Entre jaloneos y rasgaduras, siempre fue Claudia Sheinbaum. Adán Augusto López, culpable indirecto del exabrupto de Ebrard
27 octubre, 202312:46 amAutor: Felipe de Jesús Cervantes PérezCapital Municipios Noticias Opinion
Propios y extraños sabíamos que en el juego político llamado “La Sucesión” la cancha, el balón y los árbitros tenían un sólo dueño, el mismo que maneja los reglamentos y tiempos. Como pasó en el aparente y lejano régimen priista, la voluntad del presidente es irrebatible. Diferente, pero igual. El proceso interno con miras al relevo sexenal terminó como empezó: con dados cargos y un piso más disparejo que las calles de mi colonia proletaria. Nadie puede negar la capacidad política de AMLO. Es un hombre visionario, adelantado a casi toda la clase política mexicana y cuando otros van, ya regresa.
El presidente ha rescatado términos y adjetivos antiguos que fueron parte del argot popular. En el sureste del país, el vocablo “machuchón”, es el apócope del “más chucho”. En mi barrio del centro norte mexicano, se traduciría “chucho” como “perro” y decimos que alguien trae una camioneta bien perrona o tiene música perrona. Al que parte el queso, le diríamos “el más perrón”. AMLO señalaba como “los machuchones” a los mandamases de la oligarquía, a los que mandan. Y AMLO es “el machuchón” de la grilla nacional y llega con mucha fuerza al final de su gobierno, marca el ritmo a propios y ajenos. Tal vez con mayor fuerza a la que lo llevó al triunfo. Merecimientos tiene. Su trabajo le costó.
Lo he dicho antes y lo repito ahora: estoy convencido que la decisión en favor de Sheibaum se tomó desde el 2017, cuando AMLO la sostuvo para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. En la inmensa mayoría de las encuestas, no era la favorita. Casi seis años de gobernar y fue necesario impulsar una campaña para posicionarla con la pinta de bardas a lo largo y ancho del país, con la simple frase “Es Claudia”. Los que más o menos andamos interesados en las lides políticas, sabíamos quién era, pero la gente en su inmensa mayoría nos preguntaba: ¿quién es Claudia Sheinbaum? En mercadotecnia se llama “branding” al proceso de hacer y construir una marca. En el caso de Morena, se ejecutó mediante la pinta de incontables bardas en toda la república, aún en la comunidad más lejana y marginada aparecieron inicialmente los anuncios “Es Claudia” para brincar a “Para que siga la transformación es Claudia”. La Coca Cola y otros productos chatarra quedaron chiquitos.
Pintas y lonas sin límite en una campaña impulsada desde las propias dependencias del gobierno federal, pagada por funcionarios y empleados de medio pelo para arriba, deseosos de hacer méritos. Pero también desde los comités estatales del partido en el poder. Adelantar dos años el proceso sucesorio respondió al duro traspié sufrido por la favorita presidencial en la Ciudad de México y la urgencia de rescatarla. La afectó perder de 9 de las 16 jefaturas delegacionales, más de media entidad. En el congreso local, los opositores lograron hacerle tablas en el número de diputados, donde la mitad fueron para el partido gobernante, además de perder 13 diputaciones federales. Entre las victorias de los contrarios destacan las de Gabriel Quadri con el 49.54% y Margarita Zavala con el 56.23%. Por la 4T, la del petista Gerardo Fernández Noroña, con el 55.73%.
En el distrito 15 de la Benito Juárez, el prianista Luis Mendoza Acevedo hizo como quiso al candidato de Morena, al lograr la friolera de 172 mil 107 votos para alcanzar el 72.24%. No obstante la derrota estrepitosa, no logró bajar a Sheinbaum del ánimo presidencial. Al contrario, fue el acicate para precipitar el proceso sucesorio y la cargada al estilo de la 4T, al pasar del dedazo presidencial al dedazo colectivo, como ha teorizado el conductor televisivo, Guillermo Ochoa y que valió una editorial de Fabrizio Mejía, uno de los apologistas del Peje. A la par de llevar en hombros a su favorita, como reclamó Fernández Noroña, AMLO procedió a descalificar a los aspirantes incómodos, Fernández y Monreal. Eran 3 corcholatas, pero cuando sumaron 6, hubo que marcar la diferencia entre unos y otros. A Ebrard le dio trato de hermano, junto a Sheinbaum y Adán Augusto López, para enfatizar la línea ante Noroña y Monreal. Pero Ebrard tampoco estaba en el ánimo de López Obrador. Era Claudia, es Claudia y sería Claudia. El malestar del ex canciller no es fingido ni una puesta en escena. Sólo se explica si entendemos que creyó poder revertir la decisión presidencial al apostar a una encuesta abierta.
Le fallaron los cálculos. Participó en un maratón en la cancha del presidente, con sus reglamentos, tiempos y hasta con sus árbitros. Todavía no se pintaba la línea de salida ni los silbantes tomaban posición, mientras el resto de posibles aspirantes deshojaban la margarita, la aspirante mujer iba echa la mocha, avanzó kilómetros en la carrera. La voluntad del presidente no permitió una contienda pareja, de haberse dado, hubiera tenido dos contrincantes fuertes al final: Ebrard y Monreal. Su estrategia recomendó: “tú encarrérate, a ver cómo te alcanzan”. Y activó la maquinaria.
Primero se mermó a Monreal a quien ya traían entre ceja y ceja por los resultados de la encuesta del 2017, donde aventajaba por amplia mayoría a Sheinbaum, menos en la del partido. También por los resultados en la intermedia en la Ciudad de México, lo usaron como chivo expiatorio para no descarrilar a la favorita. A pesar de la reivindicación calculada, tardía, elaborada por el presidente en favor de Monreal, el daño estaba hecho. Lo refleja el lugar alcanzado en la encuesta última. Quien tenga ojos que vea. El desdén al ya muy popular Fernández Noroña era evidente, al grado de mencionarle como “Loroña”, pero innecesario usar armas en su contra, cuando ya lo tenía medido. El silencio de Ebrard frente a la campaña negra contra Monreal, le permitió mantenerse sin daño y lograr respaldo público.
A principios del sexenio, compartía con muchos la tesis futurista de que Ebrard sería el siguiente. Luego el desempeño de Monreal en el primer trienio cambió mi percepción en favor del segundo. Ebrard fue el brazo derecho de Manuel Camacho Solís a cuya sombra tuvo cargos en los sexenios de Zedillo y Salinas. Camacho Solís fue subsecretario de Desarrollo Regional cuando Salinas era secretario de Programación y Presupuesto y Ebrard ocupó un cargo medio. En el sismo del 85, Camacho encabezó las tareas de reconstrucción acompañado de Ebrard. Camacho, como secretario del PRI, fue coordinador de la campaña salinista por la presidencia y fue nombrado por Salinas, jefe del entonces Departamento del Distrito Federal (88-93). Ebrard, en tanto, fungió como breve director del Departamento del DF (89) y secretario del PRI en el DF. Ganó todas las elecciones intermedias del 91 en pleno crecimiento partidista de la izquierda.
Al ser nominado Colosio sucesor de Salinas, renuncian ambos, Camacho y Ebrard a sus respectivos cargos y Salinas nombra a Camacho secretario de Relaciones Exteriores. Ebrard, claro, fue el subsecretario por los dos meses que fungieron y terminaron por renunciar al PRI, como consecuencia del asesinato de Colosio. Para el 97, previas negociaciones con el llamado “Niño Verde”, Jorge Emilio González, Ebrard es diputado federal, como integrante de la bancada Verde a la que renunció poco después para declararse independiente. Luego vino la fugaz aventura de crear el Partido de Centro Democrático con Camacho como presidente y Ebrard como secretario, desde el que Camacho Solís participó por la presidencia de la república. Obtuvo el 0.55 %, lo que causó la pérdida de registro. Ebrard fue por la jefatura de gobierno del Distrito Federal a la que declinó para sumarse al candidato perredista López Obrador.
Camacho volvió a la cámara de diputados como plurinominal por el PRD, sin ser afiliado, del 2003 al 2006 y Ebrard fungió como secretario de Seguridad Pública en el DF al mando de AMLO (2002-2004). Defenestrado por Fox a quien las leyes vigentes permitían al presidente tomar la decisión, fue rescatado por AMLO como secretario de Desarrollo Social (2004-2006). Sería por la animadversión de Fox hacia Ebrard o por retribuirle la renuncia a la candidatura por el DF en favor de AMLO, el caso es que lo respaldó para sucederlo del 2006 al 2012. Camacho Solís reaparece como senador para el 2012-2018, ya enfermo de un cáncer cerebral y fallece en el 2015. Ebrard, en tanto, buscó ser candidato presidencial por el PRD, pero en una encuesta fue superado por López Obrador, en lo que se consideró un empate técnico.
En el 2013, a menos de un año de haber dejado la jefatura de gobierno, fue responsabilizado por fallas en su obra maestra, la Línea 12 del Metro. A la inquina de su relevo Miguel Mancera en su contra, se sumó la ola de ataques impulsada por Peña Nieto. El reportaje sobre la Casa Blanca, difundido por Aristegui Noticias, fue atribuido por Peña a filtraciones de Ebrard. Con Camacho Solís, enfermo terminal, Ebrard se exilia en Francia desde el 5 de mayo del 2015, una vez que no pudo ser registrado por Movimiento Ciudadano como candidato a diputado federal plurinominal, por impugnaciones del PRD. Reaparece en 2016 en Estados Unidos al respaldar a Hillary Clinton contra Donald Trump.
Regresa a México al lado de AMLO, cuando habían prescrito los presuntos delitos que podrían imputarle como coordinador de la campaña del tabasqueño en la primera circunscripción que abarca el noroeste del país. Después brincó a la cancillería. ¿Qué hizo imaginar a Ebrard que podía dar alcance a la madrugadora campaña de Sheinbaum y ganarle? No estuvo el 2 de octubre de 2011 cuando el movimiento se registró como Asociación Civil, tampoco en noviembre del 2012, durante el primer congreso nacional de Morena, donde se acordó buscar el registro como partido político. Tampoco en el 2014, al lograr el registro tras las asambleas reglamentarias. Apenas se afilió al partido el 30 de julio del 2022 con la mira en las elecciones del 2024.
Al final, se ve que AMLO le consideró más “camachista” que seguidor de la 4T. Es claro que si la contienda se hubiera reducido a Sheinbaum y Ebrard, la distancia entre ambos podría ser salvable para el ex canciller, dado que militantes y simpatizantes excluidos por el sectarismo de la nomenklatura partidista encontrarían en su figura una alternativa. Están los resultados. Sheinbaum obtuvo el 39.4 % contra el 50.6% de la suma de Ebrard (25.6 %), Fernández Noroña (12.5%), Monreal (6.5%) y Velasco (6.3%). Ni al sumar el 10% de Adán Augusto López la alcanzaba.
AMLO, visionario, amplió la participación de nuevas corcholatas a las que se había resistido. Al inicio, cuando Sheinbaum y Ebrard eran los punteros, se inventó la candidatura de López con el objetivo de mandar a Ebrard al tercer lugar, pero al percatarse que aun así peligraba su proyecto transexenal, abrió la jugada a los restantes, Fernández Noroña, Monreal y Velasco, para fraccionar el voto de los marginados militantes y simpatizantes de Morena.
El equipo de Ebrard empujó en sentido contrario, al buscar que declinaran los seguidores de Monreal a su favor. Pero es otra historia no libre de truculencias.
López no creció, Ebrard no fue orillado a un tercer lugar y ardió Troya. La historia del entonces relegado Manuel Camacho Solís parece reeditarse con su pupilo, cuyo Partido de Centro Democrático fracasó. Otra historia fue la de Morena que partió de ser una Asociación Civil con el nombre de Movimiento de Regeneración Nacional, desde el seno perredista, hasta formarse como partido. Ahora, con la Asociación Civil de Ebrard, llamada “El Camino de México”, está por escribirse a qué historia se parecerá más: al fracasado movimiento camachista o al triunfador que tejió López Obrador. En lo personal, veo más cercano el fracaso. Ya veremos.
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