Gallardo Cardona y López Obrador, almas gemelas

21 octubre, 20215:51 pmAutor: Juan Pablo MorenoCapital Destacada Noticias

En 1991, el matador de dragones Salvador Nava, emprendió la marcha por la dignidad y la democracia a México, para reclamarle al presidente Carlos Salinas, el fraude cometido en San Luis a través de su alfil, Fausto Zapata. En la caminata, lo flanquearon entre tantos, el tribuno Leonel Serrato y el feroz herrero, Jesús Rafael Aguilar Fuentes, alias El Chiquilín. Los andarines se cruzaron en el camino con otro disidente que provenía de Tabasco, el polémico Andrés Manuel López Obrador, que nunca imaginó que el yerno del galeno, Horacio Sánchez Unzueta, terminaría como el gran beneficiario de las revueltas cívicas. Al que iba a demoler su maximato de 32 años, por medio de uno de sus alumnos más avanzados, el ex edil de Soledad, Ricardo Gallardo Cardona, al que, contradictorio, el mandatario federal, prometió en campaña meterlo a la cárcel por mafioso. Ahora lo entroniza como gobernador constitucional, el garante de hacer cumplir las tesis doctrinarias de la llamada Cuarta Transformación. Al que le facilitó la estructura de los Servidores de la Nación para cometer fraude a la ciudadanía, protegido por la figura legal de Juntos Haremos Historia, que también usó el ejecutivo para alcanzar el triunfo después de 18 años de lucha.

En su incesante peregrinar, López Obrador fue testigo del ascenso caciquil del dueto integrado por Ricardo Gallardo Juárez y Ricardo Gallardo Cardona, sus correligionarios del PRD, a los que levantó la mano en la plaza principal de Soledad, impulsados por Sánchez Unzueta y el bipolar cirujano Fernando Toranzo. Era la etapa en que el binomio imponía sus condiciones a ultranza, so pena de recibir el castigo más violento. Ni siquiera se salvó su actual mesías. El director normativo de administración y finanzas del Issste, Pedro Mario Zenteno Santaella, divulgó en varias ocasiones, que los Gallardo trataron de marcarle la agenda proselitista a López, que se resistió a obedecerlos. Entonces lo persiguen llenos de rabia por el río Santiago, hasta que lo encapsulan en un retorno. Se lo llevan a sus aposentos donde lo someten. Sabedor del perfil violento de sus aliados, en la última cruzada, el tabasqueño trazó un distanciamiento discreto. Ya de salida a México, se detuvo a comer en la Cabaña de Dimas. Los Gallardo trataron de abordarlo. Los atendió el ahora delegado federal de los programas del bienestar, Gabino Morales. Les dijo que su jefe iba retrasado. Les daría audiencia más adelante. Antes de irse, le comentó a su lugarteniente: “a los Gallardo, jamás les pidas ni un vaso de agua, porque te lo van a cobrar toda la vida”.

En una cita con empresarios locales, temerosos por el crecimiento económico y político desbordado del dueto, con los que se incrementó el número de asesinatos, secuestros, levantones, robos a casas, transeúntes y extorsiones, el controvertido industrial, José Luis Romero Calzada, “El Tekmol”, que se confrontó suicida como diputado local con sus detractores, le dijo al candidato presidencial, si tendría las agallas para contenerlos, ante la inoperancia del mandatario Juan Manuel Carreras. Ávido de votos, contestó que no representaban el mínimo obstáculo, ya que antes combatió a enemigos como Salinas, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña. El lance publicitario le costó a López que Gallardo Juárez le negara la Plaza de los Fundadores para el cierre de campaña. Lo arrumbó inexorable a un tapanco que se ubicó en 20 de noviembre y avenida La Paz.

Adiestrado por Sánchez Unzueta en la estrategia de infiltrarse en grupos contrarios, Gallardo Cardona visualizó la manera de limar asperezas con López Obrador, por lo que, como jefe de bancada del PRD de los diputados federales, junto con otros conspiradores, dieron el bandazo al Verde Ecologista, aliado de Morena, para aumentar el número de votos que le permitiera al ejecutivo, aprobar todas las iniciativas, sin el importarle las obstrucciones de los legisladores del PRI y PAN. Luego patrocinó con recursos millonarios, la campaña del aspirante a la dirigencia nacional de Morena, Mario Delgado, que fácil enterró a su principal opositor, Porfirio Muñoz Ledo, quien se quejó del exponencial despliegue financiero que mostró su adversario. Con la mano en la cintura, Gallardo había comprado meses antes, el salvoconducto para ser el candidato a gobernador por Morena, el partido del presidente.

Gallardo explotó al máximo su amistad con Delgado, al que invitó varias veces a San Luis, donde se les miró en cafés y restaurantes. El extinto historiador, antropólogo y ex candidato a la alcaldía de la capital, Joaquín Muñoz, destacó que al coludirse con Gallardo, López Obrador adelantó el futurismo sucesorio. Denunció que ambos personajes eran la punta de lanza de las ambiciones políticas del secretario de relaciones

exteriores, Marcelo Ebrard, con el que se había juntado a cabildear en México y San Luis Potosí. Se empezó a tejer la asonada para imponer a toda costa a Gallardo. Los primeros signos se dieron cuando, en una visita de López a San Luis, en la Plaza de los Fundadores, tuvo en el presidio, a un lado, a Gallardo y en otro, al alcalde Xavier Nava. Ambos bandos se lanzan reyertas verbales, estuvieron cerca del choque físico, lo que obligó al mandatario a poner calma. Los distrae cuando anuncia que habrá de salvaguardar la sierra de San Miguelito de los embates inmobiliarios.

Activistas de Mexquitic denunciaron que Gabino Morales, en contubernio con el coordinador de los programas metropolitanos del bienestar, Leonel Serrato, habían puesto al servicio de Gallardo, la estructura de los Servidores de la Nación y Defensores de la Patria, que suman más de 300, para hacer labores proselitistas a favor del ex edil de Soledad. A los miles de beneficiario de becas y programas asistencialistas, les remarcaron que no había diferencias ideológicas entre Morena y el Verde, que se juntarían en las elecciones próximas. Delgado haría múltiples piruetas para esconder los oscuros acuerdos. Pulverizó la primera convocatoria donde se inscribieron casi 20 contendientes, donde figuró Leonel Serrato, Francisca Reséndiz, Adrián Esper, José Antonio Lorca, Marcelina Oviedo, Consuelo Jonguitud, Ricardo del Sol y Juan Ramiro Robledo, entre otros. Se especuló que al declinar Gabino Morales, el ungido sería Serrato. Pero luego Delgado argumentó que por razones de género, en San Luis le correspondía a una mujer encabezar la candidatura. Se apuntó como favorita la administradora de recursos y servicios del Sistema de Administración Tributaria, Paloma Rachel Aguilar. También figuró la directora del registro civil, Luz María Lastras. Al final se impuso la vilipendiada secretaria de salud, Mónica Rangel acusada de peculado por más de 500 millones de pesos.

Los seguidores de la dirigente sindical, Francisca Reséndiz, dijeron que Carreras había comprado la posición de su ex colaboradora, en una elevada cifra, con el objetivo de sacrificarla, para colar al abanderado de la coalición, Sí por San Luis, Octavio Pedroza Gaytán. Cuando Serrato fue desplazado por Rangel, molesto, despotricó contra Delgado y anunció su alianza con Gallardo, al que colmó de cualidades. En la contienda por la alcaldía contra el padre, llamó al dueto asesinos, secuestradores y narcotraficantes. Antes había dicho que jamás haría alianzas con el Verde, sumido en el desprestigio como apéndice del PRI. Muy pocos interpretaron el bandazo del notario como una abierta y audaz jugada de López Obrador, para desmantelar el cacicazgo de Sánchez Unzueta, al que le habían quitado uno de sus principales alfiles y que haría equipo con el personaje al que el mandatario aseguró guardar en las mazmorras. Por obvia y contradictoria, pocos se tragaron el anzuelo. Olvidaron que la política es fondo y forma a la vez.

Luego vino el golpe de mano de López Obrador, Carreras y Mario Delgado. A hurtadillas, trataron de registrar a Gallardo como el candidato a la gubernatura, cobijado en las siglas de Morena, Partido del Trabajo y Verde Ecologista. La asonada fue descubierta por los combativos seguidores de Francisca Reséndiz, que se lanzaron a la yugular de la presidenta del Consejo Estatal Electoral, Laura Elena Fonseca, a la que acusaron de secuaz y violentar las normas mínimas. Atrapado in fraganti, Delgado tuvo que continuar la farsa de la consulta interna donde salió electa Mónica Rangel. Contra su voluntad, la acompañó a varios actos públicos en la capital y Soledad, donde reiteró que Gallardo jamás sería su candidato, por su amplio y negro historial delictivo. Aunque en secreto estaban de acuerdo.

Pedroza, antes amigo cercano de los Gallardo, forzado por los dirigentes nacionales del PAN, Marko Cortés, del PRD, Jesús Zambrano y del PRI, Alejandro Moreno, en sus discursos atacó a la Cuarta Transformación y al ex edil, al que llamó delincuente, por sus nexos con el crimen organizado. Los líderes coaligados se reunieron con el secretario de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, para denunciar que el tabasqueño recurrió a pandillas asesinas y ganar las elecciones en Sinaloa, Michoacán y San Luis, donde grupos de sicarios, con metralletas, secuestraron a representantes de casillas y amenazaron a los contendientes, derrotados con trampas, para no impugnar los resultados. En San Luis se habló de un narco fraude, similar al fraude de estado.

Se repitió el esquema, parecido al que los Gallardo usaron para hacer ganar a Carreras. Pedroza denunció el extravío de 8 mil boletas, miles actas de escrutinio falsificadas, con tamaños diferentes en grosor y dimensiones. Se supo que las boletas se imprimieron en negocios particulares, lo que despertó las sospechas de que el árbitro electoral, vendido a Gallardo, pudo cometer flagrantes delitos. En los sexenios anteriores, se recurrió a los Talleres Gráficos de la Nación, donde el ejército salvaguardó la cadena de custodio, que ahora se perdió. Protegido del presidente, el ex diputado federal capitalizó las campañas abiertas que hizo tres años antes que ninguno. Se estima en términos conservadores, gastó más de 50 millones de pesos, ya que repartió despensas, electrodomésticos y pagó varias cuadrillas que lo promovieron.

Se ventiló que en una gira por Valles, el tabasqueño se reunió con Mónica Rangel y Gallardo, para establecer quién sería el relevo de Carreras. Apenas se supo que ganó, López Obrador lo contabilizó como un triunfo más de Morena.

Ante los ataques a Gallardo, el presidente dijo que se trataba de un asunto político. “La mayoría del pueblo de San Luis que participó, lo eligió. Soy respetuoso de lo que se decidió. Es lo que sucede en la democracia. Es algo que molestó a los que perdieron. Ahora cuestionan su pasado. Lo debieron plantear en su momento. Hay instancias legales. Cuando estaban las elecciones, vinieron a denunciar dos o tres asuntos. O que nosotros diéramos a conocer informes para afectar a candidatos. Les dijimos que no, le corresponde a la fiscalía. Antes se usaba que si era alguien que no le gustaba a la gente del poder, le fabricaban delitos. Lo padecí. La versión que platica, de por qué lo encarcelaron, es que iba a participar en el 20015, pero se inclinaron por otro (Carreras), el predilecto. Antes de las votaciones, lo detuvieron personajes que ahora son famosos. (Tomás Zerón, ex titular de la Agencia de Investigación Criminal). Operaban en la procuraduría de la república. Se lo llevan, lo meten preso y no se registró. Cuando ya había candidato, lo sacaron. Cierto o no, es otro asunto. Hay que actuar con prudencia. Dice un dicho de mi pueblo, para mentir y comer el pescado, hay que tener mucho cuidado”.

Aunque fue el último de los gobernadores electos que recibió, ambos se sentaron bajo la imagen del patriota Benito Juárez. López lo felicitó por el triunfo alcanzado. Acordaron trabajar unidos. Gallardo le solicitó respaldo para concluir la carretera Valles-Tamazunchale, el bulevar Ciudad Fernández-Rioverde, modernizar y ampliar el aeropuerto de Tamuín, que ayuden a detonar la economía de la huasteca. Le pidió más elementos de la Guardia Nacional para combatir la inseguridad. Los inconformes confiaron que Gallardo sería frenado por el Instituto Nacional Electoral. Lo castigaría por violentar los topes de campaña con más de 7 millones de pesos. O que el tribunal electoral lo sancionara, apoyado en las investigaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera, que lo acusó, junto con su padre, de malversar casi 725 millones de pesos de las arcas de Soledad. Usaron empresas que realizaron operaciones simuladas con la delincuencia organizada. Fue acusado de asociación delictuosa, operaciones con recursos de procedencia ilícita, peculado y extorsiones. Con el respaldo del presidente, sorteó el vendaval. Fue exonerado de todas quejas y declarado ganador constitucional.

Apenas se sentó en el cargo, Gallardo trató de emular al gurú que lo protegió contra viento y marea. Trazó un paralelismo con lo que pasó en los Pinos, que se abrió como museo a la ciudadanía. La casa de gobierno local, donde vivieron sus capataces, Horacio Sánchez y Fernando Toranzo, que la usaron para “echarse el salto del tigre” y bacanales, la hará asilo para ancianos y niños sin techo. Como ya lo hizo López Obrador, de liberar a delincuentes mayores de 75 años, sin delitos graves y enfermedades crónicas, el comerciante pollero visitó las mazmorras de La Pila, donde busca soltar a detenidos que puedan incorporarse a la vida productiva. Habló de ofrecer transporte gratuito a los estudiantes, placas y licencias de automóviles sin ningún costo.

Igual que su jefe imperial, omnímodo, ya cooptó las fracciones de Morena y el Verde en el congreso, donde impuso a la jefa de prensa. Presiona a los alcaldes para que renuncien a sus partidos y cambien de camiseta, so pena de no tener su respaldo. Igual que su patrocinador, que descalifica diario a sus antecesores Carlos Salinas, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, sin aplicarles un castigo mínimo, en su toma de posesión, ante cientos de invitados, Gallardo acusó a Carreras de dejarle deudas por más de 20 mil millones de pesos. Expuso que acabará con la herencia maldita de las corruptelas que le heredaron en los últimos 90 años. Denunció que el doctor en derecho, compró para el hospital central, medicina caduca por 120 millones de pesos. Pero rápido aclaró, no busca la venganza, sólo trabajar para los abnegados potosinos. Pero rápido traicionó a su padrino, al que no le dedicó una sola línea de agradecimiento. Misógino, violentó la ley al no cumplir la cuota de género, donde hay prevalencia de varones. Tampoco respalda su estrambótico lema de Potosí para los potosinos, ya que empezó a llenar el gabinete con una legión de extranjeros.

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