Juan Martín Ayala, sentía cerca la muerte

26 marzo, 20206:26 pmAutor: Juan Pablo MorenoCapital Noticias

Previo a su muerte, el líder de la Federación de Comerciantes y Usuarios de San Luis Potosí, Juan Martín Ayala, le comentó a sus cercanos colaboradores, que había soñado su muerte. Luego les dijo que tenía problemas con un sobrino de su esposa, Verónica Ramos, al que identificó como Erwin Alba Coronel, al que le endilgan cuatro homicidios, entre los que figuró uno de sus primos. Ayala mostró varios mensajes intimidatorios de su interlocutor, que lo emplazó a que debía atenderlo lo antes posible. Se supo que le debía 20 mil pesos y tal vez quería saldar el pasivo con dos armas o pedir otra suma a cuentas de las mismas.

Ayala era un sujeto previsor. Colocó cámaras de vigilancia en los dos accesos a su vivienda ubicada en Zacatecas 1110 en el cruce con Aquiles Serdán. Cargaba su propio revólver, que tenía en el escritorio donde hacía cuentas de sus diversos negocios. Las balas las ponía en un extremo del inmueble. En el mismo cuarto instaló un pequeño altar a la Santa Muerte. Cada año despedía a los feligreses que visitan la virgen de San Juan de los Lagos, a los que ofrecía un abundante desayuno con frutas y múltiples bebidas, además del ruidoso mariachi. Le gustaba emular al héroe central de Los Miserables, Jean Valjean, que tenía como meta, hacer el bien a toda costa. No le importaban los montos.

En el último festejo de los Reyes Magos, planeó destapar al alcalde Xavier Nava como su candidato a la gubernatura. Hizo un gran festejo donde tuvo más de 2 mil invitados a los que ofreció el espectáculo de luchas libres, payasos, grupos musicales, regalos, despensas, juguetes, cobijas, comida a reventar. En las conferencias de prensa que organizaba con diversos liderazgos, antes que nadie, se adelantaba a pagar las abultadas cuentas. Empezaba su rutina a las 7 de la mañana y terminaba ya de noche. Buscó con otros aliados, formar un nuevo partido político. Empezó a abrigar la esperanza de ser diputado local. Si fraguaba su alianza con Nava, pediría lo hicieran director de comercio o plazas y mercados.

Defendió a ultranza al gremio de los ambulantes, por lo que tuvo que hacer equipo con el petulante edil de la capital, Ricardo Gallardo Juárez, al que antes denunció por amenazas de muerte. Narró que fue interceptado en la Calzada de Guadalupe por varios agentes ministeriales, que lo intimidaron. Le advirtieron no se metiera con el “jefe” o se atuviera a las consecuencias. Lo soltaron hasta que les cubrió un soborno de 30 mil pesos. A veces asustadizo, Ayala contó la hazaña de cuando fue secuestrado por Los Zetas, que lo soltaron al lograr un acuerdo monetario. Perseguido por la tragedia, se le dobló el ánimo cuando perdió a su hijo Ángel Ayala. Luego, en marzo del 2018, denunció que su hija Saraí Ayala, fue raptada por bandas de colombianos y salvadoreños, pero logró escapar de manera fortuita.

Ayala alertó que en el centro histórico, los extranjeros capturaban a niñas de 14 a 18 años con fines de tráfico sexual. Lamentó que la fiscalía local no le haya aceptado la denuncia, no obstante llevarles fotografías de una casa de seguridad donde escondían a las víctimas en la calle Antonio Plaza, a espaldas de la policía preventiva. Después de suplicar a los agentes ministeriales que cumplieran con sus obligaciones y no lograr nada, Ayala, con un grupo de amigos, todos armados, buscaron a los maleantes donde se escondían. Nadie salió. Luego se volvió un feroz defensor de mujeres desaparecidas. Encabezó protestas afuera de la fiscalía local. Protegió a un grupo de enfermeras que ofrecían sus servicios afuera del mercado Hidalgo que trató de desalojar la encargada de la unidad de gestiones del centro histórico, Rocío Zavala, a la que le declaró una guerra sin cuartel.

Hombre obsequioso, Ayala Torres destacó el 20 de diciembre, que era el mes ideal para vencer el egoísmo. Lo que se logra al apoyar al más necesitado, al que está enfermo, preso o vaga por las calles. El 4 de enero, el brazo derecho de Ayala, Marco Antonio Hernández, El Tyson, anunció que su compañero de luchas, fue herido de un balazo en la cabeza, en su propio domicilio. El dictamen médico estableció muerte cerebral. Lo mantuvieron con vida por medios artificiales. Adelantó que solicitarían al fiscal, Federico Garza Herrera, esclarecer los hechos lo más pronto posible. Después de largas horas de agonía, falleció el 6 de febrero.

Marco Antonio Hernández encabezó una protesta en las instalaciones de la fiscalía. Exigió justicia para el caído y que no se violentaran las garantías constitucionales de la familia. Dijo confiar en el desempeño de Garza, para que las carpetas de investigación no se fueran chuecas. Otro de los manifestantes señaló que Ayala dejó en el desamparo a sus hijos, pero también al gremio, al que siempre respaldó. Solicitó a Garza no venderse y encerrar al autor material e intelectual del crimen, que ya tenía antecedentes delictivos. “Es agresivo, un psicópata, ha segado vidas inocentes. Deben refundirlo en la penitenciaría”.

El 13 de enero se anunció la captura del presunto homicida. Prevalecía la duda sobre los cargos que le iban a fincar. Si fue un homicidio culposo, accidental, por el disparo de arma de fuego o se cometió con las agravantes que lo ubicaron en otra categoría de mayor castigo. Antes de soltar las primeras declaraciones sobre el incidente, algunos compañeros de Marco Antonio Hernández le recomendaron mesura, ya que se había registrado algunos elementos que debían ser analizados a fondo. Hablaron de que la víctima recibió varias amenazas. Incluso, que le arrojaron 7 días antes, una cubeta de sangre en una de las ventanas de la casa, lo que presagiaba un desenlace atroz. Ayala externó miedo, ya que Erwin Alba Coronel tenía antecedentes delictivos. Se decía hijo de uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, Ignacio Coronel Villarreal.

El criminólogo Julio Alfredo Ceballos definió a Alba como un “peligroso sociópata, sin el mínimo interés de generar empatía”. Lo trató como pareja de la joven Greta Perogordo, violentada por su padre, Eduardo Perogordo Oliva. Los seguidores de Ayala descartaron la hipótesis del accidente, ya que el tiro que recibió en la frente resultó certero, a quemarropa. Los familiares del “Ojitos”, inexpertos, con el terror encima, borraron el charco de sangre y escondieron la pistola con la que se pudo cometer el crimen. Los simpatizantes del detenido alegaron que la policía investigadora allanó el domicilio donde se encontraba y recurrió a la tortura, lo que podría afectar el proceso jurídico.

En las primeras audiencias, la ministeria pública elaboró una sólida argumentación contra el presunto responsable, Erwin Alba, al que acusó de homicidio calificado, por lo que podría recibir una pena de 20 a 30 años de encierro. La fiscal se apoyó en los testimonios de la cónyuge de Ayala, Verónica Ramos. Relató que salió a tirar la basura a las 7:10 de la noche. Entonces escuchó un disparo y después un vaso que se rompió al pegar con el suelo. Encontró a su esposo boca abajo en el escritorio, con un charco de sangre al lado. Su sobrino tenía una pistola en la mano, con una mueca de espanto. Destacó que no escucharon discusiones ni forcejeos. Una vecina miró cuando el inculpado salió de la vivienda, subió a su carro y huyó. La defensa trató de establecer que fue una muerte accidental, ya que el detenido pudo actuar en la calle, embozado. No fue a ejecutarlo, ya que sólo hubo un disparo. Acudió a un sitio donde había testigos y cámaras de vigilancia. No se aclaró el móvil del crimen.

El sepelio de Ayala se efectuó en la funeraria Hernández. Antes del entierro en el panteón del Saucito, fue llevado al lugar donde creció y se hizo un aguerrido vendedor ambulante, la explanada Ponciano Arriaga, cuna del comercio. La carroza llegó después de las 2 de la tarde. Lo esperaba un numeroso contingente que aplaudió, echó porras y vivas. No se podía ocultar el dolor y lágrimas de familiares, compañeros y amigos. Se escuchó el mariachi que tanto le gustó. Se formó una larga fila que quería mirar y despedir al líder amado. Presagioso de su trágico desenlace, Ayala no pudo llegar a su cumpleaños 55, que anunció profuso. Lo iba a celebrar el próximo sábado 7 de marzo. Magnánimo, invitó al que quisiera acompañarlo a su domicilio, a partir de las 6 de la tarde. Cercano el desenlace, conminó a gozar la vida al millón, porque “ahora pisamos la tierra, mañana nos le echan encima”.

 

 

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