ante las libertades que suelen tomarse las señoras de aspecto temible.

En las décadas que transcurrieron entre los siglos mencionados, se reconfiguró el pensamiento católico respecto al mal, impulsado en gran medida por la Inquisición (que había sido fundada en 1184 al sur de Francia), lo cual, en palabras de Walter Benjamín, motivó a dos monjes dominicos inquisidores, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, para escribir el más famoso tratado sobre brujería llamado Malleus Maleficarum (en latín) o Martillo de las brujas (en español), publicado en 1487, en la región de lo que ahora es Alemania, que trata de tres temas principales: la definición y supuesta comprobación de que la brujería existe, la narrativa de las prácticas y rituales que se presume, llevan a cabo las brujas, la metodología para detectar, enjuiciar y sentenciar a las acusadas.

El tratado tuvo un un impacto inusitado, se convirtió rápido en la herramienta de consulta más utilizada por los inquisidores, lo cual fue consecuencia y origen de un crecimiento exponencial de persecuciones, encarcelamiento, enjuiciamiento y ejecución de miles de mujeres en Europa y el mundo occidental. El miedo, sustentado en la ignorancia que difundió el mencionado libro, arribó a Nueva España desde años tempranos, rápido fue asociado a las prácticas chamánicas, curanderas y uso de la herbolaria, que tanto hombres, como mujeres llevaban a cabo en los pueblos originarios, acordes a una cultura diferente e incomprendida por parte de los europeos. Pasarían muchos años (siglos en realidad) para que el velo de la ignorancia comenzara a retirarse poco a poco y se pudieran revalorizar, al menos de manera parcial, tales prácticas, como segmento de una herencia invaluable. Sin embargo, aun persiste el pensamiento medieval al respecto. 

Lecturas recomendadas: Benjamin, Walter. (2015). Juicios a las brujas y otras catástrofes. Hueders. Santiago de Chile. Othón, Manuel José. (2000). “Coro de brujasâ€, en Cuentos completos. Editorial Universitaria Potosina. San Luis Potosí, México.

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