Carreras le garantizó impunidad a Toranzo por haberlo promovido como su relevo

25 agosto, 20169:49 pmAutor: Juan Pablo MorenoCapital Noticias

Rehén de las facciones que lo llevaron al cargo, acusado de ganar los comicios con un fraude de estado, vilipendiado por el alcalde de la capital Ricardo Gallardo Juárez, que lo ha enterrado con su atroz protagonismo, a casi un año de omisiones, el mandatario Juan Manuel Carreras no tiene una obra significativa que sintetice el cambio lleno de esperanzas que prometió a los potosinos. Aunque alardeó castigar las corruptelas e impunidades, se convirtió en un feroz defensor de los latrocinios cometidos por su antecesor y principal mecenas, el galeno de bajísimo perfil, Fernando Toranzo, que se confabuló con el actual diputado federal, Cándido Ochoa Rojas, un factotum con gran influencia en el gabinete estatal, poder legislativo y judicial. Acusado de traicionar al PRI para brincarse cómodo al sexenio del panista Felipe Calderón, Carreras también fue exhibido de alterar sus declaraciones patrimoniales que acrecentó desmedido como titular del sector educativo. En su corto mandato, las ejecuciones, secuestros, robos y asesinatos se incrementaron en términos geométricos. Su gran respuesta institucional fue que Guanajuato está peor. Huidizo, sin carácter, complaciente con los diversos grupos que lo presionan, ha optado entronizar el esquema del dejar hacer y pasar. Sus propios correligionarios lo han estigmatizado: Toranzo y Ochoa lo pusieron de tapadera. Incluso, que ya formó su propio equipo de recaudadores, para saquear las arcas.

En la amplia gama de aspirantes a la gubernatura, Carreras era el que menos opciones tenía, por renunciar a su sempiterna doctrina para convertirse en repentino panista y colaborar con su ex compañero de la Escuela Libre de Derecho, Felipe Calderón, que lo ubicó como director de la Comisión Reguladora de la Tenencia de la Tierra y luego titular del Fideicomiso de Ahorro de la Energía Eléctrica. La llegada de Carreras tiene como histórico antecedente la debacle del PRI en Soledad, donde en 20 años no han podido recuperar la alcaldía por las diversas negociaciones de las cúpulas. La debacle comenzó con el ex gobernador de cuatro años, Horacio Sánchez Unzueta, que para desmantelar el cacicazgo del ex líder de la CTM, José Guadalupe Vega Macías, para derrotar a su hija, Magdalena Vega Escobedo, infló como adversario a través del extinto Partido Auténtico de la Revolución Democrática, a su delfín, el litigante Roberto Cervantes Barajas, que se impuso sin mayores dificultades. Protegido por su oscuro impulsor, repitió después en la alcaldía con las siglas del PRD. En las dos veces exprimió el erario para su ventaja personal. Además de otros padrinos, Carreras inició su despegue local a la sombra de Sánchez Unzueta y su alfil Fernando Silva Nieto, que lo hicieron delegado de programación y presupuesto, secretario de desarrollo social, secretario de finanzas y diputado federal, donde trabó amistad con Calderón.

Pero a Carreras también lo favoreció su tarea de cargarle el maletín al que se desempeñó como embajador de México en Chile, Gonzalo Toribio Martínez Corbalá, «maestro político» del ex presidente Carlos Salinas que lo puso al frente del Issste y del Infonavit. Luego lo envió de gobernador interino, para suplir a otro interino, Teófilo Torres Corzo. Además lo usó para ensayar la asonada reeleccionista, que le pudo servirle para perpetuarse otro sexenio. Martínez Corbalá obligado a convocar a nuevos comicios, renunció a su encargo temporal para registrarse como el favorito de la charada electoral. Las protestas alcanzaron rango nacional y pudieron desencadenar una revuelta civil. En su desastroso paso por San Luis, siempre tuvo de confidente cercano a Carreras López. Para contener y desacreditar al líder cívico Salvador Nava, Salinas determinó que concluyera el sexenio su yerno Horacio Sánchez Unzueta, que tuvo de fáciles opositores a su suegra, Concepción Calvillo Alonso. Por las concertacesiones de Salinas con la dirigencia nacional, aceptó fácil la derrota el panista Jorge Lozano, que luego fue premiado como senador y alcalde de la capital, donde hizo millonarios negocios. Desde entonces Sánchez Unzueta se convirtió en el maximato. Impuso en la contienda interna a su alumno Fernando Silva Nieto en detrimento del último dirigente del llamado Grupo Universidad, Juan Ramiro Robledo.

Sánchez jugó un papel capital para colar al falso panista Marcelo de los Santos, que se dejó ganar con fraude para favorecer a Silva. En una segunda oportunidad, de manera simultánea, casi ajeno a la influencia del centro, manejó la pactada alternancia para empujar la llegada del contador público. Ahora el sacrificado por el PRI resultó el ingenuo ex alcalde de la capital, Luis José García Julián. En la etapa de Marcelo de los Santos, el poder tras el trono ubicó como secretario de salud al médico de escasas luces, Fernando Toranzo, donde empezó una silenciosa campaña con fines sucesorios. Horacio Sánchez tenía una doble encomienda, enterrar para siempre al único contrapeso histórico que hubo en las filas panistas, al ex senador y ex edil de la capital, José Alejandro Zapata Perogordo. Nunca se creyó que fuera el candidato, compadre y amigo cercano de Calderón, con el que se había distanciado cuando decidió apoyar al ex gobernador de Guanajuato, Carlos Medina Plascencia, en la lucha por alcanzar la presidencia de la república. Sánchez, aliado a Marcelo de los Santos, armaron la celada. Toranzo tenía 12 años de ventaja, ya que con Silva fue director del Hospital Central Ignacio Morones Prieto y diputado local. Para evitar el desgaste, fue destapado en la fase final de los registros. Zapata mordió el polvo. Sánchez Unzueta le dio una segunda tunda cuando intentó buscar otra vez la alcaldía de la capital. Lo doblegó con el novato ex rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Mario García Valdés.

Renuente a extinguirse, Zapata insistió en buscar la gubernatura. Sin conexiones en las altas esferas de la burocracia partidista, fue pisoteado con chicanas en la pelea interna por el llamado Círculo Azul, que capitanea el ex diputado federal, Juan Pablo Escobar, que coló a la senadora Sonia Mendoza. Cuando Toranzo asumió el cargo, se volvió introvertido, visceral, bipolar, energúmeno. Sin embargo, no pudo zafarse de la cadena que lo ató a Sánchez Unzueta, que se convirtió en el inamovible presidente del patronato para regenerar el centro histórico, donde no rinde cuentas a nadie de las cifras millonarias que maneja. Mantuvo a su esposa Concepción Guadalupe Nava Calvillo como directora del Consejo Tutelar de Menores. Hizo secretario de desarrollo urbano, obras públicas y vialidades a su cuñado, Luis Alfonso Nava Calvillo, que salió por entregar a sus cuates en licitaciones amañadas, los contratos más boyantes. Por sus constantes ataques de rabia, Toranzo logró correr a los dos brazos derechos de Sánchez Unzueta, el asesor jurídico, Leonel Serrato y al jefe de asesores, Juan José Rodríguez Medina, que se convirtió en un feroz crítico del galeno como articulista del diario Pulso, donde antes fue director ejecutivo. El cirujano desmanteló el 90% del gabinete original por sus ataques de coraje. Optó irse de pesca, abandonó las oficinas para no atender a la ciudadanía. Le dejó la casa de gobierno a un hijo recién casado. Compartió el poder con su esposa, la presidenta del DIF, María Luisa Ramos Segura, que hizo incontables negocios con la hacienda pública, junto con el secretario de gobierno, Cándido Ochoa, que enquistó hasta la fecha, la mayoría de las dependencias con incondicionales. Entonces se habló que en San Luis había tres gobernantes. El ex director de los parques Tangamanga, Martín Toranzo, pidió cárcel para el poderoso trío, por corruptos.

Después de la primera campaña para la alcaldía de Soledad, el comerciante pollero, Ricardo Gallardo Juárez, casi quedó en la bancarrota, vencido por el panista Juan Manuel Velázquez. Lo oxigenó Toranzo y Sánchez Unzueta, que en su cruzada para desmantelar los mínimos contrapesos regionales, tenía como meta pendiente acabar con el reducto del cacique Mario Velázquez, padre de la dos veces candidata del PRI, Amalia Velázquez, cuyo futuro ya estaba hipotecado. Entonces iba a edificar uno nuevo, bajo su férula, pero más peligroso. Con el respaldo de Toranzo, Ochoa y Sánchez Unzueta, Gallardo le ganó fácil al panista Gerardo Zamanillo, al que ya había vendido el dirigente estatal del PAN, Héctor Mendizábal, que escaló posiciones por el usufructo de incontables derrotas. Gallardo siempre buscó contender por el PRI, peros sus impulsores lo contuvieron para mejores coyunturas. Protegido por sus financiadores, Gallardo trazó un plan para eternizarse en Soledad. Se le vinculó a grupos criminales para golpear e intimidar a sus enemigos, compró en cantidades millonarias la complicidad de la prensa y recurrió al populismo para enraizarse en las clases marginales. Le heredó el cargo a su hijo, Ricardo Gallardo Cardona. Juntos se enriquecieron al extremo de la hacienda pública. Para evitar sobresaltos, salpicaron benévolos a todo mundo. Pero fueron abandonados cuando Gallardo Cardona fue detenido por malversar 200 millones de pesos y presuntos vínculos con la delincuencia organizada. Sánchez Unzueta, Toranzo y Ochoa, le garantizaron al presidente Enrique Peña que podrían mantener la gubernatura si le sacaban doble provecho a la captura del ex edil, que era el preferido en las encuestas para relevar al fallido galeno. Negociaron con el padre entregarle la capital, Soledad, cinco curules locales, dos federales y otros ayuntamientos a cambio de los más de 200 mil votos que le consiguió a Carreras, que esperó sentado la victoria. La inminente alternancia con la panista Sonia Mendoza se esfumó por el mega fraude electoral que hizo ganar a Carreras. Gallardo Cardona al año recuperó su libertad…continúa (tomado de la versión impres, JULIO 2016)

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