El cambio de horario y el derecho a decidir de manera democrática

22 agosto, 201912:01 amAutor: Francisco Parra BarbosaCapital Colaboradores Opinion

Desde 1996 en México, por decreto presidencial, se cambia el horario dos veces al año. Para imponer la autoritaria medida, se creó en 2001 la Ley del Sistema de Horario en los Estados Unidos Mexicanos, aprobada por el Congreso de la Unión, incluso, la Suprema Corte de Justicia, en controversia constitucional, resolvió que en efecto, es competencia exclusiva del Congreso Federal legislar en materia de husos horarios y horarios estacionales.

Pero, ¿a qué hora tomaron en cuenta a la población? ¿a qué hora nos preguntaron si estábamos de acuerdo en que se hicieran los cambios y hasta dos veces por año? En la dictadura de Porfirio Díaz, cuando preguntaba: ¿qué hora es? su edecán, en posición de firmes le respondía, la que usted ordene, señor residente. Pero da la casualidad que tal forma de tomar decisiones se acabó rato. Los ciudadanos tenemos el derecho a decidir en cuestiones que nos conciernen y afectan, de manera abierta. Se le conoce como democracia participativa, quedando atrás solo la noción de democracia electoral y representativa.

Es decir, todas las personas que formamos parte de un estado, tenemos derecho a ser tomados en cuenta, a decidir y ser escuchados para la toma de decisiones que nos afectan en la cotidianeidad. Es el caso del cambio de horario. Surge la necesidad de que se deje de implementar el cambio de horario el primer domingo de abril y el último de octubre, como se ha estilado durante los últimos 23 años, sólo porque a una autoridad administrativa se le ocurrió, sin hacer estudios serios ni consenso social a favor.

Los argumentos de quienes impusieron las impopulares medidas aducen al ahorro de energía, lo cual no se ha demostrado. Cuando los exhiben, son pírricos ahorros que no justifican, tener que involucrar a toda la población y causar tanto desorden y malestar. Lo mejor que se debe hacer es dejar que transcurra el horario de manera natural como se registra, sin adelantar una hora en primavera y atrasarla en otoño. Cuando se cita que en otros países también se hace el cambio de horario, baste citar lo que ha sucedido en Europa. En julio del 2018, la Comisión Europea llevó a cabo una encuesta sobre el tema en la que se determinó que los cambios de horario generan entre la población cansancio, falta de concentración y estrés.

Más del 80% de la población rechazó en una encuesta continuar con el cambio de horario. Al final se suprimió. La población prefiere mantener el mismo horario todo el año. Las desventajas, por otra parte, que ocasiona alterar el horario, son evidentes. Traen consecuencias nocivas en la salud de la gente, sobre todo en las personas adultas y niños, quienes tienen cansancio o déficit de atención. Además, no generan beneficios económicos o energéticos evidentes. En Europa se determinó que el cambio de horario perturba el biorritmo natural de las personas y se convierte en un factor de estrés e inconformidad.

En México la medida no representa un ahorro energético, al contrario, conlleva un impacto negativo en la vida y bienestar de las familias. Investigaciones han demostrado que aumenta en 5% la posibilidad de sufrir ataques al corazón durante los tres días posteriores al cambio de hora. Las estadísticas indican que el lunes posterior al cambio de horario, hay más accidentes de tráfico y de trabajo. Se genera cansancio extremo, irritabilidad, insomnio, ansiedad, poca concentración, un bajo rendimiento laboral y escolar en tanto el organismo se ajusta al nuevo horario.

De nada sirve adelantar el tiempo, porque los horarios escolares y de trabajo son los mismos, no se adecuan al mejor aprovechamiento de los ciudadanos. La energía, sobre todo eléctrica, que supuestamente se ahorra con la luz solar, se tiene que gastar por la madrugada y por la noche, dado que se extiende la duración de la jornada laboral y disminuye la de pernocta. Además, el cuerpo no se ajusta en automático a los cambios respecto a la exposición a la luz solar, que repercute en los hábitos alimenticios y de sueño. En conclusión, no hay beneficios ni a la salud, economía ni al medio ambiente. Al contrario, el perjuicio es generalizado.

¿Qué debe hacerse?, suprimir el cambio de horario para que transcurra natural la iluminación con el horario que las personas usan en sus actividades cotidianas. Dice un dicho, no por mucho madrugar, amanece más temprano. No sólo se aplica el refrán, también la obligatoriedad de los gobernantes de tomar la opinión de la gente para evitar, se implementen desastrosas medidas a través de consultas, encuestas, plebiscitos, referéndums y demás instrumentos participativos y democráticos.

 

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