Revolución. ¿Pugna por el poder o beneficio para la sociedad?

12 diciembre, 20239:45 pmAutor: Edmundo DantésCultura Opinion

Los cambios en la estructura social, política y económica, sobre todo los que modifican de manera sustancial el orden establecido, los usos y costumbres de arraigo longevo o las prácticas de gobierno que conducen el desarrollo, suelen ser violentos, efervescentes y radicales, es decir, revolucionarios.

Para escribir la historia de la humanidad, se han tomado como puntos de inflexión, las diversas revoluciones, dado que facilitan, además la explicación del devenir social universal, la historia nacional y regional. Por ejemplo, en los años más remotos de la historia, la revolución neolítica o la revolución de la rueda, la del fuego, entre otras, marcaron cambios radicales en el desarrollo de la humanidad, como la conocemos hasta nuestros días.

Igual de significativos han sido los cambios en los aspectos políticos más notorios, como la concepción del origen divino de la casta gobernante o los derechos hereditarios de mando o económicos, los cuales han marcado cambios en el rumbo que seguía la humanidad en las sociedades destacadas. Más cercanas en el tiempo hay dos grandes revoluciones de la era moderna, que son también dos de las más estudiadas y difundidas: la Francesa de 1789, que derrocó a la monarquía, como sistema político y la revolución industrial de la primera mitad del siglo XIX, que modificó el sistema de producción, ambas con efectos de impacto global.

Todos los ejemplos mencionados tienen un innegable aspecto en común, modificaron para siempre la forma en que vivimos y la manera en entendemos la convivencia social y sus estructuras. Sin embargo, también es cierto, a la luz del tiempo, la necesidad de poner en balance, los aspectos benéficos que trajeron consigo, los negativos y sus consecuencias.

La revolución mexicana, el suceso histórico que todos los mexicanos conocemos gracias a la masiva difusión de sus caudillos, a través de la historia propagandística del estado en todos los niveles educativos de carácter obligatorio, es un episodio de la historia que hoy, más que nunca, debería estar sujeto a estudio, crítica y revisión. Son muchas las preguntas por resolver a la luz del tiempo y no pocos los clichés, creencias y pretextos discursivos que han sido inventados y utilizados por los gobiernos en turno, al usar a la llamada revolución mexicana como el sustento perfecto del status quo gubernamental.

Desde los orígenes del Partido de la Revolución Institucional hasta nuestros días, bajo el manto de la autodenominada cuarta transformación, la historia ha sido utilizada como herramienta de justificación de la causa ideológica que se predica como sostén del actuar gubernamental. La exaltación de unos héroes y la denostación de otros, ha sido variante según los propósitos de la élite política en turno. Ayer el empresario y burgués Francisco Indalecio Madero era exaltado como el apóstol de la democracia, hoy Francisco Villa (salteador de caminos y líder popular) junto a Felipe Ãngeles, militar de extracción del sector social más pobre, son los rostros más promovidos. La forma es fondo, siempre.

Ante un aniversario más del proceso histórico iniciado el 20 de noviembre de 1910, vale la pena, como cada año, preguntarnos acerca de los resultados obtenidos, de quienes fueron los verdaderos beneficiados, las implicaciones económicas que trajo consigo el cambio de fondo que impulsó el movimiento armado, político e intelectual más importante del siglo XX mexicano. Preguntarnos acerca del sistema político que nos heredó y sobre todo, si los sectores más vulnerables, al igual de lo que ha sucedido a nivel global, fueron los que más bajas civiles obtuvieron, los que más pusieron (literalmente) el cuerpo y alma en el conflicto. Si los que más necesitaban que las circunstancias cambiaran, se vieron beneficiados y si a 113 años de los levantamientos y revueltas que sacudieron por completo al país, hubo verdaderas modificaciones. Cuestionemos los discursos oportunistas y el uso de la historia con fines demagógicos y propagandistas. Cuestionemos el manejo de nuestro pasado, acerquémonos mas a la historia desde la permanente búsqueda de la objetividad.

La historia no es militante, partidista o sectaria, es nuestro pasado compartido, no le pertenece a nadie y al mismo tiempo nos pertenece a todos. La historia, entre algunas otras disciplinas fundamentales, nos brinda la oportunidad, individual y colectiva, de ser críticos en pro de una conciencia libre, de un espíritu, semejante al que sin duda, motivó a muchos de nuestros antepasados a alzar la voz contra la opresión, la injusticia y la desigualdad. Nos permita hoy, desde el presente y la luz del aprendizaje obtenido, encontrar la mejor manera de hacer valer la pugna por la libertad. Lectura recomendada, Bloch, Marc (2000). Introducción a la historia. México. Fondo de Cultura Económica. Colección Breviarios. Cuarta edición.

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