Adolfo de Jesús Costanzo y los narco satánicos

25 septiembre, 20198:16 pmAutor: Julio Alfredo Ceballos AlonsoCapital Colaboradores Noticias

El narco satanismo es una práctica pseudo religiosa para obtener una supuesta protección a las organizaciones criminales. Se realizan rituales de origen afroamericano en los que se utilizan animales y/o personas para sus sacrificios. Adolfo de Jesús Constanzo creció en un ambiente nada favorable para tener una vida agradable. Hijo de inmigrantes cubanos, nació en Miami el 1 de noviembre de 1962 y fue bautizado por el rito del “Palo Mayombe”, una religión de origen congoleño practicada por los esclavos llegados a Cuba en la época colonial. La madre de Constanzo era adicta de la religión, además ingresaba frecuente en prisión por cometer pequeños delitos, como robos y estafas. También practicaba ritos en los que se sacrificaban animales. Fue como Constanzo aprendió de su madre lo que sería después en la edad adulta. En 1983, ya sacerdote de tal práctica, se ganaba la vida leyendo las cartas del Tarot. Poco a poco tiene clientes de clase influyente a los que también “vende” rituales por más de 4 mil dólares, en los que se sacrifican animales. Sus principales adeptos están poderosos narcotraficantes que acuden para obtener protección y hacerlos esquivos de la justicia. En 1987 conoce en Matamoros a Sara Aldrete, que se convertiría en su mano derecha.

La ciudad fronteriza con Estados Unidos sería la nueva residencia habitual de Constanzo y su banda. A partir de entonces comienzan a desparecer personas en la zona en extrañas circunstancias. En marzo de 1989 se extravió Mark Kilroy, un joven universitario estadounidense que se encontraba en la localidad mexicana de viaje de fin de carrera, junto a unos compañeros de facultad. El extravío del chico crea un punto de inflexión en el que las autoridades no tienen otro remedio que iniciar investigaciones, dado que Kilroy provenía de una familia con influencias políticas en el país vecino. Unos días después son detenidos dos miembros de la banda narco satánica, los cuales delatan con la policía a Constanzo y Sara Aldrete. Confiesan que secuestran a personas, las sacrifican para sus rituales. Poco después, en un registro efectuado en el rancho de Constanzo, se encuentran quince cadáveres, entre los que están los restos de Mark Kilroy. También vestigios que señalaban sacrificios humanos, como la extirpación de miembros genitales, cerebros y otros órganos donde se preparaban caldos y brebajes. Para finalizar los rituales y a modo de trofeos, Constanzo se hacía corbatas con sus columnas vertebrales. El 6 de mayo de 1989 la policía acorrala a Constanzo y varios miembros de su organización en un supermercado de México. Tras un tiroteo y viéndose cercado, Adolfo de Jesús Constanzo muere después de ordenar a un miembro de su banda que le dispare. Sara Aldrete fue detenida y cumple una condena de 647 años de prisión. Se considera inocente y víctima de un complot policial para salvar a altos personajes de la política involucrados en el narco satanismo, denuncia que hizo al escribir el libro “Me dicen la narco satánica”.

 

                         Los narco satánicos, medios informativos y Discovery Chanel

 

Tal vez el caso de los narco satánicos sea el episodio más espeluznante en la historia mexicana del crimen del siglo XX, muchos libros se han escrito sobre el tema, al menos cuatro películas se han inspirado en los hechos suscitados en el rancho Santa Elena, cercano a la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, precisamente en los márgenes del río Bravo y en YouTube circula un documental extenso del famoso programa Discovery Chanel. Considero de manera muy personal que todos los medios narran el caso de una manera imprecisa, siguen la tendencia de darle a un cruel criminal como lo fue Adolfo de Jesús Constanzo y su “sacerdotisa” Sara Aldrete Villarreal, ciertos poderes místicos, misteriosos, sobrenaturales. Además de atribuirle el mérito de la investigación y localización de los restos del estudiante norteamericano Mark Kilroy a policías norteamericanos del Servicio de Aduanas y del FBI. Mientras que por otro lado le inyectan a sus respectivas narraciones un aire peliculesco, supongo que para hacerlo más interesante para la gente. Pero en el intento desvirtúan la verdad histórica de los acontecimientos. En forma genérica todos los medios matizaron la información y coincidieron en hacer público que “el 9 de abril de 1989, agentes de la Policía Judicial del Estado y de la Judicial Federal, con apoyo de preventivos mexicanos e investigadores de Estados Unidos, arrestaron a cuatro personas -luego hubo más involucrados-, por el secuestro del ciudadano americano Mark Kilroy, de 21 años. Sin embargo, las investigaciones dieron con una banda de personas que hacían ritos satánicos, mataban y descuartizaban a sus víctimas”.

Mientras que Magali Tercero, cronista urbana y cultural, autora del libro Cuando llegaron los bárbaros… vida cotidiana y narcotráfico (Temas de Hoy-Planeta, 2011), manifestó en cierta ocasión que “en 1987 ya había crecido mucho el tráfico de drogas en el país y los narco satánicos formaban una banda menor, como tantas otras surgidas al amparo gubernamental. Aunque en México no se investigaron las pistas aportadas por los detectives estadunidenses o no se quiso hablar sobre el tema”. Me pregunto ¿a cuáles detectives estadounidenses se refiere y cuáles pistas en particular alude?, cuando la verdad es que el mérito de las detenciones iniciales que condujeron a la localización en el rancho Santa Elena de 17 cuerpos inhumados de manera clandestina y entre los cuales se localizó el del estudiante norteamericano, corresponde a los integrantes de la Policía Judicial Federal ubicada en Matamoros, Tamaulipas, al mando del comandante Juan Benítez Ayala. En 1989, en los días que desapareció el estudiante norteamericano, yo trabajaba para la Policía Judicial Federal, sección antinarcóticos (PGR) en Matamoros, Tamaulipas. Participé en las detenciones de los primeros cuatro integrantes de la célula del narcotráfico comandada por Adolfo de Jesús Costanzo. En el aseguramiento de casi media tonelada de marihuana, en localizar tumbas clandestinas y de los 17 cuerpos inhumados –entre los cuales se localizó el de Mark Kilroy- en el rancho Santa Elena, mismos que habían sido asesinados por el grupo de narcotraficantes que después fueron conocidos como los narco satánicos. Presento aquí mi versión como agente de la Policía Judicial Federal involucrado en las investigaciones y operativos relacionados con un asunto de talla internacional.

 

Antecedentes. Mark Kilroy era estudiante del ciclo básico de la Universidad de Texas en Austin. Salía con chicas, era animador de los diversos equipos deportivos y estudiaba mucho, con la intención de graduarse de médico. Esperaba con ansias el receso de marzo cuando junto con sus compañeros Bradley Moore, Bill Huddleston y Brent Martin planeaban viajar a Isla South Padre, cerca de Brownsville. Unos cuantos centenares de jóvenes compartían la misma idea. A las 02:00 horas de la madrugada, la gente empezó a retirarse. Los cuatro amigos, agotados y con una gran borrachera, decidieron dar la fiesta por terminada. Salieron del local donde se encontraban. El aire de la noche era fresco y agradable. Se unieron a la tambaleante procesión de muchachos que se dirigía hacia el puente que marca la frontera entre México y Estados Unidos. Bill Huddleston, el mejor amigo de Mark, tuvo que pararse en un oscuro callejón para orinar. Al volver, vio a Mark caminando en medio del gentío. Parecía estar hablando con un joven mexicano, era Sergio Martínez Salinas, un miembro del grupo de Constanzo. Bradley Moore y Brent Martin caminaban adelante en dirección al puente y Bill fue hacia el grupo. A partir de entonces la fiesta se transformó en una pesadilla. El mexicano empezó a hablar con Mark sin que nadie se lo hubiera pedido. “¿Quieres dar un paseo?”, le dijo.

Cerca había estacionada una camioneta y otro mexicano estaba sentado al volante. Los estudiantes estadounidenses preferían no mezclarse con los hombres de Matamoros. Solían ser tipos duros que conocían la ley de la calle. Pero la negativa de Mark no fue lo suficientemente rápida. El alcohol y el cansancio le ganaron. Los mexicanos se dieron cuenta de que titubeaba, lo tomaron en volandas, lo metieron en la camioneta y el vehículo desapareció de la bulliciosa calle. Mark se dio cuenta que corría peligro. El conductor se detuvo en un callejón para orinar y Mark aprovechó el momento. Se zafó de sus dos guardianes, saltó de la camioneta y echó a correr. Pero no se había fijado que otra camioneta Chevrolet los seguía y de nuevo fue atrapado. Sus amigos empezaron a preocuparse cuando vieron que no aparecía en el puente. Regresaron a México y recorrieron las calles y bares de Matamoros, hasta que se hizo de día. Al momento estaban muertos de cansancio y se fueron a dormir unas horas a una habitación de hotel de South Padre antes de rellenar un impreso de personas desaparecidas en la agencia del ministerio público. A la mañana siguiente, en Matamoros, notificaron el hecho en el consulado estadounidense. Después llamaron a los padres de Mark en Santa Fe, Helen y Jim Kilroy, y les dijeron que su hijo se había perdido en México.

Adolfo de Jesús Constanzo.- Nació en Miami, Florida, Estados Unidos. Su madre tuvo a Adolfo a la edad de 15 años, junto con tres hijos de diferentes padres. Emigró a San Juan, Puerto Rico, después de que su primer esposo muriera. Volvió a casarse. Constanzo fue bautizado como católico y sirvió de monaguillo. Pero también fue influenciado por su madre en el culto denominado Palo Mayombe. La familia regresó a Miami en 1972 y su padrastro murió al poco tiempo. Dejó a la familia con algo de dinero. Su madre pronto volvió a contraer matrimonio y su nuevo padrastro se vio involucrado en el ocultismo y tráfico de drogas. Ambos, Constanzo y su madre, fueron arrestados numerosas veces por crímenes menores como robo, vandalismo y «farderismo»(robo a comercios, ocultando mercancías entre sus vestimentas). Se graduó en la secundaria, pero fue expulsado del bachillerato. Su madre creyó que tenía habilidades psíquicas por haber predicho el intento de asesinato del ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan en 1981. Ya adolescente, se hizo amigo de un sacerdote del rito Palo Mayombe, quien le enseñó las habilidades necesarias para ser un narcotraficante y estafador en una carrera «encaminada hacia la maldad». Constanzo visitó México, subsistía como lector de cartas de tarot. Entonces reclutó a dos jóvenes, Martín Quintana Ramírez y Omar Orea Ochoa, para que fungieran como sus sirvientes, amantes y discípulos. Constanzo regresó a Miami por un espacio de tiempo corto, pero volvió a México a mediados de 1984. En los siguientes años se convertiría en el líder de un poderoso culto que tenía a capos del narco, músicos famosos e incluso agentes de policía bajo su mando. El culto establecido en Matamoros, en la región fronteriza de México, vendía drogas, desplegaba ceremonias ocultas y para fines de 1987, secuestraba y asesinaba personas para usarlos en sacrificios humanos. Las víctimas cayeron junto con los rivales del culto y de las drogas.

Sara Aldrete Villarreal.- Tenía 24 años, era una estudiante distinguida en el Texas Southmost College de Brownsville. La joven alta y morena también era la novia de El Padrino y su compañera asidua, aunque sabía que era homosexual y tenía dos amantes masculinos. Participaba con agrado en los rituales satánicos. Se convierte en gran sacerdotisa del culto y participa activa en todas las sangrientas ceremonias. Además, recluta a nuevos miembros y les explica las actividades de la secta. Adolfo convence a los demás adeptos que serán completamente invulnerables a las balas y que tendrán el poder de hacerse invisibles si siguen al pie de la letra sus instrucciones. Les ayuda a confeccionar una nganga o caldero mágico con unos ingredientes especiales en los ritos de Palo Mayombe, como la sangre y algunos miembros humanos mutilados, de preferencia, cerebros de criminales o locos. Y de ser posible, hombres de raza blanca, pues creía, son más influenciables. Para el asesino, la tortura a la víctima es un factor muy importante, pues su alma debe aprender a temer a su ejecutor por toda la eternidad, con el fin de hallarse para siempre juntos. La nganga es un caldero en que hacían mezclas con sangre, cerebros y otros elementos de humanos torturados. Al beber la mezcla, se hacían invisibles e invulnerables a las balas. El rito termina cuando los participantes beben la sopa del caldero formada con la sangre de la víctima, su cerebro y los demás elementos que completan la siniestra nganga, lo cual les dará todo el poder que los criminales deseen.

Operativo de detención de los primeros narco satánicos.- En 1989 en la Policía Judicial Federal de Matamoros, Tamaulipas, teníamos implementados dos importantes retenes de revisión, con el objeto de detectar drogas, armamento, vehículos robados, tráfico de inmigrantes y automóviles robados. Uno estaba en Las Norias, a un kilómetro del punto de revisión de la aduana mexicana. El otro punto de la corporación se encontraba instalado a las afueras de Valle Hermoso, en un segmento donde la carretera principal que pasa por el poblado, intercepta con el camino a la Rivereña, que conduce de Matamoros a la también fronteriza ciudad de Reynosa. El 9 de abril de 1989, por la madrugada, una camioneta que viajaba a alta velocidad, no realizó el alto obligatorio para la correspondiente entrevista al conductor del vehículo y la respectiva revisión rutinaria. Por el contrario, aceleró a fondo el vehículo y se llevó en la huida los conos de seguridad y mechones que señalaban el punto de revisión. Rápido, el personal de apoyo del retén emprendió su persecución, que siguió hasta llegar a la intercepción con la carretera Rivereña, donde la camioneta sospechosa dio vuelta para dirigirse a la ciudad de Reynosa.

La unidad era conducida por David Serna Valdés, de 22, quien al llegar al punto conocido como “La Curva Texas”, ubicado en el kilómetro 39 de la carretera Rivereña, se introdujo al rancho Santa Elena, lugar en donde es asegurado. Al realizar una inspección en la finca, se lograron asegurar 500 kilogramos de marihuana y algunas armas de uso exclusivo para las fuerzas armadas, por lo que de inmediato se puso a disposición del Agente del Ministerio Público, junto con las evidencias señaladas. Tras horas de interrogatorios, David Serna proporcionó datos que conducen a la detención de Serafín Hernández. Uno tras otro fueron cayendo. Helio Hernández y Sergio Martínez. Como se habrán dado cuenta, hasta el momento, el asunto alude a un tema de narcotráfico, relacionado con el aseguramiento de una discreta cantidad de marihuana. En tal época, los aseguramientos de marihuana realizados por nuestro equipo debería ser de por lo mínimo una tonelada, para que el operativo fuera considerado relevante. Pero un sorpresivo detalle le dio otra dimensión. En cierta ocasión, se presentó en la guardia de la Policía Judicial Federal, un empleado del rancho Santa Elena, de nombre Darío Reyes, quien llevaba algunos alimentos a los detenidos. Mientras esperaba sentado en una de las bancas de la recepción, fue abordado por uno de los agentes federales que se encontraba de guardia, quien después de platicar con Darío, sacó de la bolsa izquierda de su camisola una fotografía de Mark Kilroy. Le preguntó despreocupado si había visto o conocía al “gringo”.

Darío fijó su atención en la placa que le mostraban, frunció el entrecejo y después de unos segundos, sin titubeo, Darío le dijo al oficial: “sí, lo recuerdo, estuvo en el rancho. Le di un poco de agua. Después lo llevaron a la cabaña y no lo volví a ver más”. Luego de corroborar los datos proporcionados por Darío Reyes, se procedió a interrogar de nuevo a David Serna Valdés (a) “La Coqueta”. Posterior a horas de interrogatorios, confesó que pertenecía a una secta de «magia negra» y que utilizaban el rancho para realizar sus rituales con seres humanos, además del narcotráfico. Las sorprendentes confesiones obligan a la policía a registrar el rancho, donde hallan otros 110 kilos de mariguana y algo macabro: un caldero de hierro de hedor pestilente que contenía sangre seca, un cerebro humano, colillas de cigarros, 40 botellas vacías de aguardiente, machetes, ajos y una tortuga asada. Alrededor de la casa, un conjunto de fosas con 17 cadáveres descuartizados a los que les habían extirpado el corazón y el cerebro en algún extraño ritual. La mariguana encontrada en el lugar de los hechos, nos habla de su profesión, el caldero, los ajos, el machete, sangre seca y un cerebro –obvio nos habla de antropofagia- combinado con aguardiente – seguro en algún culto– los cráneos debieron ser turnados a antropología para reconstrucción de rostros y saber de quienes se trataban. Los pelos a genética para asegurar la identificación. Seguro los huesos fueron incinerados o enterrados, si fue el caso. Lo más importante son los dientes, para extraer su código genético e identificarlos con identoestomatograma.

Entre los restos estaba el cuerpo de Mark Kilroy, el estudiante de medicina desaparecido, al que habían amputado las dos piernas y extirpado el cerebro. Con parte de la columna vertebral, el líder del grupo se había fabricado un alfiler de corbata que le servía de amuleto. Los detenidos revelaron además la existencia de otras sedes comandadas por Adolfo de Jesús Constanzo en varias ciudades mexicanas en las que se descubrieron más delegaciones y sucedieron una serie de aprehensiones. A partir de entonces más de 300 policías participaron en la búsqueda de Constanzo y sus seguidores más próximos: Sara Aldrete, Álvaro de León Valdés (a) “El Duby”, Omar Francisco Orea y Martín Quintana, quienes emprenden una huida durante tres semanas por todo México. Constanzo intentó negociar con las autoridades, amenazó con revelar los nombres de los personajes conocidos que participan en su culto (artistas, jefes policíacos, empresarios).Es algo que pesa poco, comparado con la atrocidad de sus crímenes y la policía se muestra intransigente.

Las negociaciones se mantuvieron en secreto durante mucho tiempo. Sintiendo que el fin de sus crímenes estaba cerca, Adolfo y sus cómplices se refugian en una mansión de las más lujosas del Obispado de Monterrey, protegida por un circuito cerrado, con seis cámaras que vigilaban el jardín y accesos a la vivienda. Mientras eran perseguidos, las detenciones de narco satánicos en distintas ciudades se multiplicaban. El 6 de mayo son descubiertos en el Distrito Federal por algunos agentes de la policía judicial que registraban la zona. Al sentirse acorralados, los cómplices del Padrino comienzan a dispararles desde la ventana de un edificio ubicado en la calle Río Sena. Al momento se presentan varias patrullas de refuerzo que pueden acercarse y llegar hasta el cuarto piso. Dentro se encontraban Constanzo y los demás, quienes habían hecho un pacto de suicidio mutuo en caso de no deshacerse de los policías. “Al ver Constanzo la gran cantidad de agentes que les rodeaban y ganaban terreno a cada paso, desesperado, ordena a su compañero Valdés que le dispare con una ametralladora que le tiende y Quintana, fiel a su líder, decide suicidarse al mismo tiempo”.

Ambos se meten en un armario y ordenan disparar a Valdés. Instantes después son detenidos sólo tres supervivientes. Se contabilizan unos 15 seguidores fieles de los sangrientos cultos. El desenlace de la historia policíaca y de terror parece demasiado maquillado para darle un tinte romántico a la historia. Considero que Constanzo y Quintana simplemente fueron abatidos durante el enfrentamiento. En el operativo realizado por la Policía del Distrito Federal, fueron detenidos El Duby y Sara Aldrete quien en septiembre del 2003, declaró en una entrevista que “la verdad nunca se conocerá, ya que la policía aniquiló a la pieza clave del caso, El Padrino, Adolfo de Jesús Constanzo. Lo curioso de todo, mencionó la narco satánica, es que las autoridades ocultaron y desaparecieron informes sobre diversos nombres de personajes de alto rango en el gobierno y de artistas que también formaban parte de la secta. Los comentarios de Aldrete al respecto son ciertos, ya que durante los cateos a varios domicilios en Matamoros, localizamos agendas donde aparecían los nombres de personajes importantes en la vida artística y política del país. Algunos jefes policíacos que aportaban cuotas de servicios prestados por Constanzo. Pero a Sara Alderete, “La Concubina del Diablo”, como se le llamó en algún tiempo en Tamaulipas, se le olvidó mencionar que también se ocultó el hecho de que era sobrina del entonces gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Guerra.

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