Algunas reflexiones sobre la pandemia

11 junio, 202010:45 pmAutor: Eudoro Fonseca YerenaOpinion

La pandemia es un tema que reclama la atención de todos. Como en otros de la vida pública, existen diferentes puntos de vista, lo cual desde luego es legítimo y respetable. Motivado por la embestida mediática de los últimos días, centrada de manera destacada en la figura y actuación del subsecretario Hugo López Gatell, hago algunas consideraciones personales. He seguido de cerca, casi a diario, las ruedas de prensa informativas sobre la pandemia, encabezadas por el vocero del sector salud. Desde enero, comenzaron los preparativos para enfrentar la pandemia que fatalmente llegaría al país. Se empezó por proyectar escenarios y diseñar un plan de acción para hacer frente a la amenaza sanitaria. El plan, a partir de que se presentó el primer caso de covid-19, fue expuesto en sus líneas generales al público y definidas las tareas para enfrentar la epidemia, las etapas del proceso y proyecciones en el tiempo.

El comportamiento de la pandemia y su evolución en el país convalidaron las predicciones científicas. Fueron muy aproximados los casos presentados de acuerdo a lo previsto. El programa para enfrentar la pandemia ha implicado un gran esfuerzo de concertación entre los niveles de gobierno, no siempre exitoso ni exento de tensiones en algunos estados. Un gran esfuerzo de integración y reconversión de todas las áreas e instituciones del sistema nacional de salud y los servicios médicos, hospitalarios, de carácter mental, de atención al público, información y difusión. La estrategia a seguir fue informada a la sociedad de manera clara y puntual, anticipada y oportuna, etapas y medidas. Entiendo que puede haber diferentes enfoques para enfrentar la propagación de la pandemia. La adoptada por el gobierno mexicano no es en consecuencia, la única posible. Sin embargo, no estuvo diseñada y dirigida por manos improvisadas o incompetentes, por el contrario, fueron equipos científicos especializados en experiencia epidemiológica.

Si juzgamos por los resultados obtenidos hasta ahora, más allá de que se puedan discutir y cuestionar las metodologías y la construcción de los datos, es evidente que los estragos de la pandemia no alcanzan, ni por asomo, la magnitud ni el dramatismo que tuvieron en otros lugares de mayor desarrollo que el nuestro, como algunos europeos y los propios Estados Unidos, con todo y sus enormes recursos. Ya no hablemos de países latinoamericanos como Ecuador o Brasil. En México no hemos tenido muertos insepultos en las calles, ni enfermos atendidos en estacionamientos de centros comerciales, ni la infraestructura hospitalaria ha sido desbordada, ni el sistema nacional de salud ha colapsado.

Los resultados hasta hoy y sin triunfalismo alguno, pues todavía no se acaba, no son obra de la casualidad, ni obedecen a la suerte. Algo se ha hecho correcto. Debemos reconocer el esfuerzo de previsión y coordinación institucional, el profesionalismo, vocación de servicio y entrega de miles de trabajadores de la salud y, dígase lo que se diga, la respuesta responsable de una parte muy importante de la ciudadanía. Vale la pena destacar que nunca, en circunstancia alguna, la sociedad había tenido a su alcance tanta información como ahora, diaria y puntual, sobre la emergencia sanitaria, la naturaleza de la enfermedad, sus síntomas, medidas adoptadas, canales de atención, aplicaciones, guías. Constituye un hecho incuestionable y un hito en la vida democrática, que también significa transparencia, acceso a datos y rendición de cuentas.

El hecho de que el hombre de la calle, el ciudadano de a pie, discuta sobre las aplicaciones de las pruebas, sobre la pertinencia de los cubre bocas, sobre la estrategia «centinela» o hable de «la inmunidad del rebaño», refrenda el enorme éxito alcanzado por la política de comunicación sobre los temas y en particular, por López Gatell. Creo que resultó muy oportuna y me atrevería a decir, casi providencial, la aparición en la coyuntura de un profesional de la epidemiología, competente, serio, mesurado, paciente en extremo, y por si fuera poco, un extraordinario comunicador. El vocero del sector salud nacional, llueva o truene, diario, sábados y domingos, está en la línea de fuego para informar con peras y manzanas, las cifras y evolución de la pandemia. Ya quisieran muchos políticos para los domingos y días festivos, su inteligencia y claridad expositiva. Un momento fundamental de la lucha contra el covid-19 en México, que será recordado por mucho tiempo, fue el mensaje enfático, persuasivo y oportuno del subsecretario: quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa.

En un país como México, con nuestra demografía, condiciones económicas y de ingreso, de desigualdad social y pobreza, está claro que muchos mexicanos no podían guardarse en casa. El caso de los negligentes e irresponsables es otra historia. No obstante, de ninguna manera podemos ni debemos subestimar la respuesta de la gente. Reducir, por ejemplo, la movilidad de una mega urbe como la Ciudad de México en un punto cercano al 60%, no es asunto menor. La centralidad de la figura de López Gatell, su visibilidad y popularidad, el papel tan relevante que ha jugado como vocero del sector salud nacional, lo ha puesto en la mira de los muchos y enconados enemigos del presidente. Varios de los embates en redes y medios nacionales e internacionales en su contra están dictados por la pasión y los intereses políticos. Tratan de desacreditar en realidad al gobierno de López Obrador.

En un país tan polarizado, cada quien trata de llevar agua a su molino, la objetividad y la mesura naufragan. La popularidad de López Gatell para muchos y por diferentes motivos, algunos muy mezquinos, resulta intolerable. Me parece patético oír a gente que en el pasado jamás emitió opinión política alguna, defender a uno de los ex secretarios de salud de quien se tenga más pobre y triste memoria, con tal de manifestar su oposición al gobierno actual. Lo cierto es que a su estilo, elegante y contenido, López Gatell, para desgracia de sus detractores, se ha venido «almorzando» uno por uno, a todos sus críticos: gobernantes, comunicadores, periodistas, ex secretarios de estado.

Si fuera un pistolero del oeste, su revólver tendría muchas muescas y contando. Uno de los saldos que deja la crisis sanitaria, entre muchos, es la exhibición pública, como nunca, del bajísimo nivel periodístico, intelectual y ético de algunos reporteros y de sus medios informativos. Su miseria moral. Lo nuevo es su exhibición pública y patente ante millones de mexicanos. Son algunas consideraciones y reflexiones personales. Post scriptum: celebro que un alto funcionario lea en público un poema de Miguel Hernández.

 

 

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