Recuerdos de un escolapio

17 junio, 20198:52 pmAutor: Valentín Ortiz RebollosoColaboradores Cultura

 

En memoria del amigo maestro Víctor Araujo Rubio, al que sus alumnos conocimos por “El Ruso»

 

Un día, un alumno al que había visto por más de 37 años, me regaló una risa blanca, me sacó de onda. Por un buen lapsus de tiempo quedé anonadado y más por las miradas taladrantes de las personas que me observaban, ¿qué estarán pensando?, me pregunté en mis silencios. ¿Y eso?, es por el día del maestro y es que usted quizá no me recuerde. Me enseñó que la palabra dignidad nos hace firmes ante los que nos humillan. ¿Recuerda cuando nos habló de la vida de Jacinto Canek, el indio rebelde de Yucatán?, ¿de que los pueblos sin educación no pueden aspirar al progreso y justicia social plena? Que el conocimiento verdadero lo construyen solo los que se abstraen de la ficción que impide al ser, entender sus sufrimientos existenciales. Yo soy maestro, el que aún recuerda sus lecciones que siempre las iniciaba con un miren y no intenten llegar a tocar el horizonte, vayan en su búsqueda, ya que solo es para los que aman a su gente. Y nos decía, vamos todos, salíamos en tropel del salón de clases y con mímica, jugábamos a soñar que tocábamos el horizonte y el infinito. Es como usted iniciaba las clases. ¿Ya me recordó o lo duda?. Usted si sabe el significado de la rosa blanca, la vida siempre en libertad no bloquea los sueños. Hay tantos temas qué platicar del pasado y del presente. No lo canso mi maestro, aquel muchacho no paraba de contarme lo que recordaba y cuándo pintó el viejo burro que traía apersogado Don Pichirilo, con las letras que decían soy del, ese partido y el don se quitó el sombrero, rascándose la cabeza. No pos sí, que ya lo entendí. Don Pichirilo, jalando el burro, lo paseó por todo el rancho y el comisariado muy enojado le preguntaba, ¿y quién fue ese hijo de su… que te convenció de que le prestaras tu burro y que lo trajeras por las calles? .Si serás, no, no, el burro eres tú, ¿acaso no ves la realidad y no te hincas? ¿Acaso no ves la vida de perro bailarín que llevamos?. Ellos si que la pasan a toda ma… y nuestras familias con esta seca….ha de haber sido ese maestrito. Es verdad, la razón la tiene. Ahora si se acordó de la historia del burro, yo soy el nieto del señor al que le decían don Pichirilo. Cuando me dio el abrazo y me recitó: «cultivo una rosa blanca», entré en confianza. No me lo crea, pero soñé que un día de estos, me lo encontraría, usted no cambia, siempre con su mochila al hombro, algo canosillo y con lentes oscuros, pero firme. No se ve tan cansado. Aún me se la historia de la boa cornuda y la canción de «Techos de cartón». Es cierto de que el amor al estudio y la lectura nos libera, nos desempaña la vista y la conciencia. Viera que en el rancho no lo olvidan, menos los que fueron sus alumnos y ahora mucho más que hacen fuertes calorones. Recuerden, no rocen los terrenos a lo tonto, no desvíen el agua del río, junten el agua de lluvia, siembren árboles, no maten los animalitos silvestres. Ahí están las consecuencias, no hay árboles para que nos den sombra. El río está casi seco, no hay peces ni animales de sobra. La tierra tiene cáncer, cáncer mi maestro, está seca por todito que le hemos hecho, por qué no se da una vuelta por el rancho y nos invita a todos abrir los ojos .No me vaya a decir, el que nace pá tamal del cielo le caen las hojas o el que rebuzna es burro. Vaya y díganos algo para volver a soñar y no morirnos de verguenza, de tristeza. Yo vengo por usted al pueblo cuando nos diga qué día al rancho nos visita. Aquel muchacho del que no recordaba su nombre en una tarjeta me dejó sus datos. Algo resaltaba con letras rojas, jefe de relaciones humanas de la compañía.

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