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Alianzas naturales

Brutal el espectáculo que la clase política lanza sobre el encabronado pueblo mexicano. La bandera de la corrupción es la oferta más fuerte que ofrecen a un pueblo angustiado, que vive en medio de la violencia que desde el estado mismo se tolera en su connivencia con los criminales que asesinan sin ningún remordimiento a decenas de miles de seres humanos en todo el territorio nacional, estando en tiempos de paz. La corrupción es la que permite la impunidad, para que florezca y se consolide. Lo inaudito, lo insólito, es que desde las mismas fuentes emisoras de la corrupción, se ofrezca solucionar el flagelo que ha minado a lo largo de décadas a las instituciones públicas. ¿Cómo creer al PRI que puede combatir a la corrupción, cuya cultura le ha permitido por décadas usufructuar el poder en nuestro país?

¿Cómo creer al PAN y sus partidos aliados en el frente, que han sido los aliados del PRI para imponer al pueblo de México las contrarreformas que son lesivas a sus intereses y han sido durante doce años en que ocuparon la presidencia de la república, reproductores de la corrupción más frívola, como la que encabezó el loco de Fox y continuada con Calderón, el usurpador que usó la violencia criminal del narcotráfico que empezó a teñir de sangre todo el país? No hay forma de que la mayoría del pueblo de México les vuelva a creer sus falsas poses de representar la cruzada contra la corrupción. No hay manera. Es lo que parecen decir todas las mediciones que se conocen de todos los tamaños que se han publicitado. Las denuncias que se cruzan entre los adversarios momentáneos de la derecha en nuestro país, el PRI y el PAN, son para decantar al segundo lugar que enfrente al fenómeno político que representa Morena y Andrés Manuel López Obrador en todo el país.

Uno de los dos candidatos quedará con posibilidades de ser con claridad el que se instale en el segundo lugar, si su lodazal lo logran encauzar adecuadamente, para que no los desborde y al final de la lucha fratricida, quien quede, resulte ser irrelevante ante el avance inalcanzable del Peje y Morena en la conquista del congreso de la unión. En el escenario nacional de embarramiento de pus de corrupción que permea en las agendas de la derecha, siguiendo con la misma línea de ampliar las alianzas con las llamadas fuerzas regionales, se ha movido en la coyuntura la pandilla de delincuentes potosinos que se denomina la gallardía, comandada por el cacique presidente municipal de la capital potosina. La alianza formal que sostienen con el frente que encabeza el cuestionado candidato Ricardo Anaya, les ha permitido mostrar el grado de autoritarismo y ambición, sin principios, ni ética política alguna, que permea la cultura de los dos personajes.

Uno, que busca por todos los medios a su alcance ser presidente de la república y el otro, lograr cimentar su estructura clientelar corrupta en los espacios que le soporten una plataforma cómoda para dar el salto al poder total en San Luis Potosí al consolidar las alianzas necesarias. Pero en el entramado de complicidades criminales, algo no cuadra. En la cúpula nacional panista, saben, o deberían saber, que una de las estrategias del cacique para escalar espacios de poder y de riquezas ha sido la traición. No ha respetado ninguna alianza formal en las que su partido, el PRD, ha participado. Si tienen alguna duda pregúntenle al promotor del porrismo universitario cuando fue candidato a la gubernatura, Fernando Pérez Espinosa, “El Calolo”. En ambos procesos electorales (2009 y 2015) la votación del PRD, el cacique la envió a los candidatos del PRI a la gubernatura. Y si tienen alguna duda, consulten los resultados electorales respectivos, donde encontrarán la prueba contundente de la traición del personaje inescrupuloso.

Los acuerdos del cacique con el PRI de Horacio Sánchez, Cándido Ochoa, Fernando Toranzo y el actual gobernador Juan Manuel Carreras, avalados por el poder federal también priista, han sido la impunidad total a sus innumerables latrocinios a las leyes que nos rigen y los dineros públicos. Si el poder federal y el PRI han decidido bajar de la competencia al candidato hermano de la derecha panista, para lograr dar vida a la pulverizada candidatura de la derecha priista que está en un lejano tercer lugar, ¿por qué razón no vuelca los instrumentos de «la justicia» contra sus delincuentes potosinos aliados, cuando los tienen a tiro?. La única posible explicación que podemos aventurar es que el cacique tiene líneas de acuerdos con las dos derechas que disputan quedarse con el control del poder federal.

Con toda la información que ha fluido, si al cacique se le ha permitido postular a su hijo con la peor de las famas que tiene en el ámbito estatal y nacional, es por la autorización del poder federal, ¿pero a cambio de qué? No hay mucho en juego, es probable que el cacique volcará su estructura clientelar a favor del voto por su hijo al senado, las diputaciones federales y las de carácter local, salvo una, que puede ser la alcaldía de la capital potosina. Pero el trueque que al PRI nacional le interesa es el que los votos de la pandilla vayan al candidato de su partido a la presidencia. Si el escenario se presenta, al ambicioso candidato panista le espera un futuro más negro que la conciencia de sus aliados formales de la gallardía y la propia. Ahora, como se perfilan las preferencias electorales, los votos que puede garantizar el cacique, no son relevantes en el entorno nacional. Incluso le pueden ocasionar un mayor desprestigio al PRI al tener una alianza de facto con sus aliados de siempre en el estado, que ponerlos a disposición de la justicia mexicana y mandar mensaje en pleno proceso electoral de que combaten la corrupción.

Al candidato Anaya, su alianza con la gallardía, le saldrá muy onerosa. Un número importante de la militancia panista en el estado, no le dará su voto. Lo saben en la cúpula panista, el malestar es en serio y de fondo. No le perdonarán la humillación que les infringió a sus militantes, ni tampoco dejarán pasar la cobardía y mediocridad de los dirigentes estatales que sucumbieron sin chistar al ponerlos como cola de ratón de una pandilla de delincuentes. Pero el asunto es más complicado para el ambicioso candidato azul. Si el poder federal le permite competir a la familia del cacique, quiere decir que los votos para la presidencia de la facción se irán para el candidato del PRI. ¿Se entiende? Las alianzas del cacique con el poder y “sus aliados formales”, son naturales en su cultura que le ha permitido acumular poder y dinero. Son alianzas de iguales. Sin embargo, en el silencio del pueblo potosino y mexicano se escucha un estruendoso ruido que dice ya no más PRI ni PAN. No más corrupción y violencia. Ya es hora.