Nadie busca a Johana Montoya Ramos
4 diciembre, 20191:19 amAutor: La NoticiaCapital Destacada Noticias
El 5 de marzo del 2018, desapareció la joven Johana Natalie Montoya Ramos, de 30 años, madre de tres hijos. Vivía en la colonia Hogares Ferrocarrileros. Salió de su casa después de las 11:30 de la noche, luego de una agria disputa con su cónyuge, Julio César Aguilar Guardado. La acompañó un amigo de la pareja al que identifican como “Mata”. Su madre, Leticia Ramos Medina, la contactó al día siguiente por teléfono. La víctima le dijo que se fue pues ya no soportaba vivir con el esposo. Se encontraba en la avenida de Los Pinos, en Soledad. Le suplicó que fuera por sus pequeños. Le contestó que los iba a traer, pero hasta que llegara al hogar paterno. Nunca volvió.
Ramos supo después que su hija y Mata se refugiaron en una casa del fraccionamiento Genovevo Rivas Guillén, cuyo dueño es conocido como “El hondureño”, donde la policía encontró el celular y ropa de Montoya. La procuraduría lo detuvo por sospechoso. Cuando fue interrogado, dijo que la dueña le vendió sus pertenencias. Mata apareció al año, de nuevo en Hogares Ferrocarrileros. Cuando lo investigan, aseveró desconocer el paradero de su acompañante. Ahora se dedica a pedir limosna. Se hace pasar por “catracho”. La madre cuenta que cuando habló por última vez con su hija, escuchó la voz de Mata, que además, iría por una sudadera al domicilio.
Ramos Medina denunció los hechos ante la fiscalía local. La encargada de buscar a los desaparecidos, Luz María Montes Mariano, se comprometió a hurgar en hospitales y anexos, pero no logró nada. “Todos los citados a declarar, parece que fueron aleccionados al decir lo mismo. Soltaron que vendía droga, pero vivió en la pobreza. A veces la ayudaba. No quise que se juntara con Aguilar, con el que se fue a los 15 años. Al principio funcionaron. Mi yerno trabajó en Euroval del Centro y Eurollanta. Luego empezó a meter pandilleros a la casa y hacer parrandas. Le reclamé que era incorrecto, por los niños. Se descompuso. Se quedó con el niño más chico, de once años. Lo va a echar a perder. No estudia. Viven en Cactus, en un condominio que les prestan. Cerca existe un punto, donde se drogan. La última vez que mi nieto fue a la casa, le dijo a sus hermanos y tíos, que no le regañaran, ya que estaba vivo de milagro, junto con su papá. Siempre le rogué a mi hija que lo dejara, por ser un irresponsable. La engañaba hasta con la cacerola. A cualquiera de sus amigas, la pretendía. Es una persona de lo peor y falto de respeto. Pero lo adoraba, nunca me hizo caso. Vivieron juntos mucho tiempo. Se casaron hace 4 años. Mi hija pagó la boda, con el apoyo de sus conocidos. Yo tengo a una niña de 15 años, que ya casi termina la secundaria. El niño de 14 años apenas concluirá la primaria”.
“Al inicio, mi yerno anduvo conmigo en las denuncias. Después sacó a los niños de la escuela. Entonces tuvimos problemas. Le quité dos hijos y se quedó con uno, que usa como gancho para pedir ayuda. Tiene parientes en Estados Unidos que le enviaban dinero. Otros le daban despensas. Pero ya le dieron la espalda. Ya lo conocen. Al niño que tiene, lo hizo a su modo. Le encantan los desmanes. Habla con maldiciones y peladeces. En la casa meten distintos fulanos y le puede suceder algo. Fui al DIF y no hicieron caso. No hay justicia. En el asunto de mi hija, aunque encontraron su ropa y el celular con el hondureño, no indagaron. Entonces ¿a qué va uno a la procuraduría a perder el tiempo?. Tengo la esperanza de que esté viva. Hay testimonios de que la han visto en Pavón, en el andador de la luna. Cerca de un altar a la santa muerte. Me dijeron que la miraron en una escuela de la misma colonia. Acompañaba a una señora con la que se presume, vivía”.
“Una prima de mi yerno me dijo que la vieron afuera de Aurrera de Pavón. Comentó que se encontró a la Chupona. Es el mote que tenía, ya que dejó el chupón a los seis años, cuando iba a la escuela. Se lo tenía que esconder. La muchacha comentó que mi hija la miró con ganas de hablarle. Las dos se sorprendieron. Pero de repente se paró un carro negro. Se bajó un hombre que le revisó las manos y la subió a bofetadas. Ignoro si es verdad. Pero mi yerno puso el audio donde le contaron los hechos. Entonces todavía no estábamos distantes. Fuimos juntos a poner las denuncias. Cuando le preguntan cómo se llevó con la esposa, contestó que de maravilla. Lo enfrenté. Lo obligué a decir que la golpeaba y se la vivían en pleitos, por lo que tenía que rescatarla. Le empecé a caer mal. Ya no me puede ver porque le quité a los niños más grandes. Hace poco, un amigo de la familia, que le dicen el Soldado, nos dijo que se había encontrado a mi hija cerca del distribuidor Juárez. Pero es inútil hablar con la policía, no actúan”.
“Mi hija es de un carácter muy sociable, pero también fantasiosa. Era de lengua suelta, no le teme a nada. Aunque no creo en lo paranormal, una sobrina me llevó con un brujo. Me comentó que está viva, pero anda en el peligro. Otro curandero repitió lo mismo. Lo más conveniente para recuperarla es que la metan a la cárcel. Tengo la esperanza que aparezca de pronto. Pero vivo en una incertidumbre muy grande. Imagino que la torturan. Es algo muy desgastante. Mis nietos me mantienen con vida. Creo que la explotan en lo sexual. No tengo duda que la secuestraron maleantes. Cuando atraparon al hondureño para interrogarlo, creí que iba a aparecer y sabría lo que pasó. Al soltarlo en lo inmediato, perdí la confianza. No me explico qué tipo de justicia tenemos. En ocasiones supongo que se la llevaron a otro estado. O que se sobrepasó de narcóticos y deambula por las calles. Como madre invento muchas historias. Si la policía se aplicara, ya sabría lo que pasó con mi hija. Pero sólo se dedica a cobrar. Mi esposo en silencio carga la pena. Toda la familia está destrozada en lo moral. Cuando nos juntamos, no hablamos del tema, porque están presentes mis nietos, que se deprimen”.
“Yo tampoco tengo tiempo de buscarla, ya que debo trabajar para mantener a los niños, apoyarlos con la escuela. El estudio es lo único que les puedo heredar. Mi vida es una pesadilla. Soy hipertensa, tengo diabetes y una rodilla lastimada. Los vecinos me dicen que siempre sonrío. No saben que debajo estoy llena de amargura. Para olvidar tantos problemas, me refugio en el trabajo. No quiero estar en la casa. Siempre busqué alejar a mi hija de las compañías nocivas. Le insistí en que dejara a su esposo, pero no hizo caso. Ahora mire las consecuencias. Pido que me ayuden a buscarla. A la semana que se extravió, indagamos en el Servicio Médico Forense, donde estaba una persona calcinada, que podía ser mi muchacha. Entró mi esposo y otra hija a mirar. Se trató de un desaparecido de Hogares Populares”. La señora Ramos Medina también fue víctima de la violencia intrafamiliar durante más de 15 años. Gracias a la ayuda de una cuñada, ya grandes los hijos, sacó la casta. El miedo le impidió actuar, “hasta que abrí los ojos. Después, jamás me volvieron a tocar. Mi madre pudo ayudarme. Me insistía en dejar el ambiente que me dañaba y no reaccioné. Ahora otra de mis hijas se separó del esposo, porque la golpeaba. Un día llegó con heridas en el cuello, donde la quiso ahorcar”.
“Se desmayó, la dio por muerta y huyó. La acompañé a presentar la denuncia en la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia. Nos dieron las dos de la mañana en los trámites. Nunca citaron al agresor que se llama Juan Carlos Galarza, con el que duró 15 años, pero le ganó el vicio. Tienen uno de separados. Mi hija siempre fue dedicada a la casa y sus tres niños. Uno se quedó con su papá y la abuela. Otro con una tía. Mi hija con una niña. En la Prodem no hicieron nada. Nunca lo citaron por el intento de homicidio. La acecha, no se acerca a la casa por miedo a mis otros hijos. La buscó en la parada del camión. Se tuvo que salir de varios trabajos. No tiene un empleo estable. Se dedica a vender ropa. La violencia contra las mujeres es denigrante. Las autoridades andan en otros asuntos, por lo que no actúan. Cada vez estamos peor. Ahora deben atrapar a los agresores en el momento que las matan, aunque traigan los moretones de los golpes. Si se defienden y llegan a herirlos o matarlos, entonces actúan. Cuando mi hija dejó la casa, su esposo vendió todos los muebles. No le afectó porque ya no iba a regresar con su verdugo”.
“Me considero una persona que le gusta trabajar en exceso para evadir los problemas, que prefiero no vivirlos. Tuve seis hijos. Uno bebe demasiado. Ha tenido cuatro mujeres que lo dejaron. Ya tiene 35 años. A veces me inspira miedo, porque se pone agresivo. Al papá si le teme. Lo ha dejado fuera de la casa. Lo hemos internado en varios anexos, que luego no funcionan, porque salen con mayor amargura. Le he dicho que el remedio lo tiene en sus manos. Es problema de voluntad. Trabaja pero lo que gana se lo gasta en alcohol. Cuando está consciente es cooperador. Promete cambiar pero regresa a lo mismo. Los demás hijos me cuidan. No me quieren dejar sola cuando anda ebrio”. A la cadena de tormentos de la señora Leticia Ramos, se suma la muerte de otro hijo, provocada por un sobrino, hijo de una hermana. Ocurrió en el negocio de carnitas Canay, que se ubicó en Himno Nacional y Tatanacho. Acalorados, los primos discutieron. Montoya derribó a su contrario, ya que sabía box. Para vengarse, el ofendido contrató a guaruras, que atraparon a su familiar en la azotea del local. Lo levantaron en vilo y lo arrojaron al suelo. Murió al instante. Desde entonces no habla con su hermana, que se casó con un hombre rico, que tiene otra familia. El presunto homicida jamás fue castigado.
Comments