Cinco palomas

10 marzo, 20177:14 pmAutor: Cale AgundisCultura

                                         Autor: Cale Agundis

Estaban cierto día cinco palomas paradas en el alambre de la luz, platicando sobre todo lo que acontecía a su alrededor: Pita, Gonzalo, Juanis, Felipo y Rina. Esa mañana iban a emprender el vuelo. Se iban a ir por un año y regresarían otra vez, hasta que el calor entrara. Cuando Pita voló, no sabía a dónde ir, ella no había tenido nunca palomitos, así que nadie la esperaba. Tardó mucho tiempo con las alas abiertas planeando sobre el aire, pensando ¿hacia dónde… hacia dónde iría? Hasta que se paró a lo lejos en una montaña, desde donde vio toda ciudad. Suspiro y dijo en voz baja: –¡Ay! si tan solo yo me hubiera juntado con algún apuesto y distinguido palomo, y hubiéramos tenido palomitos, mi vida sería plena, llena de amor, y diferente– Pita decidió no ir a ningún lado, encontró el hueco de una roca y ahí permaneció refugiada, sola, triste y sin las alas de un palomo que la abrazara… ahí permaneció durante el crudo invierno. Gonzalo era un palomo muy activo, para no caer en hipotermia, decidió ponerse a trabajar. Primero buscó un refugio, después recolectó mucha comida y fabricó un nido muy bello con ramitas de un sauce que se había encontrado. A él no le importaba estar en ese momento solo, más bien estaba emocionado… sí porque llegando el verano él sabía que encontraría a la paloma de su vida, a su paloma querida. Y pensando en ella, fabricó aquel nido. Juanis en cuanto agarró el vuelo se fue a casa de sus polluelos, les llevaba regalos e iba con el corazón desbordante de alegría, pues esperaba todo el año para estar con ellos. Vivían en lo alto de un sabino, ahí se refugiaba toda la familia en el invierno, y pasaban una temporada muy feliz, se amaban mucho, se enseñaban cosas, platicaban, cocinaban, jugaban… y Juanis daba gracias a Dios y al cielo por haber tenido a esa familia. Felipo regresó después de un año de ausencia al hogar de los Armijo, que era una familia de humanos muy adinerada. Él había trabajado ahí como “Palomo mensajero”. Le daban dos o tres misiones y andaba por todos lados llevando y trayendo noticias, andar en actividad lo mantenían calientito y con la mente ocupada, y todo el que tiene la mente ocupada no tiene tiempo de pensar en tonterías. Los Armijo lo querían mucho, porque Felipo era el palomo más puntual y cumplidor que ellos habían tenido, además de que su sentido de orientación era único. Rina había corrido con muy mala suerte, pues a unos pocos kilómetros de haber emprendido el vuelo, un chiquillo travieso la había atrapado en contra de su voluntad. Encerrándola en una jaulita muy pequeña… ¡Hay no! Aquella ave de grandes alas soñadoras blancas/grisáceas ¡había caído en la desgracia, quedando a merced de un niño malcriado y sin que hacer! Ánimas que, la mamá de este pequeñín, se había conmovido de la pequeña Rina y había colocado la pequeña jaula en el jardín. Bueno, al menos no le faltaría nunca la comida, pero nada, nada, escúchenme bien amigos: Nada a cambio de la libertad. Cuando pasó el año y llegaron al mismo alambre de la luz de donde habían partido, Felipo como era palomo mensajero era muy puntual y era el primero que había llegado. ¡Qué galán! estaba regordete y se había echado un rico baño de tierra antes de ir a la junta con sus amigos. Se frotaba las alas y veía el reloj mientras esperaba. Al poco tiempo llegaron Pita, Juanis y Gonzalo. –Yo hice durante el invierno un nido hermoso para mi palomita– Dijo Gonzalo el galante palomo, se lo llené de comida y, además, tendrá una vista hermosa para que ahí, crie y eduque muy contenta a nuestros hijos. –¿Te casaste ya?– Preguntaron todos sorprendidos. –No, no, pero este año, lo haré… en cuanto encuentre a la paloma de mis sueños– Pita, que estaba hecha un hueso, platicó: –Durante el invierno no hice nada, pero nadita de nada. ¡Estuve tan deprimida! y casi no quise salir a buscar comida– ¡Y se le notaba! Era un huesito con plumas. Juanis, llegó contentísima platicando: –Yo estuve con mi familia muy contenta, jugamos, reímos, hicimos pasteles de gusanos jugosos: que si currucucú que si currú-cu-rru– (Era lo que oían los humanos desde abajo del alambre). Felipo había con un hilo dorado entrelazado en su pata: –Yo cumplí puntualmente los recorridos y las misiones que me dieron. Estaban brillantes sus plumas blancas y el brillo de sus ojos delataba mucha felicidad. Después de un rato se percataron que Rina no había llegado… y tristemente, nunca llegó. Así es, mis queridos lectores… son las cosas de la vida: *Pita por soledad, había caído en depresión, en el hastío, a tal grado que ni siquiera le importaba comer. *Gonzalo sin duda, era un gran soñador. Se la pasó esperando al amor de su vida, sin nunca darse cuenta de la soledad de Pita: ¡La tenía a su lado! Pero nunca, nunca se percató de ella. *Juanis estaba muy agradecida con Dios, quién le había dado todo, y lo mejor de todo era que ella se daba cuenta, y disfrutaba y vivía cada día al máximo. *A Felipo no le importaba la familia, sólo le importaba ser el mejor, el primero, el único, ser siempre él, él y él. *Y Rina, ¡la pobre Rina! sin querer, había ido a caer a una jaula, privada de su libertad, como tantas veces sucede cuando alguien se adueña de tu vida y te cortan las alas. ¿Y tú, que clase de paloma eres? ¿El depresivo, que sufre de soledad y angustia, y no pone soluciones? ¿El soñador, que vive esperando al amor de su vida, creyendo aún en la perfección del ser humano? ¿El agradecido que se da cuenta de lo linda que es la vida y disfruta de lo que tiene y lo que Dios le ha dado? ¿El egoísta, que sólo piensa en sí mismo y en su grandeza? O el manipulado: el que se dejó encerrar en una jaulita de oro privándose para siempre de sus sueños y su libertad… Al final de la plática, llego una sexta paloma, que por vergüenza, quizás, no quiso identificarse. Pero le contó a todos que él, era un carroñero, que solo esperaba a ver que dejaban las demás palomas para írselo a quitar, y a veces hasta a la fuerza, robando. Amigos aquí y en China a esos tipos de seres se les llama abusivos, y de que los hay los hay. Cualquier parecido tuyo, con el de alguna de estas cinco palomas, es mera coincidencia.

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