Se fue el maestro Fidel Briano Rincón

30 enero, 20178:48 pmAutor: Juan Pablo MorenoCapital Noticias

Se podrían escribir varias biblias sobre el prolijo y exhuberante trabajo periodístico del brillante y enjundioso maestro Fidel Briano Rincón. Hombre de su época, superó a su época. Con férrea y constante disciplina, abordó como experto los más disímbolos temas. Nadie le ganaba al hablar de la deuda externa de México. Era un erudito en el ámbito de le teología de la liberación. Lo apasionó y vivió a plenitud su opción preferencial por los pobres. Nunca anheló ni buscó cargo burocrático alguno. Consideró ofensivo que el maximato local, Horacio Sánchez Unzueta, con propósitos de cooptarlo, alguna vez le haya ofrecido la subprocuraduría de justicia.

Nada de lo que pasaba en el mundo, menos en el ámbito local, era ajeno para el atento articulista, que se ganó incontables lectores y seguidores en sus kilométricas columnas del Sol de San Luis, luego en Pulso y Canal 13, donde daba cátedra de sapiencia, con su estilo hierático e inflexible. Para muchos era adusto e inaccesible. El trato personal, directo, cuensuetudinario, le daban su perspectiva única: un hombre amable, sencillo, caballeroso, agradable.

Contaba corrosivas anécdotas de la clase política y académica que provocaban la prolongada hilaridad. Por su perfil honesto, alquimista irredento, era dueño de mil archivos insondables. Lo que lo convirtió en el enlace imprescindible de los reporteros de la revista Proceso. Era al primero al que consultaban para tener una panorámica exacta de los problemas que convulsionaban la entidad. Por sus oficinas, auténticas bibliotécas monásticas, desfilaron los punzantes periodistas Elías Chávez, Gerardo Galarza, Pascal Beltrán.

Tenía un trato amable con el director del semanario, Julio Scherer. Varias veces le comentamos que se parecía en lo físico y revolucionario al entrañable jesuita Raúl Héctor Mora, brillante polemista, experto analista de textos a partir del modelo semiótico de Humberto Eco y el linguista francés Algirdas Julius Greimas. Conocía al revés y al derecho los textos del teólogo brasileño Leonardo Boff, del que lamentó, renunciara al sacerdocio. Podía recitar de memoria al suizo Hans Urs Von Balthasar. Aceptaba en corto lo llamaran «Doctor Fausto», en el sano sentido del sabio que inspiró la histórica obra. Firme como roca, nunca temió a la muerte. La entendía como un proceso natural, similar a la vida. Pregonaba que el temor se diluye cuando se acepta como un hecho real, inexorable.

Fue un enemigo radical de las manipulaciones religiosas. El historiador Tomás Calvillo Unna lo llegó a definir como un cristiano ortodoxo, iconoclasta, es decir, destructor de íconos. Pero en su mesurada privacidad, era guadalupano. Colocó a la entrada de sus oficinas una pequeña figura de la venerada imagen que pudo heredar más por el cariño de su amada madre, a la que cuidó en forma sublime. Hombre íntegro, honesto hasta sangrar, dejó la abogacía, por considerarla inmoral en su práctica cotidiana, alejada de los principios humanistas y de justicia. Apasionado del conocimiento constante, todos los días leía los diarios locales, La Jornada nacional y El Excélsior, donde fue articulista durante varios años. Escribía puntual, escrupuloso, los documentados artículos para el Canal 13, donde desnudaba las corruptelas del sistema político mexicano y sus cínicos esbirros.

Atento observador del acontecer inmediato, bautizó como Los Macabeos al grupo que encabezó el ex diputado federal del PRI, Juan Ramiro Robledo, que se opuso al cacique magisterial y ex gobernador Carlos Jonguitud Barrios. El mote tenía connotaciones bíblicas. Los Macabeos no comían carne de cerdo. Puntilloso y certero, Briano escribió un libro donde vaticinó que el entonces mandatario interino, Gonzalo Toribio Martínez Corbalá, no se podía reelegir, salvo que violentara las normas básicas. No prosperó la maquiavélica intentona del nefasto Carlos Salinas de Gortari de postergar su influencia a través del ensayo de su vil sirviente. Briano fue también un seguidor fugaz del líder cívico Salvador Nava. Los yerros constantes de los hijos lo alejaron de la utopía democrática. Fue tal vez el primer visionario de la debacle del movimiento insurgente.

No obstante la diabetes que lo consumía implacable, le resultó complicado alejarse del esclavizante café y sus amargos cigarrilos Raleigh sin filtro. Colaboró sin falta los primeros 10 años de vida de La Noticia. Fue un referente invaluable con sus ácidos comentarios en el Canal 13 con su programa «Aquí y ahora», donde hizo equipo con el dueño de la empresa, José Morales Reyes, que lo tuvo en alta estima. En su modesto escritorio, Briano guardaba, celoso, debajo del grueso cristal, una leyenda que aludía al dirigente de la revuelta cubana, su homólogo: Fidel Castro no es eterno. Tampoco el oriundo de Charcas, que falleció a los 72 años la noche del frío domingo 29 de enero. Hereda para su familia, amigos y enemigos, el testimonio de una vida apegada a la verdad, la sencillez y la congruencia.

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