Damilo
21 agosto, 20179:51 pmAutor: Cale AgundisCultura
Lo descubrà parado en la puerta de su casa. Un dÃa que fui a acompañar a mi amiga Lorena a un barrio equis a traer una piñata. La esperé en el carro, mientras se bajaba y tocaba en la puertita de la vieja casa, una puertita muy maltratada, de fierro, pero en donde hacÃan las piñatas más lindas de la ciudad. Mientras le abrÃan la puerta, observe todas aquellas casas, similares en tamaño y construcción, era un barrio en extrema pobreza, en algunas viviendas habÃa hasta basureros, perros y gallinas afuera en las banquetas, me pregunté: ¿cómo mi amiga habÃa descubierto tal lugar? Recorrà con mi mirada casa por casa, nada era fuera de serie, era solo un lugar en donde habÃa mucha pobreza… de pronto, mi mirada se cruzó ¿con la de él o ella? Era un ser, supongo un hombre, vestido de mujer, llevaba unos tacones más grandes de los que yo podrÃa usar, un pantalón negro elástico y una camisa pegadita de flores rosas.
Su expresión denotaba mucha tristeza, reflejaba una trayectoria de vida muy difÃcil, su piel estaba arrugada y cada arruga revocada con maquillaje, sin color, sin aliento, supongo la huella de su corazón era triste, acababa de salir de su casa, ¿Quién serÃa detrás de su puerta? ¿Y debajo de su vestimenta? Pensé que estaba esperando a alguien, pero después descubrà que repartÃa tarjetitas, supongo que “de sus serviciosâ€. Me llené de valor y me animé a bajarme a charlar un poco con él. Primero me observó, con sus ojos cafés profundos, como si me transportara por un túnel hacia el otro lado de su alma, pocas veces nos detenemos a pensar en este tipo de personas, que son perseguidos y estigmatizados en las sociedades bajo prejuicios, acusados de pervertidos y hasta de pecadores, pero su vida privada es tan normal como la de todos, con sus noches de llanto y sus dÃas de sol.
Para desviar un poco los nervios, le pregunté que si sabÃa en donde vivÃa la señora de las piñatas… como me vio la cámara de retratar, en cuanto se sintió “acorralado†me dijo: no me dejo sacar fotos y no estoy en servicio ahorita. Le respondÃ, ¿cuánto cobras la hora? Sus ojos penetrantes no dejaban de verme, me dijo el precio, saqué el billete de mi bolsa y le dije: no quiero sexo, quiero tu historia. En verdad no sé cómo me armé de valor para decirle eso… su mirada se nubló con una ternura especial y me dijo ¿en dónde platicamos?. Nos sentamos en el dintel de la ventana de su casa, sacó dos Coca-colas en botella de vidrio y me dio una con una sonrisa y me dijo: brindemos por este encuentro casual. Y se echó a reÃr… también lo hice dando el primer sorbo. “Soy David Miguel López, el Damilo, conocido por todos desde chico, crecà dentro de una familia disfuncional, el menor de 5 hermanos e hijo de papás alcohólicos, quedé solo a los 13 años pues como muchas veces pasa, la familia se desbarató y tuve que salir a ganarme la vidaâ€.
“Primero vendÃa periódico y chicles. Cuando cumplà 16 mi hermano me sacó un permiso de chofer para conducir y agarré un taxi, hasta los 20 años, que conocà a la güera y me casé. Con mis ahorros habÃa logrado abrir una pequeña tienda de abarrotes, todo iba viento en popa, pero nació mi pequeña hija Deyanira, con una rara enfermedad. TenÃa el sÃndrome de Angelman también conocido como el trastorno de Happy Puppets, que le causaba una risa desmesurada y provoca espasmos. Muchos de los de aquà de la colonia me decÃan que estaba poseÃda. Mi niña ya tenÃa tres años y presentaba dificultad para hablar y moverse, su tratamiento era muy costosoâ€. Hizo una pausa, dio un segundo sorbo a su Coca mientras lo pasaba con las lágrimas que le escurrÃan, no pude evitar que se me hiciera un nudo en la garganta, mismo que traté de desbaratar con un trago del refresco.
Un silencio nos invadió, ya no tenÃa palabras que decirle, lo miré y vi que sus lágrimas borraba el maquillaje de la cara, ojalá que también borraran sus tristezas y recuerdos, pero creo que las lágrimas no son tan mágicas. Aunque descubrÃ, bajo su maquillaje una cara hermosa, pero él, era hermoso en todo el sentido de la palabra, porque su sacrificio para ganar más dinero y tener para el tratamiento de Deyanira era inmenso, infinito, ese sacrificio que solo lo harÃa un padre o una madre por un hijo. Damilo era homosexual. Pero solo era una pobre alma que le habÃa ido mal en la vida y tenÃa que recurrir “a eso†para sacar a su familia adelante, por la falta de trabajo y de preparación. Y aunque no lo hiciera por necesidad creo solemnemente que el amor no entiende de masculino o femenino, el amor es solo un sentimiento, irreversible, universal y único. No solo existe el amor carnal, entre las pieles, sino que también el amor fraternal, el de los hijos. Terminé mi charla, le agradecà que se abriera conmigo y como el caballero que era, me regresó el billete que le habÃa dado. -Fue un placer, me dijo, dándole el último sorbido a su Coca-Cola y metiéndose a su casa.
Alcance a oir la vocecita de su niña que le decÃa gustosa “papi ya llegaste.†Y desde adentro de su casa, tras la ventana vi cómo abrazó a su pequeña. Le sonreÃ, dejándole un beso con mi mano. Saqué todo el dinero que traÃa en mi cartera y lo metà en un sobre que compré en una papelerÃa cerquita y le rotule: “Tú eres especial porque posees el talento, capaz de transformar la mueca del dolor de tu hija por una sonrisa de alegrÃa. La felicidad es estar satisfecho con uno mismo.†El placer fue mÃo, eché el sobre bajo su puerta y me marché. En eso salió Lorena mi amiga con su linda piñata, disculpándose por “haberme hecho perder tanto el tiempoâ€. No te preocupes, le dije. Fue el tiempo mejor invertido, hoy crecà como persona, pues acabo de recibir una lección de vida. Le dije sin perder de vista la ventana de la casa de Damilo.
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