Juventino Sánchez sobrevivió a un levantón criminal

24 octubre, 20166:29 pmAutor: Paola Moreno GuzmánCapital Municipios Noticias

En septiembre de 1997, el ahora consejero del gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, el ex cronista deportivo, Juventino Sánchez Rosales, fue víctima de un levantón por parte de un grupo criminal, que lo marcaría para el resto de su vida. Entonces hacía campañas políticas en Tamaulipas para algunos candidatos del PAN. “El clima social no estaba tan complicado. Mi labor consistía en hacer señalamientos, despertar la atención de la gente con las actividades de los contrarios. Hacerles saber por qué mi candidato era mejor que los demás. Son estrategias que se hacen, no fue nada personal o algo que tuviera en contra de tal o cual aspirante. Sólo cumplí con un trabajo, que levantó. El motivo de mi secuestro pudo ser lo que hice».

«Fue un día de septiembre que nunca olvidaré y que sin duda me marcó para siempre. Ya era algo tarde y había perdido el avión de Reynosa con destino a San Luis Potosí por lo que me tuve que ir por carretera. El fin de semana prometí llevar a dos de mis sobrinas a ver un partido de fútbol al estadio Alfonso Lastras, ya que jugaban las Chivas rayadas del Guadalajara, por lo que no podía fallarles. Al llegar a San Luis Potosí, pasé por mi vehículo que había comprado. Las placas todavía estaban en uno de los asientos. Fui con mis sobrinas al partido. Más tarde me reuní con unos amigos por la avenida Himno Nacional. Salí alrededor de las once de la noche. Me dirigía hacia la diagonal. Entonces se me emparejó un auto, que me cerró el paso. Alcancé a notar que era una camioneta oscura de donde descendieron unos hombres que no me dejaron ver sus rostros. Me bajaron del coche y me subieron a su unidad de manera brusca, al asiento trasero, donde comenzaron a golpearme sin cesar con un tubo en la cabeza, piernas y en el resto del cuerpo».

«Al estar sometido, recuerdo que me hablaban con palabras altisonantes. Me decían que eso me pasaba por decir y escribir chingaderas. Fueron tantos los impactos que recibí, que no soporté más y me di por vencido. Ya no sentía nada, llegué a perder hasta tres veces el conocimiento. Les hice creer que estaba desmayado para que me dejaran de agredir, soportaba las agresiones sin hacer ningún tipo de gesto o movimiento. Todo sucedió dentro de la camioneta. Me pasearon por diversos sitios, como los puentes de Salvador Nava, pues sentí que subía y bajaba. Después de un rato decidieron tirarme atrás del periférico Antonio Rocha Cordero, por el rumbo de la Cañada del Lobo. Me dieron más patadas, pero seguí sin hacer ningún tipo de movimiento. Me creyeron muerto, pues uno de los raptores sugirió darme el tiro de gracia. Otro respondió, no hace falta, ya se lo llevó la chingada. Me arrastraron, me quitaron todas mis pertenencias y arrancaron. Al ver que se alejaban las luces de la unidad y las del vehículo Cirrus verde que me habían despojado, que recién había comprado con mucho sacrificio, intenté pararme. Los golpes que traía en todo el cuerpo me lo impidieron. Me arrastré por un rato y poco después, logré agarrarme de las ramas de un árbol que estaban cerca. Fue como medio pude pararme y caminar. Lo hice por una hora y media o más. Me guiaba por las luces de la ciudad que se veían a lo lejos. Pasaban vehículos de un lado y otro. Llegó el momento en que pude identificar el bulevar y una fábrica donde había una caseta de vigilancia. Llegué como pude. Por fortuna había un velador, que al notar el estado en que me encontraba, llamó de inmediato a un taxi para que me llevara al servicio médico. Le dije que primero quería ver a mi familia, por lo que me trasladó al domicilio que le proporcioné. Cuando estuve con los míos, me movieron en una ambulancia al Hospital de la Salud, que se ubica en avenida Industrias. Luego me di cuenta de lo grave de los golpes. Tenía las manos destrozadas, los dedos chuecos, el cuello torcido. Me tuvieron que poner varios tornillos en distintas partes del cuerpo. Mi familia denunció los hechos a las autoridades. Me interrogaron y tomaron fotos para dar fe de lo ocurrido. Nunca se recuperó el coche ni se detuvo a los responsables».

«No recuerdo cómo sucedieron algunos incidentes. Fueron muy dolorosos para mi persona y familia a la que pido una disculpa por no haberles comentado lo riesgoso que es mi trabajo. Lo hice para no preocuparlos. Sin duda fue una experiencia que marcó mi corazón y vida como un tatuaje. Me hizo valorarla y verla de otra manera. Entonces decidí ayudar y poner mi grano de arena para que todo cambiara. Crear escenarios diferentes desde cualquier trinchera en la que me encontrara. Lo hago desde entonces y lo haré el resto de mi vida. Estoy libre y vivo. Dios sabe por qué nos pone a prueba. Soy muy creyente. Lo que me pasó no fue por estar metido en negocios o con personas malas. Fue por mi desempeño en las campañas. Nunca he tenido enemigos ni me he peleado con nadie. Señalo y digo lo que debo decir. Me pueden calificar de hocicón y la verdad es que lo soy. Me convierto en el peor hocicón del mundo cuando veo muchas injusticias, cuando dañan o abusan de la gente».

«Hoy trabajo en lo mismo. He tenido la oportunidad de estar en la mayoría de las entidades del país donde he podido detectar y escuchar el sentir de la gente con respecto a la violencia e inseguridad que se vive. Los medios informativos apenas revelan el 5% de lo que en realidad sucede. Ocultan las circunstancias en las que vivimos. Es alarmante, están llenas de secuestros, levantones y delitos de todo tipo. Vamos como los cangrejos, hacia atrás cada vez más. No hay ningún individuo que no haya vivido solo o con su familia un acto criminal. La gente ya no cree en las autoridades, sospechan que los pueden afectar más que los delincuentes. El cambio lo podemos hacer todos juntos si denunciamos las injusticias o atrocidades. Las autoridades deben ganarse el respeto y la confianza de la ciudadanía al tener mejores agentes, que deben ser también excelentes personas, ya que tienen familia y derechos al igual que los demás».

«Los medios informativos, por su parte, deben comunicar lo que en realidad sucede en el país, para saber dónde estamos parados. Y como dice mi gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, entrar a la nueva independencia. Debemos buscarla donde no haya corrupción, injusticias, ni las porquerías que vivimos, donde aparecen nuevos ricos, pero también más pobres en el mundo. Tenemos que hacer un borrón y cuenta nueva, ir hacia adelante, construir lo que deje huella. A mis hijos les digo que cuando muera, no les dejaré riquezas, porque no las tengo. Provengo de una familia humilde. Lo que si les heredaré será un nombre con valor. Cuando se hable de Juventino Sánchez, será con respeto. Desde que fui secuestrado, miro todo distinto».

 

 

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