El baile

11 junio, 202010:02 pmAutor: Cale AgundisCultura

Era un salón grande, espectacular, tapizado con vidriería traída de Florencia, con columnas de canteras labradas con lazos de flores. Y en el centro un gran tapete persa con grecas azul marino y rojo. Lo que más llamaba la atención era un vitral en tonos contrastantes figurando un coro infantil. Observaba embelesada la ostentación, cuando de pronto vi entrar a mi padre, perfectamente vestido, con un jacket en tono gris y atrás mi abuela, con un elegante vestido en tono azul turquesa. ¿Y mi mamá? No, mamá no estaba. Asistían también mis otros abuelos, vestidos con elegancia. ¡Esperen! Yo también visto de largo, porto un vestido de raso en tonos champagne tornasol.

Mis zapatillas son hermosas y los adornos de mi cabello… apenas los descubrí cuando comenzó la música. La orquesta tocaba el Vals de las Mariposas, al oír los violines, nunca puedo evitarlo, las lágrimas me desbordan. Papá me toma del brazo, me lleva al centro del salón y baila conmigo. Mi abuela baila con su consuegro, la tía Antonia con Gilberto, su esposo. Mi amiga Bárbara con su papá. Julio, otro de mis grandes amigos, con su mamá, doña Dolores, quien por cierto no deja de ver su vestido, que seguro trajo de Europa… Bailamos todos los congregados al son del Vals de las Mariposas. Se trata de una recepción en mi honor. La comunidad elegantemente ataviada me recibe como una de sus integrantes.

Todo es de ensueño. Están como por arte de magia los seres queridos a los que no había visto en años, pero… ¡esperen, algo, no sé qué me inquieta! ¿Dónde está mamá? ¿Dónde están mis hermanos, mis sobrinas, las amigas que me visitaron por la mañana? ¡Qué desconsiderada soy! ¿Por qué no los he invitado? Entonces, con las percusiones de aquel vals, me comienzo a sentir ligeramente mareada, vuelo entre los brazos de mi padre… Recuerdo remota como si hubiera soñado que mis seres queridos y amigos más cercanos derramaron abundantes lágrimas por la mañana. Los vi ¿o los presentí? rodeando mi cama. Estaba yo cubierta, hasta el cuello, por una sábana blanquísima, almidonada… oía sollozos y ¿No sería mi imaginación?, escuchaba rezos.

Yo solo sentía sueño, mucho sueño. Aunque mi cuerpo estaba posado sobre la cama, sentía que me elevaba poquito a poco. Y lo más extraño consistía en que podía ver la escena, como si estuviera en alguna otra parte. Me veía a mí misma, recostada de espaldas. Todo durante un instante. Luego se oscureció y, cuando desperté, estaba aquí, admirando el salón de baile, elegantemente vestida… bailando con mi padre el Vals de las Mariposas. Sin duda se trataba de un sueño. Mi papá había muerto unos años atrás dejándome un hueco en el corazón. También los abuelos paternos y maternos, la tía Antonia, Bárbara y Julio.

Todos los que estaban en el salón habían muerto ya, de eso si me di cuenta en el sueño, y eran los que organizaban para mí el baile de recepción, de bienvenida. Fue entonces cuando, desprendida de los brazos de mi padre, corrí al balcón y me pellizqué el cuerpo. Sin lugar a dudas se trataba de un sueño, un sueño hermoso porque estaba con mi padre, pero también triste, porque mamá, mis hermanos, mis sobrinos y muchos de mis amigos no estaban invitados. Tenía ahora que decidir si me quedaba un poco más en el dulce sueño o si despertaba para abrazar a mi familia. Un señor, a quien no obstante nunca había visto antes, de rostro dulce y bello, se acercó a mí y me tomó por las manos.

Sonriéndome y mirándome a los ojos me preguntó si me gustaba vivir en el sueño. Le dije que sí, que me encantaba, pero le confesé mi tristeza porque mucha gente a la que yo amaba sin medida no parecía haber sido invitada. Tú –me dijo–, puedes decidir. Yo te escucharé. Ese hombre, fino, dulce, bellísimo, me soltó de las manos y se alejó de mí, como flotando, sin dejar de mirarme a los ojos, sin dejar de sonreír. Me quedé sola un momento, cuando sentí el tierno abrazo de mi padre. Estaba a mi lado, confortándome. ¡Qué bien me sentí tomada de su abrazo y pegada a su pecho! Durante muchos años extrañé el abrazo que ahora me transmitía tanta paz y seguridad. ¿Quién es ese señor? –le pregunté.

Jesús –me respondió. Jesús, si, Jesús a secas. Luego se quedó en silencio, abrazándome y mirándome a los ojos. Entonces le dije a papá que Jesús me preguntó si me gustaba vivir en el sueño y que me había dicho que en mis manos estaba permanecer o despertar. ¿Qué has decidido?, preguntó mi padre. Y yo, no respondí, indecisa. Los integrantes de la orquesta ante mi silencio, comenzaron a retirarse. Vi cómo mi padre se fue alejando poco a poco. Vi cómo su figura y la de todos los asistentes al baile se diluían. Al instante decidí permanecer en el sueño, no soporté ver a mi papá retirarse una vez más. Volvió la orquesta y la música al salón, pero mis oídos alcanzaron a escuchar el grito de dolor y pena de mamá y el rezo de la gente reunida en mi habitación para despedirme con besos, con lágrimas y abrazos. “Los que estaban del otro lado” les parecerá muy envidioso de mi parte, pero esta noche disfrutaré de mi baile de bienvenida.

Comments

comments

Comments

comments