El caso inconcluso de Fidel Barragán Salazar

5 septiembre, 201910:06 pmAutor: La NoticiaCapital Destacada Municipios Noticias

El carpintero Fidel Barragán Salazar emigró muy joven de su natal Valles hacia los Estados Unidos, desde 1987 al 2010. Viajó como indocumentado unas 25 veces sin mayores contratiempos. Ya conocía la ruta para arribar a Houston, Texas, donde laboraba 9 meses al año en reparar y dar mantenimiento a casas. Los otros 3 meses regresaba a México para estar con la familia. A veces se iba solo y otras con algún conocido o amigo. Cruzaba por Matamoros, Tamaulipas, llegaba a San Benito, donde lo ayudaban hasta la garita. Más adelante tomaba un tren que lo trasladaba al destino final. En el 2010, su vehículo dejó de pasar donde lo abordaba, por lo que debió cambiar la ruta de retorno. Unos amigos le hablaron de un “coyote” de nombre Arturo Mayorga, que lo podría cruzar. Lo contactó por teléfono y acordó el precio, mil 600 dólares, de los cuales mil 500 eran por llevarlo y 100 para cubrir una cuota al grupo delictivo de los Zetas. Tenía que llevar dinero adicional para cubrir 800 pesos de hospedaje en un hotel y otros gastos.

El 17 de marzo del 2010, su esposa Rosa Laura Martínez Guerrero, lo llevó en el vehículo de la familia, de la casa al negocio de comida Church Chikens en Valles, donde lo había citado Mayorga. A partir de entonces, no volvió a establecer ningún contacto. Barragán es uno de los 6 vallenses que abordaron el autobús de la linean Pirasol que desaparecieron junto con otras 22 personas de Querétaro e Hidalgo, cuando fueron interceptados por un comando armado en el poblado de Los Valadeces, Tamaulipas. A más de 9 años de estar desaparecido, su cónyuge continúa la búsqueda, ahora como integrante del colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros, al que se unió en el 2014. Agrupa más de 150 familias de personas desaparecidas en San Luis Potosí. Describe cómo empezó su calvario. “Mi esposo presentía que algo le iba a ocurrir”.

“Me recomendó que si le llamaban al celular que me dejó, no contestara. Entonces se había desatado una ola de violencia en Valles y toda la república. Salió un miércoles y esperaba llegar a su destino el viernes. A mi sobrino Daniel Barragán, que estaba en Houston, mi esposo le había girado un dinero para que lo depositara en una cuenta que le daría a Arturo Mayorga, una vez que llegara. Con el dinero en su poder, Mayorga dejaría ir a mi esposo. Fue el trato. Mi sobrino, alarmado, me dijo: mi tío no ha llegado ni se ha comunicado. En Valles se rumoraba que el autobús de Pirasol había desaparecido con los pasajeros. A los pocos días se confirmó la noticia en el periódico local. Mi hermano Carlos Martínez me aconsejó que le llamara al enganchador, al número que habló el día que partieron, para preguntarme si ya estaba el viajero en el lugar citado”.

“Marqué y contestó Arturo Mayorga. Me dice: sabe qué señora, al autobús lo paró un comando armado en Tamaulipas. Los bajaron y los interrogaron si trabajaban para la maña. Lo que vamos hacer es esperar, a ver si piden rescate. Haga oraciones para que los dejen libres”. Rosa Laura Martínez refiere que eran dos los coyotes, Arturo Mayorga y Arturo Benítez. Mayorga, de Valles, tomó otra línea a Reynosa, donde iba a cargar otros migrantes. Benítez los acompañó. La quejosa no descarta que los intermediarios estén coludidos con la célula criminal. “Desde el momento en que piden una cuota, tienen contacto. Es lógico suponer que algo tuvieron que ver. Me atrevo acusar a Benítez, porque Mayorga llevó como pasajeros a un tío y un sobrino. En el área de Tamaulipas, de donde se los llevaron, los paran cerca de los Valadeces. Existía un enfrentamiento entre dos bandas criminales. Se mencionó que una tuvo muchas bajas en sus filas y buscó reforzarse. Es por lo que paraban autobuses y vehículos para reclutar gente”.

“El otro grupo los detenía para matarlos, para evitar que los contrarios se los ganen. La verdad es que no sabemos con exactitud qué pudo suceder. No hemos encontrado restos. Existe la probabilidad que se los hayan llevado para usarlos. Otra versión es que el coyote pudo haber tenido una deuda y los tomaron como pago. La ola de violencia en casi todo el país la desató el ex presidente Felipe Calderón, al declararle la guerra a las pandillas asesinas. Basta ver todos los desaparecidos que hubo en Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa y Coahuila, que tienen el mayor número de muertos y ausentes. En muchos de los casos, se ven claros los nexos entre delincuentes y servidores públicos”. Martínez al saber que habían secuestrado el autobús en el que viajaba su esposo, acudió a la empresa que se localiza en Valles a indagar.

Le confirmaron que la unidad estaba perdida. Se enteró que la señora Aldaneli Cruz Balderas, esposa de Rafael Rodríguez García, uno de los choferes del autobús Pirasol, ya había interpuesto una denuncia. La contactó y conoció también a la hermana del chofer, Ángeles Rodríguez García, que en el grupo Voz y Dignidad es la que está al frente de los desaparecidos. En el peregrinar de casi un año y medio de tocar puertas en Valles, sin el acompañamiento de ninguna agrupación, conoció a los familiares otras víctimas, como el señor Santiago de la Torre Netro, que busca a su hijo Enrique de la Torre y la señora Paulina Landaverde Martínez, que perdió a su hijo César Alberto Román Landaverde. Otras personas de Xilitla investigan el paradero de quienes viajaban en la fatídica unidad. “Nos reunimos casi a diario en las oficinas de la firma Pirasol, para ver si nos informaban del paradero del camión”.

“Le preguntamos al dueño, Juan Pérez Ríos. Siempre decía no saber nada, que solo rentó el inmueble. No preguntó para qué lo iban a utilizar. Un tiempo después lo recuperó en un yonki de China, Nuevo León. Se lo trajo a Valles, pero ya venía lavado y pintado. Hubo reclamos y enojos, porque no nos avisó para revisarlo, ya que pudimos encontrar algunas pertenencias de nuestros parientes. No obstante, se llevó a cabo un peritaje, como estaba. Se le aplicó la prueba del luminol. Hasta la fecha no hemos sabido el resultado. La verdad es que como víctimas, sentimos una gran impotencia. Cuando denunciamos, las autoridades no se han mostrado sensibles por lo que pasamos. Nos traían vueltas y vueltas. Nos dicen que el expediente lo enviaron a San Luis y después que lo habían regresado a Valles. No recibimos ninguna respuesta. Una vez el ministerio público de Valles, Esmeragdo Rubio, nos llegó a decir que lo habían encontrado y que nuestros familiares ya estaban con nosotros”.

“Otra vez lo hallamos tirado en el juzgado. En mi caso, la ausencia de mi esposo resultó un fuerte golpe. Era el sostén de la familia, conformada por tres hijos y de repente me quedé sola, cuando toda mi vida había dependido de alguien. Antes de dejar a mi mamá, trabajé para aportar algo a la casa. Pero en realidad, era el que se hizo cargo de todos los gastos. Cuando ya no regresó, mi vida cambió de forma total. Ahora mis tres hijos dependen solo de mí. Hay que ser hasta psicóloga y tragarse la rabia, desesperación, impotencia y esconder todo. Tratar de mostrarme fuerte y valiente para que no se derrumben. Ser el pilar económico y emocional. Antes de que desapareciera Pili, como le llamábamos a mi marido, yo tenía y manejaba una caseta telefónica. Me dejó un poco de dinero, pero todo me lo acabé en la búsqueda. Vendí los carros que teníamos porque ha sido muy complicado ser mamá y papá”.

“Su pérdida fue una circunstancia muy difícil para mis hijos, sobre todo para el más pequeño. Siento mucho dolor como madre, verlo tirado en el piso, donde llora. Dice que su papá ya no lo quiere, porque no le habla y no lo visita. Estuvimos en tratamiento psicológico, pero ninguno ha superado la pérdida. El mayor ya está casado, tiene un niño. Siempre en las pláticas menciona a su padre. Lo veo enojado y resentido con Dios. Dice que es injusto lo que le pasó a su padre, que siempre fue trabajador y responsable. Mi hija se refugió primero en el estudio. Ahora en el trabajo para evadir la realidad. El más chico unos días mejora, luego vuelve a recaer. Estamos marcados, dañados, será difícil sanar. Lo que más coraje da, es que la violencia continúa. Deseo que la autoridad y los ciudadanos nos unamos para que haya un cambio y volver al país de antes, cuando las puertas estaban abiertas y no pasaba nada. Lo más frecuente era mirar algún borrachito. Ahora los hechos de violencia son bestiales”.

Martínez refiere que a más de nueve años de la ausencia de su esposo y dos de sumarse al colectivo Voz y Dignidad, que encabeza la maestra Edith Pérez, es cuando se empezó a notar cierta empatía de las autoridades, como la fiscal especial de personas desaparecidas, Luz María Montes Mariano, que atiende sus denuncias. A pesar del esfuerzo, no se ha logrado encontrarlos. Mencionó que ha participado en varias búsquedas en Tamaulipas, la entidad y otras partes donde los familiares escarban la tierra para sacar huesitos en los que ponen sus esperanzas. Reveló que a veces cae en el desánimo. No obstante los esfuerzos de los colectivos, desaparecen personas. La invade el temor de que puedan volver a sufrir el doloroso trance con otro familiar.

Señaló que los apoyos de la Comisión Estatal de Atención a Víctimas son importantes y necesarios, pero son solo mejoralitos. No hay la certeza de que el gobierno tenga los recursos, personal suficiente y la voluntad para analizar los cientos de restos que se han encontrado y dar con el paradero de sus parientes, ya sea vivos o muertos. No se cuenta en México con los laboratorios necesarios, reactivos, ni antropólogos especializados. Aseguró que mantienen la esperanza de encontrarlos vivos. Pero no se cierran a recibir una noticia adversa a seguir en la incertidumbre y con el martirio de no conocer el paradero. “Si uno encuentra los restos y los entierra, puede ir a llorar. Usted sabe que después de un duelo, se sana”.

“El dolor por la persona amada, que ya no está, nunca se va. Al menos se sabe que ya descansa en un lugar digno. Quisiera tener una respuesta de saber lo que pasó y trasmitirla a mis hijos, cualquiera que sea. Es mejor que vivir en la incertidumbre. Aunque uno trate de integrarse a una vida normal, no es posible”. Mencionó conocer casos de familiares desaparecidos, que han claudicado en la búsqueda y prefieren cerrar el ciclo para no dañarse más. “Dicen hasta aquí. No esperan a que las autoridades lo resuelvan”. Refiere que el caso Pirasol, como se le conoce a los 29 desaparecidos del autobús que salió de Valles en el 2010, lo atiende la Fiscalía General de la Republica y las estatales de San Luis y Tamaulipas. Mantienen la confianza que se pueda avanzar y llegar a una verdad.

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