Antes, el dueto formado por Ricardo Gallardo Juárez y Ricardo Gallardo Cardona, fue denunciado de quedarse con el adoquín de las calles que fueron reparadas con concreto hidráulico. Hubo evidencias contundentes que las históricas piezas, fueron a parar al rancho de los boyantes personajes, que también han remodelado, con cargo al erario, las calles y avenidas donde se ubican sus incontables negocios. El gobernador Gallardo Cardona, desesperado, sin licitar, arregló la avenida Fray Diego de la Magdalena y periférico. A una cuadra de la iglesia del Saucito, se encuentran la agencia de vehículos, Creativa Motors, el hotel Ruta 66 y los salones de fiesta La Candelaria y Camelot.

También remodeló el camino que conduce al aeropuerto, donde explota salones de fiesta y planea crear más fraccionamientos. Invirtió casi 25 millones de pesos en el bulevar Zapata, en Palma de la Cruz. A corta distancia se encuentra uno de sus ranchos, que lograron al regentear el erario de Soledad y la capital. Incrementó en más de 200 millones de pesos, sin concursar, las modificaciones superfluas a los parques Tangamanga, “preocupado� por el entorno y darles a los potosinos, un lugar digno para el asueto y el deporte. Pero fue agarrado con las manos en la masa. Guarda silencio cómplice ante la denuncia que hizo un trabajador, a través de un video, de docenas de árboles añejos que fueron cortados de manera abrupta y mezquina.

En lugar de plantar las miles de plantas que ofreció antes, le resulta más cómodo tirarlas y sacar una ventaja financiera. Es un ecocida, igual que el ex rector de la universidad autónoma, Mario García, que tumbó inclemente, un pequeño alveolo que se ubicó a un lado de la Plaza de los Fundadores. Gallardo Cardona hace una alharaca para castigar a los que maltraten a los perritos, pero corta árboles de manera impune, sin importarle los estragos del cambio climático. Propuso castrar a los violadores, a raíz del feminicidio de la bachiller de Villa de Arista, Chuyita Rodríguez. Pero no hace nada para castigar al fiscal, José Luis Ruiz Contreras, que encerró en las mazmorras a un chivo expiatorio, al que le endilgó sin pruebas científicas, el asesinato. En sus constantes y audaces latrocinios, Gallardo Cardona no mide las consecuencias de su atrabiliaria conducta.

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