Entre lo legal y lo justo: el falso debate mañanero. Entre pareceres, interpretaciones y díceres

16 marzo, 202310:35 pmAutor: Felipe de Jesús Cervantes PérezNoticias Opinion

En las marchas populares o en actividades de resistencia en que participé era cotidiano leer alguna cartulina o lona con la frase de Mahatma Ghandi: “cuando una ley es injusta lo correcto es desobedecerlaâ€. Las reformas a la ley del Issste o al artículo tercero constitucional, fueron motivo de luchas encarnizadas que costaron golpes físicos y mediáticos, cárcel, despidos y hasta vidas a quienes se oponían a las modificaciones.

También he escuchado “la ley es dura, pero es la leyâ€. En nuestro régimen, que se dice democrático, las reformas a la constitución solo pueden darse por una mayoría calificada de dos tercios en las cámaras, tanto de diputados como de senadores. En tanto, las reformas a leyes secundarias pueden lograrse por mayorías simples con la salvedad de que no contradigan a la propia constitución.

Es el pueblo al ejercer su derecho al voto el que da o no las mayorías. En la actual legislatura no se dio la mayoría de dos tercios ni al bando del presidente y menos al de los opositores. En la cámara de diputados, del 2018 al 2021, no obtuvo la coalición del mandatario la mayoría calificada. Lo logró con las adquisiciones de la franquicia Verde Ecologista y un fragmento perredista, encabezado por el hoy gobernador Ricardo Gallardo y Héctor Serrano Cortés, quienes ya militan en el Verde y el PT.

Fue como se lograron las reformas constitucionales que permitieron iniciar el aterrizaje del proyecto de gobierno de López Obrador. Sin embargo, en la Cámara de Senadores, nunca se ha tenido la mayoría de dos tercios. A pesar de todo, el líder de la bancada, Ricardo Monreal, operador político del presidente, consiguió con méritos, aprobaran las reformas constitucionales.

Al llegar el 2021, se renovó la Cámara de Diputados, la alianza del presidente perdió un número importante de curules: alrededor de medio centenar con lo que se dificultó lograr una mayoría de dos tercios a pesar de que se tiró la red para atrapar posibles tránsfugas tricolores. Incluyeron el estreno estelar como golpeadora de segunda, de la gobernadora campechana, Layda Sensores, para atosigar al dirigente priista, Alejandro Moreno.

El intento fracasó y las reformas eléctrica y electoral no pasaron. Para superar el traspié, el presidente recurrió a reformas de leyes secundarias que no necesitan votaciones de dos tercios, sólo la mayoría simple, que no debe pasar por alto, ninguna reforma acordada, podrá contradecir los dictados constitucionales. En un régimen democrático existe el equilibrio de poderes para que ni el ejecutivo, el legislativo o el judicial, hagan y deshagan a su contentillo.

El poder legislativo genera leyes que deben orientarse a la justicia en tanto el ejecutivo gobierna con estricto apego al marco legal dictado por el congreso. Durante el régimen presidencialista del partido hegemónico y su continuidad neoliberal con el PRI-PAN, diputados y senadores eran uno y lo mismo con el presidente en turno y lograban reformas constitucionales porque obtenían del pueblo, “haiga sido como haiga sidoâ€, la mayoría de dos tercios en las cámaras.

Elegir entre el PRI o el PAN era lo mismo que para un condenado a la horca decidirse entre un mecate de un color u otro para ser ajusticiado. “De lo perdido, lo que aparezcaâ€, dice el dicho y al no lograr la mayoría calificada, el presidente impulsó reformas a leyes secundarias, como el famoso Plan B pues. Voces opositoras y de propios seguidores del Peje, alertaron que parte del Plan B se contrapone a la constitución. Es donde entra al escenario el tercer poder, el judicial, encabezado por la Suprema Corte.

Hay dos rutas para que los cambios propuestos por el presidente puedan transitar. La primera es tener una mayoría calificada, que se perdió en el 2021. La segunda es pasar por encima de la propia constitución para lo que requiere ganar posiciones en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Lo intentó al respaldar más allá de lo prudente a Yasmín Esquivel Mossa, esposa de su contratista cercano, José María Riboo, entrometiéndose en el proceso de la corte para elegir a su presidente, con lo que desató los mil demonios y culminó con la derrota de la favorita presidencial y el ascenso de una ministra contraria a sus designios. Entre las voces afines a la autollamada 4T que se levantaron para advertir que parte del Plan B contraviene a la constitución destacó la del senador Ricardo Monreal, quien es doctor en derecho y profesor universitario en funciones. Otro senador con perfil jurídico, Rafael Espino de la Peña, tampoco respaldó el Plan B, pero como no aspira a la presidencia de la república, no sufrió linchamiento youtubero alguno.

Al presentarse “las corcholatas†y el senador Monreal ante el pleno de los diputados gobiernistas, la diputada Rosa Hernández Espejo lo interrogó, porque a su juicio, Monreal antepone la ley a la justicia y sus planteamientos lo hacen parecer opositor. Más o menos el senador respondió que respaldar la ley y el estado de derecho, no es estar en contra de López Obrador. Y que no se traicionaría a sí mismo para que otros se sintieran cómodos. Les recordó que los legisladores están para cambiar cualquier ley que sea injusta. En el fondo de los planteamientos estaba el voto del legislador durante el proceso de la reforma electoral.

Durante una “mañaneraâ€, el presidente entró a discutir un tema que afirmó, no era politiquería, al contrario, de fondo, en el que tenía diferencias con Monreal sobre la justicia y el derecho. Se entiende, porque el presidente no tiene trato alguno con el senador. En el marco introductorio López Obrador usó expresiones como: “no sé si fue cierto o lo leí mal, pero de acuerdo con los informes que me proporcionaron, parece que dijo que estaba a favor del derecho, más que de la justicia y lo sentí como una réplica, porque yo sostengo lo opuestoâ€. Por eso digo, en el encabezado del texto, que el presidente sostiene un falso debate.

Los ciudadanos podemos hacer todo lo que las leyes no nos prohíben, en tanto la parte del gobierno sólo puede hacer lo que las leyes les facultan, ni más ni menos. La gente puede decir que si una ley es injusta, debemos desobedecerla, pero la parte que gobierna, ante una ley injusta, está obligada a modificarla. Dice el presidente que el debate entre optar por la justicia o el derecho equivale a elegir entre inconvenientes. Aquí está el detalle: cuando algo no le conviene a alguien, puede convenir a otros o a algo más. También pueden significar daño u obstáculo para alguien, pero no para otros.

La diversidad de pensamiento, el mosaico de convicciones, es lo que genera las diferencias que hacen, Obrador dixit, menos aburrida la vida. Queda claro que el presidente no gusta de leyes a su parecer inconvenientes por ser injustas. Pero no significa que su debatiente o cualquier otro si guste de leyes injustas. El senador pone los puntos sobre las íes: si una ley es injusta vamos a cambiarla. En contraste, el presidente promueve leyes secundarias contrarias a la constitución por considerarlas justas, pues lo que dice la constitución es injusto. Pero las inclinaciones del presidente y de cualquier otro entre los millones de mexicanos no siempre son coincidentes.

Es por lo que tenemos un esquema legal para llegar a acuerdos que se plasman en la ley de leyes que es la constitución. Y para modificar la realidad, no puede entrarse por puertas falsas. Si promovemos leyes contrarias a la constitución, es claro que van a rebotar en la corte. Y nadie puede reformar la constitución si el pueblo no le dio el poder, cuando no le concedió dos terceras partes de legisladores. No nos hagamos: aferrarse a hacerlo, no puede significar más que una estrategia política para polarizar en busca de recuperar espacios perdidos en el 2024, aunque después se diga a los perdedores “haiga sido como haiga sidoâ€.

En algo tiene razón el planteamiento del presidente cuando alude a Óscar Arnulfo Romero: “la ley para el hombre, no el hombre para la leyâ€. Nadie podría sostener lo opuesto. AMLO no presentó todas las

reformas constitucionales entre el 2018 y 2021 y dejó algunas para la segunda mitad de su mandato, confiado en que crecería el respaldo popular y se vería reflejado en el congreso, lo que no sucedió. Sin embargo, Peña Nieto presentó al segundo día de su arribo, 13 reformas estructurales a la constitución, que incendiaron la pradera, levantaron la insurgencia popular encabezada por la magisterial, que fue reprimida durante todo el sexenio, a sangre y fuego y pavimentó el arrollador triunfo del 2018. AMLO se reservó algunas y dejó pasar una oportunidad que quizá sea irrepetible. Ya ni llorar es bueno. Gajes del oficio que hacen del mundo, un lugar menos aburrido.

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